El Título
El mercado de la educación, también se denomina como "quinto poder".

El Título

Crear una estructura de mercado capitalista en torno a la formación superior tiene, necesariamente, sus consecuencias. Que nos encontremos en una fase de expansión de este mercado, fundamentado en el surgimiento de las tecnologías de la comunicación y la información (TIC) y la flexibilidad de desarrollo del programa educativo que ofrece, no puede ser menos.

Una realidad palpable, principal bandera y seña de la teoría capitalista, es la accesibilidad y la adecuación de precios dada la competencia. El estímulo de oferta, basado en una reducción de costes, ha provocado la bajada del precio de mercado de los títulos superiores. Tengamos en cuenta que la formación online reduce el coste en espacio, en necesidades de personal y de estructura organizativa.

Otra realidad palpable, bandera y seña de la crítica a la teoría capitalista, es la complejidad para analizar la calidad de dicha formación, así como la suscitación de enormes diferencias de prestigio, salidas y accesibilidad de los títulos. No olvidemos que mayor oferta no implica necesariamente mejor calidad, así como un aumento del valor medio de la oferta, no dice nada sobre los valores extremos que existen en la realidad.

El acceso universal al mercado, eje central de las teorías liberales, permite un aumento y una diversificación de la demanda. Son más los que pueden acceder a los títulos, y esa amplitud de mercado conlleva la investigación y la focalización en segmentos; en nichos a los cuales ofrecer una atención diferenciada según sus posibilidades para aportar la contraprestación debida por el bien adquirido -en el caso de los mercados capitalistas, según su poder adquisitivo-.

Pero ¿realmente, es el título el producto que se oferta y demanda en este mercado?

Desde luego, es evidente que es el único elemento del mercado susceptible de valorar y que pueda medirse, cuya información se incorpora al sistema de funcionamiento del mercado.

La realidad, de parte de la demanda, es que, además de la contraprestación monetaria, debe hacer una inversión de tiempo y dedicación a la obtención del título, que no tiene forma de ser medible y valorada en el mercado. Salvo, claro está, la nota media de finalización de estudios. No hay manera de saber qué uso y beneficios de su título extrae el estudiante. Salvo, claro está, que demos a la nota tal importancia como para considerarla representativa del esfuerzo, de la dedicación y, más complicado todavía, representativa del aprendizaje real del estudiante durante el proceso de obtención de la titulación -el proceso formativo-.

¿Acaso la lectura de diferentes textos y lenguajes técnicos no es un resultado de la titulación? ¿Acaso el nivel de mecanografía alcanzado, que suele requerir de un curso específico de formación, no es resultado de la titulación? ¿Acaso el entrenamiento y la práctica a la hora de enfrentarse a exámenes, trabajos y evaluaciones no es resultado de la titulación?

¿Alguno de estos resultados, positiva o negativamente, se ven reflejados en el diploma acreditativo del título o en la nota media?

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Quizá esos son aspectos de aquel otro título que se saca en la “universidad de la vida”, que no se consignan en el currículum y que deben ser valorados caso por caso. De ahí el consecuente auge y desarrollo de las relaciones laborales, de la psicología del -y en el- trabajo y de los procesos y estrategias de selección de personal.

En lo que a mercado laboral se refiere, puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que el título de esa “universidad de la vida” que facilita, con mucho, el acceso a dicho mercado es la seguridad en uno mismo. Una alta estima, si queremos.

Esos “estudiantes de la universidad de la vida” que podemos llegar a conocer, son esos “genios” tan seguros de sí mismos como para hacerse a sí mismos y conseguir con ello el ÉXITO. Un valor de algún mercado aún por determinar. A los otros estudiantes de esa universidad, los que no han logrado aprender seguridad y confianza, no se les da tanta credibilidad social.

¿No es capaz de redactar una demanda una graduada en Derecho? ¿O de llegar aseada y preparada al juzgado? ¿No ha dedicado horas a la programación una estudiante de informática? ¿No ha desarrollado teoremas una alumna de matemáticas? ¿No ha calculado balances y preparado nóminas una estudiante de administración? ¿No han desarrollado y realizado test y sesiones las futuras psicólogas? ¿No han puesto vías las futuras enfermas? ¿Ni usado el bisturí las futuras doctoras?

No me cabe duda de que sí. Y que su destreza en ello está valorada (siempre injustamente 😉) en la nota.

Lo que no tendrán los recién titulados, es la seguridad y garantía de hacerlo a título individual, cargando con la responsabilidad de ello y desarrollando su vida privada sin el necesario impacto de esas primeras experiencias.

Evidentemente la búsqueda de perfiles y talentos implica mucho más que rastrear el mercado en busca de personas seguras de sí mismas. Se diga lo que se diga, y se valore como se valore, el título como producto participa del mercado laboral como “factor decisivo de compra” por parte de los oferentes de empleo.

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Los mercados educativo y laboral tienen un gran reto en cuanto superen esta fase de expansión y novedad en los procesos formativos y en los de selección de empleo. Las empresas necesitarán ajustar sus costes de selección de personal ante una mayor flexibilidad laboral que complicará el mantenimiento de las plantillas. La extensión de titulados obligará a buscar y entregar otros conocimientos y aptitudes a mayores del diploma para “competir” por un puesto de trabajo.

Cuando el título no baste y a mayores sea necesario identificar el talento, los valores y la autoconfianza, ¿quiénes serán los talentosos, las personas con grandes valores y con seguridad que los busquen? ¿qué talento, valores o autoestima podrán encontrar que no necesite adaptar su formación a los individualizados procesos de la empresa?

La rigidez de los modelos empresariales y de los modelos teóricos formativos (incluso de los modelos de desarrollo de las prácticas curriculares) deberá ser superada con flexibilidad y creatividad, tanto en la educación como en el trabajo.

¿Cómo encontrar y permitir trabajar a esa flexibilidad y creatividad cuando no ha formado parte del programa curricular ni tiene lugar para expresarse en el proceso de trabajo?

Al fin y al cabo, esa flexibilidad y creatividad, en los titulados, si se ha puesto de manifiesto, habrá sido en el proceso de obtención del título. Pero me encuentro con poca gente -dentro y fuera del mundo laboral- deseosa de escuchar sobre ese proceso.

Lo demás, es añadirle un diploma a la formación sin titulación de la “universidad de la vida”.


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