Efecto Dunning-Kruger, el verdadero padrino invisible de nuestras elecciones

Efecto Dunning-Kruger, el verdadero padrino invisible de nuestras elecciones


Es época electoral, ese circo donde hasta el perro de la esquina parece tener un doctorado en política, y los que llevamos años estudiando, analizando y perfeccionando el arte de la ciencia política nos volvemos invisibles. Si no fuera trágico, sería cómico. El efecto Dunning-Kruger, esa bendita tendencia de los incompetentes a sobreestimar su propia capacidad, se convierte en el rey del espectáculo durante las elecciones. Todos se sienten expertos en política, en estrategias de campaña y en cómo salvar al país (o al mundo) desde la comodidad de su teclado, aunque no puedan distinguir entre el Senado y la Cámara de Diputados.

Lo peor es que este fenómeno no se limita al ciudadano promedio. No, la verdadera tragedia viene cuando ves a los propios políticos—que lograron la candidatura no por su brillantez, sino por un concurso de popularidad disfrazado de democracia—hablar como si fueran estrategas consumados. Al parecer, ocupar una silla en el congreso o en un mitin les otorga el superpoder de comprender todo, desde el impacto de las políticas públicas hasta la ingeniería social más compleja. Y claro, cuando los expertos reales tratamos de advertir sobre el caos que viene, nos ignoran, o peor aún, nos contradicen, creyendo que su recién adquirido "conocimiento" es equiparable a décadas de estudio. ¡Qué desfachatez!

Pero, ¿qué es lo que alimenta este efecto en tiempos de elecciones? El acceso inmediato a las redes sociales es un arma de doble filo: ha democratizado la información, pero también ha reducido el análisis profundo a meras opiniones infladas de ego. De repente, todos somos "analistas políticos" porque leímos tres encabezados y vimos dos videos en YouTube. ¿Cuántos realmente se toman el tiempo de leer un informe del INEGI o de analizar las reformas estructurales que afectan al país? Pocos, muy pocos. Pero eso no les impide opinar como si fueran asesores de alto nivel. Y entonces llegamos a ese punto ridículo donde se descalifica el conocimiento experto porque "no coincide con lo que me dijo un meme".

Los políticos, por su parte, también caen en la trampa del efecto Dunning-Kruger. La falta de formación no los detiene, al contrario, les da un impulso fatal. Se sienten expertos en campañas, en políticas públicas, y hasta en economía internacional, todo porque tienen el respaldo de una encuesta favorable o porque lograron llenar una plaza pública. Y no es solo ignorancia; es la arrogancia de pensar que entender un poquito te convierte en un maestro. Pero claro, si uno llega a señalar su falta de preparación, somos los "elitistas", los "desconectados de la realidad". ¿Qué realidad? ¿La realidad que distorsionan en su burbuja de ignorancia?

Esto no es un problema menor, porque al final, quienes terminan tomando decisiones cruciales para el país son los mismos que no entienden ni siquiera el verdadero alcance de sus acciones. Y lo peor es que siguen ganando elecciones, en parte porque el votante medio también se cree experto, creyendo que un buen eslogan o una promesa vacía son suficientes para garantizar el futuro. Es un concurso de popularidad, donde la preparación y el conocimiento se descartan como si fueran lujos innecesarios. Y ahí estamos, los expertos, viendo cómo se despliega este teatro del absurdo, conscientes de las consecuencias que se avecinan, pero sin poder hacer mucho más que alzar la voz en un desierto de oídos sordos.

Porque la política es demasiado importante para dejársela a los que apenas pueden distinguir entre la retórica y la realidad, entre el efecto Dunning-Kruger y la verdadera competencia. Y, sin embargo, aquí estamos, en pleno 2024, viendo cómo todos se creen expertos en lo que apenas entienden, mientras los verdaderos conocedores seguimos gritando en el vacío.

Soy un firme creyente de que las decisiones sobre el futuro de un país deben estar en manos de quienes realmente entienden las complejidades y las consecuencias. Y no, no me refiero a esos que se suben al ring solo porque tienen popularidad en redes o el respaldo de un partido. Hablo de los que realmente han estudiado, han trabajado y han demostrado una comprensión profunda de los problemas. Pero claro, en este concurso de egos inflados y expertos de bar, eso suena casi utópico.

Inicia sesión para ver o añadir un comentario.

Otros usuarios han visto

Ver temas