Ecuador, ¿nuevo apéndice de la Eurozona?
Foto: propia. Lugar: Burgui, Navarra.

Ecuador, ¿nuevo apéndice de la Eurozona?

Lo que escribo no existe. De hecho, asumo que sería causa de fusilamiento en algunos círculos nacionalistas extremos que piensan que cualquier decisión que incluya a EE.UU. o a la Unión Europea es discurso de "vendepatrias" y oligarcas... eso a pesar de 20 años usando el dólar norteamericano: moneda que el mero hecho de mencionar su potencial remoción ahondó la crisis económica del momento y causó "párkinson" temporal en el entonces Presidente Correa.

Sin embargo, tanto empresarios como trabajadores—si no se ponen de acuerdo en nada más—coinciden en que el dólar ha sido la principal causa de la "relativa" estabilidad económica del Ecuador durante sus primeros 15 años. Fue tan fuerte el dolor causado por la brutal devaluación monetaria del año ‘99 que ni el populismo más grande y mejor financiado que ha tenido el Ecuador (y ojo que incluyo a los Bucaram en el grupo), logró vender la idea de que la crisis financiera sería más leve si tuviésemos moneda propia... la irresponsabilidad de los gobiernos, con micrófono en una mano y la impresora de papel moneda en la otra, tatuó en nuestro cerebro lo que esto implica. Tantas veces se ha delegado al Banco Central la potestad de imprimir dinero fuera del poder del Ejecutivo, como veces que se ha destituido a su cabeza para reemplazarla con una más sugestionable—o como preferirían llamarla, "de confianza". En el siglo XXI, en donde la fortaleza del papel moneda reside exclusivamente en la confianza que tenemos en el mismo, la responsabilidad se logra en un "pasillo estrecho" de dominio entre el Estado y sus ciudadanos[1]—“te entrego las llaves si me justificas su inminente necesidad y tu seriedad sobre el asunto”, que es muy contrario a: “te doy las llaves con la condición de que no bebas… y arrepentirnos luego de haberle confiado las llaves a un borracho”.

Una y otra vez y de igual manera, países que a inicios del siglo XX tenían ventajas como Argentina y Brasil, y posteriormente Venezuela, han demostrado que importan poco sus reservas de recursos naturales: todos son sujetos de la misma trampa. Si dejamos las llaves de la impresora tiradas por ahí, inevitablemente el gobernante de turno las tomará y, con esto, evitará enfrentarse con la incómoda y dura realidad, cayendo en los mismos vicios. Y no hay mayor fuelle revolucionario que un estómago vacío—o tu poder adquisitivo dividido por 10 de la noche a la mañana, que para el efecto resulta en lo mismo.

Ahora bien, la Alemania de la postguerra adoptó una instancia filosófica respecto de la mejor manera de evitar un futuro conflicto de escalas similares a los vividos durante el siglo XX, en la que acepta que ningún país es una isla en este nuevo mundo globalizado ni puede ser habitante de una burbuja de bienestar económico y que, efectivamente, la mejor manera de evitar el conflicto en esta nueva realidad no es la militarización desproporcionada sino el cultivo del bienestar de sus hermanos, tanto fronterizos como, de manera más general, humanos—no es sorpresa, pero si emociona, conocer que el himno de la Unión Europea es el Himno a la Alegría de Beethoven. Alemania despachó la creencia del Deutschland über alles, los juegos de suma cero y la supremacía del übermensch, por el libre comercio, la libre movilidad humana, el respeto de la diversidad basado en el respeto de la ley, el humanismo, la Ilustración y el método científico.

Dime con quién andas y te diré quién eres.

Mientras Ecuador se compara con Bolivia y Venezuela como justificativo de su "gran gestión" como país, España se compara con Francia y Alemania—como me lo dijo un amigo español—y Alemania se compara con los países nórdicos. Y para aquellos idealistas a los que la mera mención de una comparación con países desarrollados/capitalistas ofenda, por favor, solo comparen la reacción ante el desempleo a causa del Covid-19 en Europa y en Latinoamérica; en España las PyMES han optado por ERTEs y créditos no reembolsables, cerrando temporalmente las puertas, mientras en Ecuador la pérdida del empleo es final e irreparable, y los negocios cierran sus puertas de manera definitiva. La cicatriz en uno y otro terminada la pandemia será muy distinta.

El dólar nos ha dado estabilidad política, pero no mucho más. Suficiente para que los propios ecuatorianos levanten a su país. No tenemos, sin embargo, casi ningún control sobre la política monetaria: somos un país del siglo XXI viviendo con políticas del siglo XVI. Pero la débil democracia que nos cobija hace que el camino de la moneda propia sea mucho más escarpado.

Con todo eso, el título de este artículo no es más que un experimento mental, una quimera. ¿Por qué saldríamos de una relativa estabilidad económica con el dólar para cambiar por otra moneda que no ofrezca nada más? La idea sería formar parte de la Unión Europea con voz, voto, y derechos—si bien disminuidos acordes a nuestra contribución—, pues nadie habla de volver a la época del "yugo servil". Después de todo la sangre europea que corre en las venas de Latinoamérica es tan inseparable como la sangre de las olvidadas Collas y Payas del Tahuantinsuyo.

La Unión Europea logró lo que el Emperador Qing creyó impensable cuando unificó a China: una unión fuerte en una sopa de lenguas y culturas.

Ahora bien, en términos prácticos, esta unión propuesta requeriría que tanto Alemania como Grecia estuviesen de acuerdo en permitir nuestra anexión, así como el resto de países del bloque. Y que el miedo a la afectación cultural se esfumase de la noche a la mañana. Y que el compromiso Constitucional de inversión mínima en educación se cumpla. Y que balanceáramos nuestra deuda renegociando basados en políticas claras, y que se cumplan. Y que se empiece a ver al empresario que crea trabajo y paga sus impuestos como a la columna de la economía. Y que los no-pocos populistas ecuatorianos se autoexiliaran por al menos diez años en alguna isla caribeña... en fin, una quimera imposible.

¿Y de la Unión Sudamericana de Naciones? Ni empecemos con ese experimento probado y fallido—sin un liderazgo indiscutido en lo económico y moral, significará haber “arado en el mar”.


[1] El Pasillo Estrecho. -Daron Acemoglu y James A. Robinsone.

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