Madres inmortales
Suele decirse que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, y qué mayor testimonio que confirme esta frase que la vida de tantas mujeres que, pasando desapercibidas, son recordadas en el transcurso de la historia por haber educado a los héroes que hoy admiramos.
Hoy tan sólo me detendré en dos de estas madres inmortales, en dos mujeres de caracteres distintos que enfrentaron el reto de educar a sus hijos en épocas difíciles. La primera ocupa un puesto en la antigua Roma, la segunda en la Alemania nazi.
Roma, 100 a.C.
Por el carácter huraño del cabeza de familia, dedicado a la filosofía, el hogar de los Cicerón era especialmente atendido por la madre, Helvia: no sólo dirigía la servidumbre y hacía parte de sus labores, sino que llevaba con exactitud los gastos de la casa. También vivía con ellos el abuelo que, a pesar de ser filósofo, admiraba a su cuñada por su carácter práctico.
En su papel de madre Helvia hacía de su casa un hogar y era lo que los amigos de Marco Tulio Cicerón más admiraban de esta mujer virtuosa. Sin embargo, Helvia no sólo se caracterizó por cuidar muy bien su casa, sino también por estar totalmente entregada a la educación de sus hijos.
Cicerón fue el gran abogado de Roma, pero en más de una ocasión necesitó de la ayuda de su madre para salir de su idealismo y de sus ensueños. Helvia sabía ponerle los pies en la tierra con amor verdadero -que implica sacrificio- y comprensión.
Es interesante observar en la historia de Cicerón, novelada por Taylor Cadwell en el libro La Columna de Hierro, cómo la madre cuida al notable abogado de Roma con paciencia y confianza, respetando su libertad, pero siendo siempre muy clara con su ejemplo: poniéndole los pies en la Tierra y motivándole a hacer las cosas bien.
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Alemania, 1940.
Magdalene Muller se casó con Robert Scholl, con quien tuvo 6 hijos. Miembros de una clase cultural acomodada Magdalene y Robert se preocuparon por inculcarle a sus hijos principios morales sólidos, junto al amor a la literatura y a la música clásica. Ambos reconocieron en la cultura un recurso necesario para que sus hijos pensaran por su cuenta –sobre todo en aquellos tiempos de ideologías-, y para que, orientados con principios claros, siguieran libremente el mejor camino.
El papel de Magdalene fue esencial para enseñarle a sus hijos la importancia del servicio a los demás y la defensa de sus principios. Además de atender a su familia cuidaba de enfermos y luchó férreamente contra las leyes eugenésicas que querían imponer los nazis.
Magdalene Muller también se caracterizó por la atención a cada miembro de su familia. Por la educación brindada por sus padres Hans y Sophie pronto se dieron cuenta del engaño nazi. Hans, al ser hecho preso por unos meses, cae en una fuerte depresión, pero logra salir adelante por la correspondencia que mantiene durante ese tiempo con su madre.
Lo que sorprende en la vida de esta familia es cómo la influencia de los padres formó a dos jóvenes de espíritu inquieto que buscaron y lucharon por la verdad toda su vida. Más de una vez Magdalene tuvo que frenar el idealismo de los jóvenes que fundaron La Rosa Blanca, que con su ayuda pronto recordaban qué era lo importante en esta vida.
Ambas madres nos dejan una enseñanza valiosa que representa el papel que la madre ha tenido en la formación de grandes hombres y mujeres… Hoy, quizás, formar héroes, también pase por revalorizar la figura de la madre en el hogar.
Gabriel Capriles
repensarelmundodehoy.wordpress.com