EL TALÓN DE AQUILES
El pasado 31 de diciembre me fui a dormir tarde con el Feliz Año retumbando fuerte en mi mente. Pensaba, ¿qué debe ocurrir para que sea realmente feliz?
Enseguida pensé en las tres dimensiones fundamentales. Salud, dinero y amor. Importantes, sin duda. Pero quedan cortas. Muy individualista. Fijé objetivos para cada una, pero esta vez sin poner meta de peso a alcanzar en abril, ni cuánto ahorrar en el año, para no estresarme.
Pensé que uno no puede ser feliz siendo una isla próspera en un archipiélago de problemas. Entonces pensé en el Ecuador que soñamos, pero no logramos.
Crecer con bases sostenibles tres o cuatro veces más de lo que crece la población, reduciendo pobreza, haciendo que todo niño o niña vaya a la escuela y coma bien, que los ancianos sean valorados y respetados. Que a los políticos los mueva una genuina vocación de servir, a los empresarios ofrecer soluciones responsables, y las familias se unan dentro de ellas e interactúen con otras, fomentando confianza y capital social.
Aterrizando en la realidad, parece una misión imposible, con tantas oportunidades pero demasiadas restricciones internas y externas. ¿Cómo romperlas? Haciendo las cosas que funcionan, pensé. No copiando recetas, sino, determinando lo que a nuestra realidad le iría bien.
Un primer elemento es renunciar a ciertos dogmas y elegir el pragmatismo. Luego, tomar medidas osadas para enviar señales fuertes que muevan el piso a los incrédulos.
Eso hizo el gobierno al abrir nuevos espacios de diálogo y cerrar vías de escape a la impunidad. Debería hacer lo mismo en la política económica, que es realmente su “Talón de Aquiles”. Lo que no se haga en este 2018 pesará enormemente en su legado en el 2021.
¿Sería osado armar un equipo económico de primerísima línea que dé confianza a los mercados? Sí, lo es. Pero sería el primer gran paso para atraer inversiones y financiar mejor al país. Así, se definirían otras decisiones, como priorizar al sector privado local e internacional a dinamizar la economía, reduciendo impuestos, incentivando también a las medianas y grandes empresas a desarrollar oportunidades, reduciendo el aparato estatal y mejorando la liquidez fiscal, reduciendo el peso de la deuda pública, renegociándola en mejores términos y manejando los recursos públicos de manera más responsable.
Por último, no menos importante, armar una sólida alianza pública – privada para vender la atractividad del país en conjunto, y pasar de la atracción a la inversión efectiva.
Sabemos que todo esto es muy complejo, y tal vez no tenga efectos positivos en el 2018, pero sólo con un cambio de rumbo se establecerán nuevos vientos favorables, que no pararán con el cierre de este año, podremos ser más optimistas con el 2019, y protegeríamos el Talón de Aquiles del país de una herida muy dolorosa.