El estrés emocional y físico asociado a una catástrofe puede tener un impacto significativo en la salud respiratoria
Una situación actual como la que se está produciendo en las comarcas afectadas por las inundaciones ,no solo expone a las personas a condiciones ambientales adversas, sino que también activan respuestas fisiológicas que pueden desencadenar o exacerbar problemas respiratorios. Durante una situación de estrés, el cuerpo activa el sistema nervioso simpático como respuesta a la amenaza percibida, lo cual genera una "respuesta de lucha o huida". Esta reacción desencadena la liberación de hormonas como la adrenalina y el cortisol. Estos neurotransmisores aumentan la frecuencia cardíaca, la presión arterial y el ritmo respiratorio, y aunque estas reacciones son adaptativas en el corto plazo, pueden ser problemáticas en pacientes respiratorios.
En pacientes con asma o EPOC, el estrés puede provocar broncoconstricción, estrechando las vías respiratorias y dificultando la entrada de aire. Esta reacción aumenta el riesgo de una crisis asmática o exacerbación de síntomas respiratorios, especialmente si la persona se encuentra en un entorno con desencadenantes adicionales, como polvo, moho o contaminantes.
El estrés mantenido durante días o semanas activa una respuesta inflamatoria sistémica en el organismo. En pacientes con enfermedades respiratorias, la inflamación en las vías aéreas puede exacerbar los síntomas y agravar las condiciones preexistentes. Estudios previos han demostrado que niveles elevados de cortisol a largo plazo pueden desregular el sistema inmunológico, aumentando el riesgo de infecciones respiratorias.
En una catástrofe como una inundación, el aire puede estar lleno de partículas suspendidas. Esta mala calidad del aire, combinada con el estrés, puede ser un desencadenante de exacerbaciones en personas con enfermedades respiratorias. El moho, en particular, es un irritante que puede inducir síntomas respiratorios en personas asmáticas o con alergias.
El agua estancada y la humedad derivadas de las inundaciones son el ambiente ideal para el crecimiento de hongos y bacterias, lo que aumenta la probabilidad de infecciones respiratorias. En condiciones de estrés, el sistema inmunológico puede estar debilitado, lo que reduce la capacidad del cuerpo para combatir infecciones. Las personas con enfermedades respiratorias crónicas son especialmente susceptibles a estas infecciones, lo que agrava su vulnerabilidad.
Las situaciones de catástrofe suelen afectar la disponibilidad de recursos y servicios médicos. Las personas pueden perder el acceso a sus medicamentos regulares o inhaladores, lo que genera ansiedad y empeora el manejo de su condición. La falta de adherencia al tratamiento, incluso si es temporal, puede llevar a una exacerbación de síntomas respiratorios.
El estrés emocional eleva la percepción de síntomas respiratorios, lo que puede desencadenar un ciclo de ansiedad y dificultad respiratoria. Esta condición es particularmente frecuente en pacientes asmáticos y puede manifestarse en forma de ataques de pánico relacionados con la sensación de falta de aire. En muchos casos, la hiperventilación inducida por la ansiedad puede empeorar la sintomatología respiratoria y desencadenar una crisis.
Las personas sometidas a niveles elevados de estrés a menudo se sienten incapaces de gestionar su propia salud, lo que se conoce como una baja autoeficacia. Este fenómeno es común en catástrofes, cuando el control sobre el entorno se ve gravemente limitado. La baja autoeficacia contribuye a la desorganización en el uso de la medicación y en el seguimiento de las recomendaciones médicas, lo que puede llevar a un deterioro de la salud respiratoria.
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La inmovilidad prolongada, que es común en situaciones de desastre debido a la falta de espacios para moverse o descansar de forma adecuada, puede afectar la capacidad pulmonar. La falta de actividad física reduce la eficiencia respiratoria y puede complicar la condición de los pacientes respiratorios.
Las personas expuestas a estrés físico, como trabajos de rescate, limpieza o incluso el simple hecho de estar en condiciones de refugio precarias, pueden experimentar fatiga física. Esta situación debilita el sistema inmunológico, aumentando el riesgo de infecciones respiratorias y empeorando los síntomas en aquellos que ya tienen enfermedades pulmonares crónicas.
El esfuerzo físico en un contexto de estrés puede producir síntomas de dolor torácico y dificultad para respirar, que pueden confundirse con exacerbaciones respiratorias. Esto genera un impacto psicológico adicional y eleva el riesgo de hiperventilación o de síntomas psicógenos.
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Dr. Fernán Quiros
1 mesMe interesa
Medical hospital sales representative.
1 mesMuy didáctico Dr .
Médica Cirujana Especialista en Patología Clínica, Colegiada y Recertificada/ Diplomada en Auditoría Médica con RNA del CMP / Diplomada en Salud Ocupacional y Medicina del Trabajo.
2 mesesMuy interesante, gracias por compartir Dr. Francisco 👍