El secreto para una vida feliz y plena
Un poco de filosofía práctica de vida
Como siempre y como profesional, intento encontrar soluciones a las problemáticas de la vida cotidiana y laboral, y por sobre todo las causas de esas problemáticas. Al final de cuentas, eso es lo que deberíamos hacer los ingenieros y muchas personas que decimos querer vivir mejor. Para mí, a todas luces, lo que hoy se observa en los territorios del Río de la Plata y en América Latina como problemas económicos, sanitarios, políticos, estructurales, no son más que de origen humano, por tanto, problemas que encuentran causa en la moral y la ética humana, y en el comportamiento resultante de estas.
Para este artículo me valdré como piedra angular de la que considero una excelente obra clásica: Ética a Nicómaco, de Aristóteles. Aplicable a nuestra vida moderna, tanto laboral como secular.
Muy a groso modo, este libro trata sobre la Eudeaimonía. En griego, -Eu- que significa bueno y –Daimon-, que significa espíritu, y eudeaimonía suele ser traducido como felicidad o bienestar. En un análisis más personal, propongo referenciar a un Daimon que no solo sea bueno, bienaventurado, dichoso y feliz; sino también que apunte a ello, un espíritu orientado al bien. Es decir, que apunte a la prosperidad ética, florecimiento humano y buena vida, haciendo énfasis en que solo en individuo VIRTUOSO podrá acceder a la felicidad en su sentido íntegro. Al final de cuentas, lo que decía otro griego llamado Homero, “lo que importa es el camino”. Pareciera ser que hoy me levanté algo helénico, por tanto, no se sorprendan si hoy nos reunimos y me aparezca en bata y con arreglos florales en la cabeza.
Volviendo al tema que nos ocupa, para mí y para los más grandes pensadores de la historia (salvando grandísimas distancias) existe un vínculo estrecho entre la felicidad y la moral. Abro debate para observarlo también desde un punto de vista psicológico, dejando la tarea de echar luz desde este ángulo solo a los profesionales de la salud mental en adelante, como corresponde.
Para mí, el buen vivir (que los que me conocen saben que incluyo siempre tanto lo laboral como la vida cotidiana, que es la misma cosa al final del día) es el resultado de la amalgama de una vida moralmente plena y una vida feliz.
Una vida feliz
Dicho eso comencemos por la componente que pareciera la más difícil, pero puede que no lo sea. ¿Qué es ser poseedor de una vida feliz? En el concepto moderno, la felicidad es un estado de mansedumbre hedónica donde los problemas brillan por su ausencia y todo lo que nos sucede es a gusto del consumidor, y vivimos en un estado sin dolor alguno y de diversión constante con una sonrisa de oreja a oreja digna de la intro de una comedia televisiva estadounidense. Para mí nada más lejano de la realidad, quiero decir que abrazar la eudaimonía no consiste en vivir alejado de toda dificultad o esquivar vivencias potencialmente aflictivas, conflictivas o aburridas. También Aristóteles, desmiente rotundamente que ser feliz sea sinónimo de satisfacción continua, alegría garantizada o placer incesante. Más bien, tiene que ver con una serie de hábitos, cualidades y pensamientos que conducen a una persona a armonizar su consciencia individual con el entorno natural y social en el que pasa y pasará el resto de sus días. Me parece bastante lógico, simple, bonito, alcanzable y realista. ¿Y a vos, qué te parece?
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Una vida moralmente plena
Ahora vamos a la otra parte, ¿cuál es el pináculo ético del hombre? Aristóteles propone apuntar a la excelencia o virtud.
Nuestro, por hoy muy buen Gerente de Recursos Humanos y Gurú de vida, Aristóteles, decía:
“La excelencia de un objeto o sujeto implica potenciar aquellos atributos que hacen de dicho objeto o sujeto bueno para que funcione o se amolde adecuadamente a su estado natural. Por ejemplo, la excelencia de un ojo se basa en su condición de ver bien; la de un caballo, en su capacidad de galopar y llevar a su jinete a destino. Del mismo modo, un ser humano será excelente cuando desempeñe adecuadamente la función que le caracteriza como tal, esto es, aquello que le dote de especifidad”.
Y yo le agregaría, para aquello que se ha postulado o se ha propuesto, sea para ensamblar cajas, ser padre, manejar el transporte público, ser gobernante, ser amigo, ser pareja, ser un jefe de sector, ser responsable de recursos humanos, ser médico, ser ingeniero o simplemente ser humano.
Moraleja
El secreto para una vida feliz y plena es: LA VIRTUD.
La felicidad no es algo que solamente se debe percibir, sino que es algo que se debe hacer, que debemos hacer y cometer. Y no necesariamente para uno mismo, sino para los demás. Muchas veces somos responsables de la felicidad, o falta de ella, de nosotros mismos y lo que es mucho más importante: también de la de otras personas. Para lograr esto, simplemente tenemos que apuntar a la virtud y estaremos recién en el comienzo del camino. ¿Cuán virtuosos somos en lo que hacemos? ¿Estamos dispuestos a mejorar en caso de ser necesario para así generar más felicidad o eudeaimonía? ¿Estamos dispuestos a dar un paso al costado para que nuestro lugar lo ocupe alguien más virtuoso y así logremos más felicidad para los demás?
Pensamos casi siempre en renunciar a un trabajo e por ir a uno dónde nos paguen mejor; o nos dé mayor estatus. ¿Pero pensamos en otras renuncias y mejoras que tal vez deberíamos cometer por falta de virtud? ¿Renunciamos a nuestros malos hábitos como padres, hijos, amigos, pareja o a nuestros trabajos cuando a todas luces no somos la persona virtuosa, firme y por ende adecuada para tal o cual posición? Es decir, ¿nos preguntamos si somos hacedores de felicidad y tomamos acción en caso de ser necesario? Si la respuesta es sí+sí, gracias infinitas y seguí siéndolo nomás.
Un enorme abrazo.
Juan Manuel