El salto
EL CAMBIO DE PROFESIÓN EN LA MEDIANA EDAD
En el ecuador de la vida, cuando uno ya tiene una cierta estabilidad y uno creé conocerse...La vida, que es como un tablero de juego, te propone un nuevo reto.
Te manda una crisis, dicha crisis puede ser existencial, de pensamiento, puede darte por querer comprarte un coche deportivo, por romper con tu pareja o por querer cambiar de oficio.
El caso es que algo a tu alrededor se tambalea y es mejor saber que tarde o temprano algo va a cambiar en tu vida sino quieres acabar mal.
En mi caso dicha crisis vino sigilosamente alrededor de los 35 años, yo trabaja en la hostelería desde que tenía 18, era algo que se me daba bastante bien y nunca pensé que poco a poco mi forma de pensar sobre el trabajo o mi oficio iba a ir transformándose hasta acabar planteándome seriamente en que, eso no era lo mio y de que quería cambiar completamente de profesión.
Uno empieza a no ir tan animado al trabajo como antes, empieza a cuestionarse las cosas y llega un momento en el que no hay marcha atrás. Ha llegado el momento de sentarse con uno mismo y ver que es lo que esta pasando por tu cabeza.
Cuando miraba lejano al futuro me veía teniendo un negocio, o trabajando en algún puesto de responsabilidad importante, y bueno la postal que se aparecía no estaba nada mal.
Pero cuando decidí sentarme conmigo mismo a tener esa charla que me rondaba la cabeza y no me dejaba en paz, volví a mirar esa postal y ya no se veía tan bonita, incluso estaba un poco envejecida, como esa postales de los años 70 de Benidorm que ya nadie compraría a no ser que te gusten las cosas kitsch.
Entonces me pregunté que si pudiera elegir realmente a que me gustaría dedicarme en el futuro, que cosa sería.
Astronauta lo veía complicado ya con 35 años, lo de ser cantante, actor,..etc era más algo bohemio que razonable para mi. Así que me dí unos días para pensar con que profesión me sentiría realmente realizado.
Me di cuenta que siempre me había gustado desde pequeño, coleccionar imágenes de revistas que me gustaban, las recortaba y simplemente las coleccionaba o hacía collages con ellas, me encantaba ver la forma de los carteles cuando paseaba por la ciudad, me llamaba mucho la atención la buena publicidad, me intrigaba como se podrían hacer esos carteles de cine tan geniales, en general todo lo relacionado con el diseño.
Eureka!, esto podría ser una buena profesión para mi, ¿pero?, ¿Era solo una afición o realmente estaría dispuesto a probar por ese camino?.
Era tan fuerte el instinto que tenía de que tenía que probar cosas nuevas que, después de informarme viendo vídeos de como se hacían los logotipos y los diseños que tanto me gustaban, me hice con un programa famoso llamado “Photoshop” y empecé a jugar con él.
Hacía mucho años que no me sentía como un niño jugando con un juguete nuevo, no podía creer que se me diera tan bien y me entretuviera tanto haciendo diseños con este programa, los primeros diseños cuando los veo ahora los encuentro llenos de errores de novato pero estaban llenos de propósito.
Poco a poco me fuí especializando, pasé horas y horas en youtube viendo tutoriales y comprando libros. Cuando ya lo manejaba bastante bien, se me quedó corto y necesitaba más.
Empecé a aprender todos los programas de diseño que podía, y cuando ya estaba inmerso en el mundillo, como aficionado, me di cuenta que no sólo era aprender programas sino que había que aprender a estructurar bien los diseños, a usar bien los colores, en definitiva a aprender bien el oficio. Todavía no tenía claro que quería ser diseñador, simplemente era vocación de querer aprender más porque me sentía otra vez con ilusión por algo.
Con el tiempo me decidí a compartir algunos de mis diseños por las redes, por supuesto mis amigos y conocidos me decían que estaban muy bien, pero a mi lo que me interesaba es que gente del gremio opinara sobre ellos. Tuve críticas por supuesto pero, el balance empezó a ser muy positivo pues veía que me podía defender en el mundillo y que no era peor que mucha de la gente que se dedicaba a ello como profesión y que les iba bien.
Llegó el momento, el día de saltar a la piscina. ¿Qué iba a hacer?¿Seguir formándome pero como hobby?¿O seguir formándome con proyección a dedicarme a ello profesionalmente?
No es nada fácil decidirse, con 35 años, sin estudios reglados sobre diseño gráfico, pensar en la familia, en dejar mi profesión en la hostelería. Son momentos vertiginosos.
¿En que momento estoy ahora?, pues... Estoy justo en el aire, justo en medio entre el trampolín en el que acabo de saltar y el agua de la piscina.
He saltado, creo que si tu instinto te empuja no se puede hacer resistencia.
Actualmente me han salido colaboraciones en trabajos profesionales puntualmente. Y los he realizado con nervios, pero seguro de que sabría sacarlos adelante y los resultados han sido buenos.
Entrego curriculums activamente para trabajar en empresas de diseño, aunque a veces me quedo en la puerta por el miedo escénico, pero no es que me rinda o dude de mi, sino que lo miro con respeto, me falta un empujoncillo, la oportunidad de que alguien comprenda que aunque no tenga estudios reglados sobre este oficio, me apasiona y me quiero dedicar a ello al 100%.
¿Te atreves a darme esa mano?.