El fin de todas las búsquedas: ¿Por qué aceptar lo que somos es la clave para el cambio?
Durante la mayor parte de mi vida, he estado en la búsqueda de algo.
Aunque algunas de estas búsquedas las hacía de forma consciente, la mayoría eran inconscientes.
Miraba hacia el lado para ver qué más debía encontrar, un nuevo destino, un nuevo libro, un nuevo curso, un nuevo estilo, etc.
Lo más triste de todas estas búsquedas es que nunca me llevaron a ningún lado más allá del lugar donde me encontraba. Estas búsquedas me llevaban siempre al punto de partida.
La aceptación es el cambio
Cuando hablamos de crecimiento personal o profesional, ir en búsqueda del siguiente paso es parte de la mecánica para lograr tener éxito en ambos ámbitos.
Hablamos de ir más allá de nuestras limitaciones y los viejos patrones para poder avanzar y superar los miedos que conlleva el cambio.
Pero es realmente así.
Para poder explicar de mejor forma esto hagamos el siguiente ejercicio:
Imagina pasar de tu situación o forma de ser actual (“posición A”) a una situación, o forma de ser nueva, a la que estás dispuesto llegar (“posición B”).
Entre “A”y “B” hay una separación. Esto representa el borde. El borde es el límite, el umbral, que debemos atravesar cada vez que pasamos de una situación a otra, o de una forma de ser a otra.
Mirado desde fuera, esto simplemente se trata de ir de “A” a “B”. Pero si miramos desde adentro, estás reflexionando profundamente, moviéndote y conmoviéndote, sintiendo tu cuerpo, y abriéndote internamente a las impresiones, percepciones y nueva información que te llega siempre que decides explorar un cambio.
Al finalizar este ejercicio, te darás cuenta de lo informativa que puede ser esta experiencia. Te ayuda a descubrir los próximos pasos que puedes tomar, que ahora son posibles y los obstáculos internos que ahora puedes ver claramente e implementar estrategias para superar.
Pero hay algo más.
Más allá de todo esto, existe una experiencia aún más profunda y significativa que debemos abordar.
Muchas veces pensamos que pasar de “A” a “B” tiene que ver solamente con dar el siguiente paso para seguir creciendo. Pensamos que significa llegar a un lugar nuevo, o alcanzar nuestro próximo objetivo. Pero en realidad es más profundo que eso.
En realidad, llegar a la posición “B” significa estar exactamente donde comenzaste.
La diferencia es que en la posición “A”, luchamos contra nuestra realidad y siempre estamos tratando de llegar a otro lugar, de encontrar el lugar perfecto.
Pero eso es imposible.
Aunque el movimiento de pasar de “A” a“B” parezca generar un cambio, en realidad al llegar a la posición “B” las cosas aún son como eran en la posición “A”, y entender realmente que eso está bien ya es un gran paso.
La posición “B” es el lugar donde podemos aceptar dónde estamos y quién y cómo somos, en lugar de luchar por ir más allá de nuestra realidad presente y juzgarla todo el tiempo.
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La paradoja del cambio en la vida y en los negocios
Aceptar la verdad de nuestra situación, y de nosotros mismos, con gracia y humildad, ya es en sí un poderoso acto de cambio.
La teoría paradójica del cambio dice: Desde cuando aceptamos plenamente nuestra situación y lo que somos, comienza a producirse un cambio. Por lo general, luchamos, nos resistimos y peleamos con nuestra situación actual, tanto interna como externamente. Paradójicamente, si nos resistimos a nuestras situaciones actuales, estas se mantienen tal y como están, mientras que la aceptación genuina permite que entre algo nuevo, permite el cambio.
Las tradiciones espirituales describen la rendición como un gesto interior fundamental en el camino hacia el despertar. Pero “rendirse” es una palabra problemática en nuestra vida moderna. Nos hace pensar y sentir que nos estamos perdiendo de algo, que estamos desperdiciando algo, que estamos fracasando y siendo derrotados.
La rendición significa realmente abandonar la constante lucha interior que tenemos contra el momento presente. Significa dejar ir la interminable resistencia a lo que es el “ahora”.
Fundamentalmente, la rendición no significa que luego no actuemos en el mundo, no significa que procrastinemos nuestras vidas. Significa que nuestras acciones provienen de la calma y la claridad, y no de la lucha crónica.
La acción basada en la aceptación ecuánime de lo que está sucediendo, en lugar de la resistencia o el rechazo, es más creativa, receptiva y eficaz.
No dejemos de explorar. Que al final de todas nuestras exploraciones llegaremos al lugar donde empezamos y lo conoceremos por primera vez — T.S Eliot
Tal vez el verdadero viaje sea estar plenamente donde estamos ahora, y saber que eso ya es bueno.
¿Pero qué pasa con los negocios? ¿Qué pasa con el liderazgo y las organizaciones? ¿Podría ser posible pensar así?
Un futuro creado a través de la lucha nunca trae paz
El liderazgo y los negocios se centran a menudo en dar el siguiente paso: la finalización de un proyecto, los hitos, los plazos, las promociones profesionales, etc.
La tendencia de convertir todo en un proyecto orientado al futuro está muy arraigada en nuestra cultura y en nuestra psique.
La incapacidad de percibir la ambición como una proyección futura que, aunque sea útil y motivadora en cierto nivel, también nos aleja de la apreciación del presente.
Pero es casi imposible imaginar una vida emprendedora, sin una ambición orientada al futuro.
Nuestros mayores problemas parecen necesitar ser resueltos. Nuestras mayores ambiciones y visiones más emocionantes nos obligan a avanzar, a llegar a otro lugar, a encontrar una solución.
Esto es profundamente humano. Es maravillosamente creativo en cierto nivel.
Pero en nuestra cultura, y en nosotros mismos, y en gran medida en los negocios y el trabajo de hoy, la ambición se ha convertido en algo totalmente desequilibrado, en una enfermedad.
La creatividad, la ambición, el crecimiento y los logros son cualidades maravillosas cuando se mantienen con ligereza, integradas con la capacidad de descansar y estar en harmonía con las cosas tal y como son.
Sin esa mirada se vuelven una razón sutil y constante para rechazar, resistir o resentir aspectos de nuestra vida y trabajo, y de nosotros mismos y de nuestro mundo.
Saber realmente dónde estamos, y honrarlo, y no tener que estar en otro lugar para sentirnos mejor, es algo liberador y maravilloso.
Y es por eso que vale la pena recordarnos constantemente que cuando cruzamos la línea entre “A” y “B” volvemos a donde empezamos. Pero con una nueva aceptación, amor propio y autocompasión.
Y esto parece marcar la diferencia.