Emprendo, luego existo
Hay mucha belleza y coraje en la idea de tener la libertad para asociarnos a otros y emprender una idea, pero si cosificamos esa libertad y la convertimos en un slogan que busca promover una visión economicista y materialista de la innovación y creatividad, entonces estamos matando la esencia misma del emprendimiento, estamos transformando una enorme virtud en un mero apetito.
Publicada en El Dínamo
No tengo muy clara cuál sería la introducción más acertada para lo que quiero decir, así que simplemente lo diré: no encuentro nada más peligroso y falto de idea que promover el emprendimiento por el emprendimiento. Como es bien sabido, en los últimos años hemos experimentado en Chile un “boom” del emprendimiento, lo cual se ha visto fielmente reflejado en el gran posicionamiento que ha tenido el “emprendedor” como una figura social emblemática, lo cual si bien en el mundo data desde inicios de los años 80’ – hasta antes de eso no existía una distinción simbólica más categórica entre los “empresarios” y los “emprendedores”-, en Chile particularmente es recién a partir del año 2000 que el símbolo del emprendedor comienza a instalarse un poco más en la agenda nacional, alineándose cada vez más con esa visión global del emprendedor como el nuevo héroe de nuestra época. Sin embargo, lo cierto es que a nivel de ideas no existe mucha discusión filosófica, ni tampoco espacios para debates más intelectuales respecto del rol que los emprendedores tienen en la sociedad.
En ese sentido, si bien las universidades, institutos, gobiernos y empresas izan la bandera del emprendimiento con bastante frecuencia y energía - me atrevería a decir que más por un tema cosmético que esencialmente ético- no parece estar clara la razón de ser detrás del enorme anhelo que poseen de formar y potenciar emprendedores. Luego, cabe cuestionarnos entonces ¿para qué queremos más emprendedores? Si bien por sentido común sabemos que supuestamente ayuda al desarrollo de las personas y comunidades, lo cierto es que en el ecosistema chilensis de emprendimiento no es muy frecuente ver debates más filosóficos al respecto. De hecho, de a momentos da la sensación de que para muchos “expertos” y “líderes” en el tema es mucho más urgente la necesidad misma de emprender que la discusión respecto del para qué hacerlo.
En efecto, no ha de sorprender que en las distintas cátedras, conferencias y eventos asociados a temas como la innovación y el emprendimiento sea muy común toparse con expositores que hablan más de slogans que de ideas, donde el uso de frases y videos motivacionales, o de metodologías tipo Canvas, terminan siendo más importantes que el trasfondo mismo de la acción emprendedora, dándole más protagonismo al maquillaje que a la sustancia ideológica que la compone. Sin ir más lejos, y a modo de ejemplo, he sido testigo que en algunas charlas y cursos universitarios se promueve entre los asistentes y estudiantes el slogan “vendo, luego existo”, con una convicción y ligereza que obliga el cuestionarse: ¿Es ese el mensaje que le queremos entregar a los futuros dirigentes y/o empresarios de nuestro país? ¿No es precisamente esa lógica la que ha desacreditado a nuestra clase empresarial frente a la opinión pública?
Lo cierto es que, al menos en Chile, el sector empresarial jamás ha comprendido el poder de las ideas. Y lo preocupante es que la camada que viene – esos que eufemísticamente llamamos “emprendedores”- tampoco lo tiene integrado. En efecto, hoy invierten más tiempo en leer manuales metodológicos que “cosas más filosóficas” -como algunos despectivamente describen -, y esa es una señal de alerta, porque en la medida que se promueva una visión únicamente tecnocrática y mercantil del emprendimiento en vez de una mirada política y social de los negocios, entonces se seguirá errando en el rol de los emprendedores, el cual es eminentemente social y tienen la enorme responsabilidad de sintonizar con el sentir de los ciudadanos, ¿o no es acaso eso lo que falló en Freirina, Aysén, Punta de Choros, Pascua Lama y Ventanas, entre otros?
En ese sentido, el declararse como emprendedor implica una ideología bastante clara. Es una declaración que afirma que no esperamos que el Estado resuelva todos nuestros problemas, pero sí que nos dé las oportunidades y herramientas para solucionarnos por nosotros mismos. Es exigir que nos enseñen a pescar en vez de regalarnos los pescados. Es el ejercer nuestro derecho a elegir y luchar por nuestros propios sueños pero haciéndonos conscientes y responsables de cómo eso afecta a los que nos rodean. Pero tampoco nos engañemos, sabemos que la meritocracia por sí misma no soluciona los problemas que Chile posee, que más oportunidades sin más inclusión no genera más justicia ¿Será acaso que quienes emprenden negocios también tienen algo que decir y hacer para construir un país más justo? ¿De qué nos sirve emprender nuestra propia empresa si remuneramos mal, tenemos prácticas antisindicales, no nos importa la calidad de vida de nuestros trabajadores y no pagamos a tiempo a nuestros proveedores?
En definitiva, hay mucha belleza y coraje en la idea de tener la libertad para asociarnos a otros y emprender una idea, pero si cosificamos esa libertad y la convertimos en un slogan que busca promover una visión economicista y materialista de la innovación y creatividad, entonces estamos matando la esencia misma del emprendimiento, estamos transformando una enorme virtud en un mero apetito. Y quiero creer - llámenme romántico, cartucho, latero- que el emprendimiento no se trata de eso, sino que de una convicción ideológica de cómo enfrentar los problemas, y que en la práctica se traduce en una visión país. Como diría Einstein: “El problema de las personas y los países es la pereza para encontrar salidas y soluciones…En vez de eso trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”
Gestion Corp. - Estrategia - Negociación
8 añosFelicitaciones Héctor, tu artículo trata de manera franca y valiente uno de los aspectos más importantes de la actual corriente emprendedora la cual no está contribuyendo de buena manera a desarrollar a nuestra sociedad como en algún momento se pensó. Muchos emprendedores no están dando testimonio de respeto por las personas y el medio ambiente con lo cual logran crear "ventajas comparativas artificiales", lo que lamentablemente solo contribuye a formar entornos de competencia desleal y depredatoria.