Emobusiness

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Todo comienza en el estómago. Es como una pequeña esfera de calor al centro de él que se expande rápidamente. Después, se convierte en una especie de escalofrío que sube por la columna y llega a envolver el cerebro como si fuera un regalo de navidad. Y es justo eso lo que puede pasar, que le regales tu razón al que ha ocasionado que nazca esa pequeña esfera, ese pequeño coraje que puede, para la mente poco entrenada, dominar todo lo demás. 


Y quien diga que no lo ha sentido, probablemente nunca se ha sentado a una mesa a negociar con alguién más capaz, o a llevar un proyecto con mentes cuya experiencia y cuna les ha conferido más “colmillo”, o bien, menos inhibiciones para decir cualquier disparate. Muchas veces he caído víctima de esa esfera, de esa emoción que alguien más inicia tocando alguna fibra de nuestro ser, puede ser solo un comentario, o hasta una simple interjección la que le ocasione, hablo de ese “calor” que se siente en lo profesional, creando justamente lo opuesto, una respuesta emocional.


Pero incluso para eso, la mente es capaz de entrenarse y practicar lo suficiente como para controlar tal emoción y no tirar por la borda un negocio o una relación comercial por solo un momento. Recuerdo que la primera vez que lo logré, realmente no lo logré, simplemente al molestarme por un comentario de un cliente, me dio sed, y tuve que salir de inmediato a beber agua. Fue suficiente el recorrido al garrafón, el sonido del pequeño cono de papel deslizándose sobre el que le sigue, el chorro del agua enfriandome la mano y el agua llegando a esa esfera como tsunami a apagarla, y entender el porqué la otra persona dijo lo que dijo en el camino de regreso a la sala de juntas. Así que el truco no fue controlarlo, sino dejarlo tomar control, pero solo por un breve momento, para entenderlo.


Ahora bien, para casos más extremos, donde ese “calor” ya duró más de lo esperado, use el corolario de Miguelito. Miguelito es mi sobrino, tiene 6 años, y tiene una fórmula muy sencilla para saber si todavía puede comer más dulces o no, solo deja de comerlos por 10 minutos y si después de esos 10 minutos sigue teniendo ganas, pues se los come. Y así hasta que se le quiten las ganas. Puede entonces hacer lo mismo, si después de 10 minutos el calor continúa, pues escriba algo (sin mandarlo), y así hasta que se le quiten las ganas de incendiar todo. Ahora bien, si esto no lo deja dormir, es posible que alguno de sus principios esté en juego, y entonces sí que tome la acción que crea necesaria, la que crea correcta, pero nunca se traicione a sí mismo.


En inflexion esto nos ha ayudado más de una vez a dominar una negociación, sea grande o pequeña, y por supuesto también a perder, aunque algo que tengo por cierto ahora es que tenemos ya las tablas suficientes (mi esposa me enseñó la expresión “tener tablas”, es grandiosa) para solo perder lo que se necesite perder, y solo ganar lo que se quiera ganar.

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