El sentido de la vida
Hace algún tiempo un profesor de ética le preguntaba a sus alumnos de último año de educación media: "¿Cuál es el momento más difícil del día?", y uno de ellos respondió: "cuando llega la noche, estoy solo en mi cuarto, miro al techo, y me pongo a pensar".
Por supuesto que no todos llegamos a este punto. Nos acostamos y vemos Instagram o Netflix hasta quedarnos dormidos. Preferimos no pensar, porque pensar nos lleva a encontrarnos con el carácter problemático de la vida. Hoy, las formas de ocio son, en buena parte, un escape constante a hacernos preguntas.
Pero lo cierto es que algunos sí lo hacen y se plantean preguntas tan importantes como: "¿Quién soy yo?, ¿Qué va a ser de mí?"
El principal problema de la sociedad actual, dice Viktor Frankl, no es un problema social sino existencial. Ya no urge un progreso material, sino un progreso humano que nos ayude a saber vivir. Y la primera gran cuestión que este reto nos plantea es el de responder a la pregunta por el sentido de la vida: "¿merece mi vida realmente ser vivida?".
En la cultura actual los hombres optamos por un modo específico de vivir, que encamina con frecuencia a una frustración o a un vacío existencial.
Cuando un paciente llegaba a su consulta con una inquietud de tipo existencial o espiritual, Frankl se daba cuenta que el paciente solía enfrentar la vida con la pregunta errónea. Se preguntaba: "qué espero yo de la vida", mientras que la pregunta que conducía al sentido era: "qué espera la vida de mí".
Del animal, como un ser que ya está hecho, podemos esperar muy poco; en cambio, del hombre, cuya vida en buena parte está en sus manos, podemos esperar muchas cosas. Como ser facultativo tiene libertad y responsabilidad, con las que es capaz de realizar su propia vida; de escribir una historia original que llene de significado a su comunidad.
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"el sentido no es más que la interpretación de ese deber que tengo con los demás, conmigo mismo y con Dios; que tengo, en definitiva, con mi propia vida".
El sentido de la vida viene justamente de la "angustia por realizar la propia existencia". Cuando me hago consciente de ella, de mi vida, me doy cuenta que hay asuntos que debo atender, y el sentido no es más que la interpretación de ese deber que tengo con los demás, conmigo mismo y con Dios; que tengo, en definitiva, con mi propia vida.
Hoy el hombre, decíamos, cambia la pregunta existencial, y, asimismo, cambia la tensión por realizar la propia vida, por pequeñas tensiones sensitivas. En su preocupación de "cómo voy a descansar más y mejor", de "cómo voy a estar a la altura de una calidad de vida", termina despersonalizando su vida en un stress continuo que algunos pensadores comparan con una carrera de ratas.
La terapia de Frankl parte de que el hombre es un ser responsable, y todos sus esfuerzos están encaminados justamente a ayudar a que las personas tomen las riendas de su propia vida, no como seres dominados por el ello -como creía Freud-, condenados a la adaptación, a liberar tensiones, sino como seres libres, llamados a realizarse y a estar a la altura de su propia vida.
Gabriel Capriles
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