La mano izquierda

En la pandemia volvía a jugar a paleta goma.

Para quienes no lo conozcáis este es un deporte que se juega en el frontón con pared a la izquierda, la pala es de madera y la pelota de goma con distintos pesos y dureza.

Cuando era niño y adolescente metí muchísimas horas en el frontón y si algo aprendí es que este no es un deporte de fuerza sino colocación y estrategia. Entonces los mayores del lugar me sacaban del frontón. Yo le daba mas fuerte y con más rabia, pero ellos no fallaban casi nunca y acababan venciéndome en muchas ocasiones. 

Mi pareja preferida era mi amigo Juan Bautista Ripa, que le pegaba más fuerte que yo y era un delantero excelente. Nuestro mayor logro fue llegar a una final comarcal en la que perdimos con justicia contra un zaguero mucho mayor que nosotros.

Es un deporte en que la edad no es determinante y eso mola mucho.

Estuve casi 20 años sin jugar ni un solo partido y a cuenta de la pandemia volví al frontón y al borde de los 50 había perdido pegada, pero sabía mucho más de estrategia. Una vez jugué tres o cuatro partidos había recuperado todo el conocimiento del juego.

Se me ha olvidado un detalle importante: tengo tanta mano izquierda que soy zurdo.

Ya se que esto es un impedimento para escribir con pluma, para esas sillas con pupitre adosado a la derecha o esos abridores con los que no puedo abrir nada. Pero para el frontón es una ventaja.

Cuanto más ajustada viene la pelota a la pared con mas fuerza la devuelvo y obligo a la pareja contrincante a cambiar su juego para incomodarme, pero no es fácil para un diestro.

Como el frontón era un buen aliciente cuando no podíamos hacer grandes cosas nos juntamos en el pueblo unas cuantas personas y decidimos hacer un campeonato.

Sorteamos las parejas y a mí me toco uno de los mejores delanteros.

Disfrute muchísimo y llegamos hasta la final. Hubo ratos en los que me sentí imbatible pero finalmente perdimos ese ultimo partido ante una gran pareja.

Y ¿Por qué os cuento esto? os preguntareis

Porque lo de ser zurdo es una característica que marca a una persona, que le da ventajas en unos ámbitos y desventajas en otros.

Entre otras cosas por eso nunca toque bien la guitarra aprendida con la mano diestra y ahora ni la toca bien con esa ni podría tocarla con mi mano buena.

He de decir que tuve suerte de nacer en el año 1972 y poder ser zurdo practicante y militante porque a las generaciones anteriores a mi prácticamente se lo prohibían. He de reconocer que lo de ser zurdo ha envejecido bien y tiene mejor vista hoy que en mi época de infancia. 

Si eres zurdo hay que tratarte como tal.

Lo contrario nos lleva al fracaso absoluto para las dos partes.

Por eso apelo a un “comportamiento situacional” en el cual nos adaptemos a quien tenemos enfrente, demostremos empatía y seamos adaptables.

En mi trabajo lidero personas y el liderazgo situacional es clave en mi desempeño. Dar a cada persona el trato acorde a su forma de ser y a sus capacidades.

No se puede tratar igual a una persona en la que predomina lo emocional que a otra en la que prima lo racional. No es lo mismo tener en el equipo una persona extrovertida que otra introvertida.

También debemos adaptar el lenguaje en aras a la comprensión de nuestro interlocutor.

En mi trabajo no puedo tener un discurso único ni una exigencia única. Quienes lideramos personas debemos procurar sacar lo mejor de cada una, potenciando sus fortalezas y acompañando en sus debilidades. Si no ninguna de las dos avanzaremos.

Y volviendo al inicio os diré que cuando cojo la pala con la mano derecha solo aspiro a llevarla hasta la pared del frontón y suele ser de forma suave y desacompasada. Me siento torpe y débil. Con la mano diestra no soy nadie.

Es lo que tiene tener mucha mano izquierda.