EL VOTO DEL MIEDO EN ESPAÑA Y ARGENTINA
Carlos Barrera, Profesor del MCPC
Ha sido 2023 un año intenso, electoralmente hablando, no solo en España sino en otros países de nuestro entorno. Países como Ecuador y Argentina celebraron sus elecciones presidenciales, en las que salieron vencedores candidatos conservadores que parecen restar protagonismo y fuerza a las izquierdas en Latinoamérica. En Chile, las elecciones para el Consejo Constitucional, que dieron mayoría a partidos conservadores, constituyeron otro aviso a la presidencia de Boric.
En Europa ha habido cambios de gobierno en diferentes sentidos. Si en Polonia la Coalición Cívica de Donald Tusk consiguió aglutinar una mayoría suficiente para desbancar en el poder al partido Ley y Justicia de Karoslaw Kaczynski, en los Países Bajos, la derecha nacionalista, liderada por el PVV de Geert Wilders, venció en los comicios de los Países Bajos y negocia aún la formación de un gobierno con otras fuerzas políticas. En Eslovaquia se produjo un giro a la izquierda con la victoria del SMER-SSD de Robert Fico, mientras en Finlandia el giro fue hacia la derecha con la formación de un nuevo gobierno en el que participa también el nacionalista Partido de los Finlandeses.
Quiero fijar mi atención especialmente en lo acontecido en España y Argentina. De algún modo son ejemplos que muestran cómo estrategias aparentemente similares no conducen a resultados iguales porque si en España el Partido Socialista Obrero Español ha podido repetir gobierno, sin embargo, el justicialismo argentino se vio derrotado por el candidato opositor Javier Milei.
En ambos casos, desde los equipos de campaña de Pedro Sánchez y de Sergio Massa respectivamente, se apeló al voto del miedo a la llegada de la denominada “ultraderecha”: representada por Vox en España, que supuestamente entraría en un gobierno de coalición con el PP de Feijóo, y por el propio Milei en Argentina. Se trataba de movilizar el sentimiento ciudadano para detener lo que se consideraba una regresión política y social.
Recomendado por LinkedIn
También, como suele ocurrir en este tipo de escenarios, se manejaba la idea de la experiencia de gobierno como aval de los candidatos continuistas frente a la incertidumbre que generaría el cambio hacia el rival político. Es cierto que, en el caso argentino, solo había un candidato en la decisiva segunda vuelta –Milei– hacia quien dirigir los ataques, mientras que en España el afín ideológicamente al economista ultraliberal era el líder de Vox, Santiago Abascal, y no propiamente Feijóo. No obstante, la identificación o equiparación entre ambos fue una constante en los mensajes socialistas de campaña que, en definitiva, insistían en que votar PP era votar Vox porque el PP dependería de Vox para gobernar el país.
Las dos realidades políticas y sociológicas presentaban semejanzas en cuanto a puntos de partida: una sensación bastante extendida de hartazgo hacia la etapa anterior, bien fuera esta el kirchnerismo o el sanchismo, por expresarlo en formulaciones que habían cuajado en sectores de la opinión pública. Se trataba de poderosos vectores no fáciles de vencer por haber encontrado arraigo en la conciencia colectiva. “Vengo con el objetivo de acabar con el kirchnerismo”, declaró Milei. Y Feijóo, por su parte, hizo bandera de la expresión “derogar el sanchismo” como eslogan fáctico de la campaña aunque no fuera el oficialmente adoptado.
Tanto el PSOE en España como Unión por la Patria en Argentina dirigieron sus baterías en campaña contra los retrocesos que supondrían la llegada al poder de sus adversarios políticos. A Feijóo se le tachó de mentiroso y poco fiable, amén de ocultar su dependencia de Vox para gobernar, al tiempo que se le presentaba como un líder sin otro programa que acabar con Sánchez. El oficialismo kirchnerista combatió las propuestas más controvertidas de Milei como la venta de órganos y la portación libre de armas con el objetivo de presentarlo como alguien sin la necesaria cordura para ser presidente de la república. Frente a rivales desquiciados y revanchistas, Sánchez y Massa eran presentados como hombres de estado y gobernantes fiables.
Meter el miedo en el cuerpo del votante funcionó en España pero no, en medida suficiente, en Argentina. El PSOE, pese a no ganar las elecciones, consiguió motivar el voto de los suyos y de otros afines para que el PP y Vox no reunieran la mayoría suficiente para gobernar. De este modo, Sánchez reeditó la fórmula de gobierno de coalición establecida desde 2019. La pulsión por el cambio en Argentina, sin embargo, pudo más que el miedo a lo nuevo aunque estuviera tildado, propagandísticamente hablando, de ultraderecha. El grito de “¡Viva la libertad, carajo!” y el deseo de experimentar algo nuevo se impusieron. No siempre las mismas recetas funcionan.