El día que nos jugamos todo a Platero y Tú

Ahora que Fito Cabrales llena estadios, que retransmiten sus conciertos por televisión y que se encuentra en la cima de su carrera voy a remontarme unas décadas atrás para recordar el día en que preparamos un concierto del grupo “Platero y Tú” en el que Fito era cantante y guitarrista.

En el primer lustro de la década de los 90 nos vinimos un poco arriba como país: las olimpiadas de Barcelona, la Expo de Sevilla y un año 1992 que nos situó en el centro del mundo.

A nivel local, por aquel entonces, yo estaba dentro de la Asociación Juvenil de mi pueblo, Miranda de Arga, con esa ambición y sueños que toda persona joven debe tener.

Queríamos hacer algo grande y lo queríamos hacer bien. Para un pueblo de 1000 habitantes y una asociación modesta como la nuestra traer un concierto importante era un reto apasionante.

Platero y tú ya destacaba en el panorama musical y era un sueño el poder traerlos para tocar en directo.

En las cuentas de la Asociación teníamos unas 550.000 pesetas de las de entonces (3.300 euros para quienes no tienen el traductor pesetas/euros metidos en el disco duro) y esa era justo la cantidad que costaba contratarlos.

No recuerdo como contactamos, pero lo importante es que cerramos el acuerdo.

Consensuamos cobrar 500 pesetas de entrada (3 euros al cambio) y colocar una barra para incrementar los ingresos.

El lugar elegido era el frontón de Miranda que todavía estaba sin cubrir.

El día señalado era un sábado de octubre y recuerdo como a la mañana fui a la sucursal de la Caja de Ahorros de Navarra a sacar todo el dinero que teníamos.

“¿Estás seguro?” me pregunto Carlos, empleado de la Sucursal, y la verdad es que no lo estaba. Cuando me metí semejante cantidad al bolsillo sentí que me miraban todas las personas con las que me cruzaba por la calle.

En ese momento fui consciente de que nos enfrentábamos a algo grande y necesitábamos el apoyo de todo el grupo de personas que formábamos la Asociación.

No hicimos una gran planificación, pero de forma instintiva nos fuimos colocando en donde más podíamos aportar: quienes tenían algo de experiencia en hostelería en la barra, quienes contaban con más edad en la venta de entradas en la puerta y en la custodia del dinero. Otras personas ayudando en el montaje de escenario o velando por mantener el orden.

Hicimos un gran equipo anclado en la generosidad de todas las personas y con la responsabilidad de no querer fallar.

Cuando llego el grupo lo hicieron en un coche amarillo, del que no recuerdo la marca, pero que parecía sacado de una película.

El manager se dirigió a mi y me pidió contar el dinero en el mostrador de la entrada a las piscinas contiguas al frontón. Cuando vio que estaba correcto dijo: “ya podéis tocar”.

Afuera no dejaba de entrar gente y el recinto estaba prácticamente lleno.

El concierto fue brutal, un éxito rotundo y ya terminando Fito dijo: “vamos a tocar los bises seguidos que parece que amenaza lluvia”. Y así fue, al acabar empezó a llover de forma abundante. Libramos por minutos.

Asistieron más de 1000 personas, recaudamos prácticamente lo que habíamos invertido y a los días repusimos la cuenta dejándola con el mismo saldo previo al concierto.

Lo habíamos conseguido.

Sin saberlo para mi había sido la primera lección del valor del trabajo en equipo. Conseguimos algo que individualmente era imposible de conseguir. Sumamos desde las diferentes competencias y conseguimos nuestro sueño.

Cuando hay un objetivo común, una motivación por dar lo mejor y una responsabilidad compartida un equipo es capaz de proponerse metas difíciles de alcanzar de otra forma.

En nuestro pueblo nos jugamos todo a Platero y Tu y ganamos.

Ganamos en equipo y descubrimos el poder de la cooperación.

Sin saberlo seguía encaminando mi #entusiasmocooperativo que me ha traído hasta el día de hoy.