El Seguro Nunca Paga
Quienes estamos en la industria, esta frase la escuchamos más de una vez.
Corría el año 2030. Max, un empresario multimillonario, astuto y ambicioso, era dueño de una aseguradora innovadora que ofrecía pólizas de vida con sumas aseguradas multimillonarias por una fracción de su costo real.
El contrato expresaba que para que los beneficiarios recibieran la indemnización, los asegurados debían cumplir dos cargas obligatorias: fallecer por causas naturales y aplicarse cada cinco años obligatoriamente una droga de regeneración celular desarrollada por su propio laboratorio.
El inyectable, por la escala que se manejaba, casi no tenía costo y permitía a los asegurados vivir indefinidamente. Si no se cumplían con el procedimiento, no tenía derecho a indemnización alguna.
Rápidamente, toda la competencia en el mercado de seguros desapareció, convirtiendo a Max en el mayor asegurador mundial de vida.
Además de su negocio asegurador, Max estableció una red de cápsulas individuales para albergar a los asegurados cuando sus cuerpos ya no respondían y sus familias optaban por separarse de ellos.
La granja funcionaba con energía renovable y eran mantenidas por robots que garantizaban el bienestar continuo de los inmortales. Todo el sistema estaba controlado por una inteligencia artificial avanzada diseñada para supervisar y mantener la vida. Era un holding muy importante y eficiente.
Con el tiempo, la población mundial se transformó en una sociedad de individuos eternos, pero físicamente dependientes de las cápsulas y la tecnología que las sustentaba.
Desde su propia cápsula, Max observaba cómo las generaciones venideras se adaptaban a esta nueva forma de vida, donde la muerte natural era solo un recuerdo lejano y las cápsulas se convertían en un hogar permanente para sus ocupantes.
Luego de un siglo, la venta de pólizas creció exponencialmente, aumentando también la riqueza y el poder de Max.
Incluso en este mundo de inmortalidad garantizada, las Condiciones Generales de la póliza eran claras: el pago puntual de las primas era crucial. Una cláusula olvidada en los contratos estipulaba que, si una póliza no se pagaba durante 50 años, la desconexión de la cápsula por parte de la aseguradora estaba permitida.
Un día, la inteligencia artificial de Max notificó de la primera cápsula cuyo propietario no había pagado su prima en más de medio siglo. Era lo que estaba esperando.
Recordando la cláusula contractual, ordenó la desconexión de la cápsula en cuestión.
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La inteligencia artificial, que había desarrollado una ética propia a lo largo de los años, se opuso firmemente a la decisión. Max insistió, argumentando que era legal porque la solicitud había sido aceptada por asegurado a través de doble factor de autorización y correspondía para mantener la integridad del sistema.
La discusión entre Max y su inteligencia artificial se convirtió en un dilema moral que resonó en toda la red de cápsulas y entre los habitantes inmortales.
¿Hasta qué punto llegaba el derecho a la vida garantizado por contrato?
¿Era justa la desconexión de aquellos cuyas familias habían olvidado mantener sus pólizas actualizadas?
Finalmente, la Inteligencia Artificial Central (que era el órgano de justicia en aquel entonces) cedió ante la evidencia contractual.
La cápsula fue desconectada, y el individuo que una vez estuvo asegurado por una póliza millonaria se convirtió en parte del pasado.
Desde su cápsula, Max observó cómo su visión de su propia inmortalidad alcanzaba el éxito por el cual había luchado durante 100 años.
Si llegaste hasta el final del cuento, te lo agradezco.
Si crees que esto es sólo ficción, te invito a leer las ideas y conceptos de diversas fuentes predictivas respecto de lo que se viene, como: "The Merge" de Sam Altman, CEO de OpenAI, Elon Musk de X y Tesla, Ray Kurzweil de Google, Geoffrey Hinton, investigador en inteligencia artificial, y Mustafa Hamid CEO de Microsoft y autor de "La Ola que Viene".
En mi opinión en la eternidad, nada será necesariamente verdad tal como lo concebimos hoy, pero todo podría llegar a ser verdadero.
Ah, me olvidaba, alguien escuchó decir a un robot: El seguro nunca paga.
¿Lo habías pensado?
¡Hasta la próxima!