El patrocinio de la procastinación

El patrocinio de la procastinación

Agradece pero no te estanques. Úsalo como motivador mientras no se convierta en un candado. Estar donde muchos otros quisieran estar es uno de los grandes patrocinadores de la procastinación. La estadística es tan precisa que presenta conclusiones absolutas a lo que no debería tener. Que estés en ese 4% de población que gana más de 25 mil pesos al mes no significa que estés donde quieras estar. Tampoco que trabajes donde miles de personas más quisieran trabajar. Los números son sólo eso. Frías referencias que no entienden de sensaciones y voluntades humanas.

Medir el éxito a partir de lo que otros no tienen lleva al conformismo. La narrativa de uno no tiene por qué ser la del otro. Tanto si el sentimiento del que se mira frente al resto es de superioridad como si es de inferioridad, en nada atiende al objetivo personal que tendría que venir de las convicciones internas, de los deseos y de la conciencia de nuestras propias capacidades. A la insatisfacción hay que atenderla. Dejarla crecer sin anestesia. Hay que verla como un motor para evolucionar, no mandarla a dormir escudados en las carencias de terceros.

Los seres humanos deben saber lidiar con sus vacíos. Si algo he aprendido en terapia es que los vacíos no se van por más que se les pretenda sustituir con fuerzas o componentes externos. La opinión de terceros, por más positiva o negativa que sea, no cambiará en el fondo la que tengamos de nosotros mismos. El dinero y lo que adquirimos gracias a él no será suficiente para que nuestros huecos queden sellados. La aceptación multitudinaria en Instagram no garantizará que quien la reciba esté blindada a los estados depresivos. Elegir a partir de terceros lleva al error. Y el error a la frustración y al tiempo perdido. Ni lo que otros tienen ni lo que otros añoran tiene validez alguna sobre la vida que nosotros queramos llevar.

De los consejos que nos dan hay que escuchar sólo la parte honesta, que suele ser la más dura, y por ende la más escasa. Cuando tus amigos y familiares te pidan que mires tu vida comparada con la de otras personas, piensa que lo hacen movidas por esa naturaleza humana de querer generar confort más que conflicto. Que lo hacen, ellos piensan, por tu bien. Pero la realidad es que esa dinámica en vez de terminar beneficiando acaba por impulsar el conformismo en una persona que por diversas circunstancias está deseando un cambio en su vida. No porque otros lo quieran, lo anhelen o lo hayan conseguido, sino simplemente porque los seres humanos tienen la capacidad de ser versiones distintas de sí mismos en el tiempo y el espacio. No tengas miedo a ser otro siendo tú. Se vale resetear la vida cuantas veces quieras y puedas, porque lo cierto es que el tiempo va quitando energía y sumando impedimentos.

Ponte deadlines tan formales como el final de un ciclo escolar. Trata tu vida con rigor. Pon al tiempo siempre por encima del dinero. Quizás te dolerá dejar de recibir el sueldo que hoy percibes con tal de cumplir un deseo personal, pero te dolerá más cuando en unos años mires en retrospectiva y te des cuenta que tú mismo te encargaste de construir una jaula y de meterte en ella para no quedarte más que con el arrepentimiento de no haber atendido tu voluntad. Dejar dinero en la mesa es un riesgo que puedes correr. Dejar pasar el tiempo es siempre un camino sin retorno.

Aprende a sentirte insatisfecho. Que hacerlo no signifique pensar en el suicidio ni caer en depresión. Hazlo consciente de lo que has logrado. Si es necesario apela a ese vulgar recurso de mirar a los que tienen menos que tú. Salvo que vivas en condiciones extremas, siempre podrás sentirte mejor a partir de eso. Pero úsalo sólo por un instante, apenas por un segundo, sólo cuando te falte fuerza. No lo tomes como bandera de vida. No lo mires como el camino a seguir. Es un consuelo y nada más. Un consuelo egoísta, por cierto, porque se trata de hacer menos al otro. Siéntete insatisfecho cuantas veces quieras. Acéptalo, medítalo y decide. Y ya que lo decidiste actúa. El exceso de pensamiento, como el exceso de consuelo, también patrocina la procastinación.

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