EL PEOR VENDEDOR DEL MUNDO
Cada vez que entro a una negociación de mis servicios comienzo contando una infidencia que deja claro con quién están hablando.
Se trata de un hecho que me pasó de muy niño, cuando tenía tres o cuatro años, en mi barrio tenía un amigo pobre, tan pobre que no tenía juguetes para jugar. Entonces me buscaba a mi casa porque yo compartía mis juguetes con él, de manera que disfrutábamos el momento por igual.
Un día le dije que era injusto que yo tenga tantos juguetes y él no, siendo ambos iguales, pensé que lo más sensato era que mi amigo tenga también algunas cosas en su casa. Le pedí que me ayudara y en un bolso de tela pusimos la mitad de todos mis juguetes y se los ofrecí por un sol. Con esa moneda me alcanzaba solo para comprarme un chupetín con la cara del 'chapulín colorado'. Y eso me bastaba: tener un chupetín y que mi amigo tenga sus propios juguetes.
Ya de noche, con el evidente vacío en mi habitación, les conté a mis papás lo que había hecho con mis juguetes: los había vendido a mi mejor amigo por un sol. Dinero que ya lo había gastado comprando el chupetín.
Nunca entendí por qué recibí la paliza esa noche y por qué tuve que ir a recoger mis juguetes, pasaron los años y me hice adolescente, me hice adulto y seguía pensando que mi acción había sido justa. Me costó mucho tiempo y reflexión comprender que todo lo que tenía era producto de un esfuerzo de mis padres y me debía a sus decisiones.
Descubrí en mí un espíritu idealista con una profunda sensibilidad para el bien común. Pero las circunstancias en el devenir profesional hicieron que ese idealismo pase a un segundo para desarrollar la personalidad de un depredador.
Por eso, cada vez que me siento a negociar mis servicios intento desarmarme y llegar liberado frente a personas que harán de la usura, el aprovechamiento y el abuso sus herramientas de éxito.
Más que una fría estrategia, es el mensaje quiero transmitir para que la persona que se acerca a mis servicios tenga la completa certeza de que para mí lo principal es su satisfacción, que en mi despliegue profesional siempre estará fortalecido por la generosidad y la transparencia.
Llego al punto de mostrar mi lado más inocente en medio de una selva de salvajes, algo descabellado que muchas veces descomputa al cliente, porque en el fondo a pesar de tantos años de vida profesional sigo dispuesto a ofrecer la mitad de mis juguetes por un caramelo.