DISTOPÍA O UTOPÍA: LA EDUCACIÓN DEL FUTURO
Por: Gabriel Rojas Esté
Abogado. Discente del Diplomado en Docencia Universitaria de la Universidad Pedagógica Libertador (UPEL), cohorte 2023-1
En su famoso Discurso de Angostura pronunciado en 1819, con ocasión a la fundación de nuestra Segunda República, El Libertador señalaba: “Moral y luces son los polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades”.
Este es, sin duda, uno de los pensamientos de Bolívar sobre la educación que más ha trascendido, convirtiéndose casi en una frase de culto pintarrajeada por doquier –y al parecer sin internalizarla– en gran cantidad de instituciones educativas y espacios públicos.
Lo que sucede con las citas, es que, aunque sirven como elemento nemotécnico, pueden vaciar de contenido su sentido al ser descontextualizadas. Volveremos a este punto.
Recomendado por LinkedIn
Quiero ahorrarle al lector tiempo y adelantar mi opinión sobre el tema: sencillamente pienso que la construcción de una sociedad utópica –entendida esta palabra en su orientación arquetípica– o el desmoronamiento del mundo en una sociedad distópica pasan por la educación.
No creo que sea, en principio, una cuestión de tecnología –aunque ciertamente la tecnología puede, como aspecto positivo intrínseco masificar a la educación–; es una cuestión de política de estado, de proyecto social. En suma: de proyecto-país.
Si definitivamente no le damos el lugar que merece a la educación, el futuro será sombrío –como lamentablemente parece serlo el presente en algunos aspectos–; y, en ese sentido, el marco constitucional de nuestro país le da una importancia suprema, la palabra se menciona muchas veces en la exposición de motivos; en el preámbulo; y los artículos 3, 102 y 103 de la Carta Magna, le dan un carácter teleológico, pues el primero menciona que es un proceso fundamental para alcanzar los fines del Estado, en tanto que los artículos 102 y 103 la consideran un derecho humano, es decir, un derecho fundamental.
Para construir la educación del futuro, permítaseme no ver en la tecnología lo fundamental para ello, sino beber de la fuente del pensamiento de Bolívar expresada en el Discurso de Angostura pronunciado hace más de 200 años, para que sean las propias palabras del Padre de la Patria las que nos orienten en cuanto a lo que debemos hacer como nación, dotando con ello de contexto a aquella frase tan trillada de “Moral y Luces”, y empleándolas como mantra en este momento en el que la corrupción social campea:
La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades. Tomemos de Atenas su areópago, y los guardianes de las costumbres y de las leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y haciendo una santa alianza de estas instituciones morales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso. Tomemos de Esparta sus austeros establecimientos, y formando de estos tres manantiales una fuente de virtud, demos a nuestra República una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana. Constituyamos este areópago para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la República; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos; que juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos; debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos con penas aflictivas, y no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino lo que las debilita; no solamente lo que viola la Constitución, sino lo que viola el respeto público. La jurisdicción de este tribunal verdaderamente santo, deberá ser efectiva con respecto a la educación y a la instrucción, y de opinión solamente en las penas y castigos. Pero sus anales, o registros donde se consignan sus actas y deliberaciones; los principios morales y las acciones de los ciudadanos, serán los libros de la virtud y del vicio. Libros que consultará el pueblo para sus elecciones, los magistrados para sus resoluciones, y los jueces para sus juicios. Una institución semejante que más que parezca quimérica, es infinitamente más realizable que otras que algunos legisladores antiguos y modernos han establecido con menos utilidad del género humano” (Subrayado y resaltados por nosotros con mucho énfasis).