En mi empresa ¿quién manda?
Posiblemente pocas preguntas sean más determinantes que la que encabeza este post.
El tiempo me ha llevado a reducir a tres las razones que lo provocan:
1. Estratégico - Financiero
2. Accionarial
3. Personal.
Cada una admite, como podéis imaginar, multitud de facetas pero nos quedaremos en estas tres como simplificación de una realidad que, al fin y al cabo, en ellas se resume.
1. Hay quien piensa que todo es plan y por tanto a él nos debemos, también en la forma de actuar y por tanto de mandar. La consecución de unas cifras que, como mínimos, son determinantes y marcan un estilo de gobernar y en donde los resultados son claves y las personas son una de las causas de su obtención.
2. Para otros es el dividendo, la rentabilidad y por tanto la visión accionarial la que determina el buen o mal resultado alcanzado y desde él la futura gobernabilidad. Entiéndase que hay con la anterior una gran diferencia pues si en la primera el dato es el plan y ese es el documento de revisión, en este otro caso, es la rentabilidad comparada con otras inversiones alternativas la que se va a mirar, por tanto es una visión comparativa hacia afuera, mientras que en el supuesto anterior, esa visión es introspectiva. El equipo debe generar valor diferencial.
3. Finalmente, ante una dirección personalista, en donde el plan existe (siempre existe) en la cabeza de quien manda ejecutarlo y las participaciones accionariales, o bien coinciden en él gestor o bien se encuentran tan divididas y son, en sí mismas, de tan poca importancia que su figura es la que cobra autentica relevancia como razón fundamental del mando. En este caso, también las preguntas del entrevistado deben llevar a conocer esa realidad. Una labor “policiaca” que debe dar un buen resultado.
Pues bien llega el momento de saber por qué se está y que se espera de nosotros y de nuestra aportación al objetivo final. Entiendo que cuando nos vemos en una entrevista de trabajo, lo que debería de ser un juego de ping-pong se convierta en un frontón. Sin embargo, nos podíamos evitar más de un desengaño, más de una decepción. Lo digo en el doble sentido, por quien contrata y quien se presta a ser contratado. Que la legislación marque un periodo de prueba y que el mismo dure hasta los seis meses no deja de ser una cronología, más defensiva que de atajar la realidad de un problema, que, en lo personal y en la mayoría de las ocasiones, se resuelve con noviazgos mucho más largos. Quiero decir que estamos en la entrevista de trabajo (posiblemente la única ocasión en la que se ven entrevistador y entrevistado, antes de su "enlace") entregando lo que tenemos, lo más codiciado, a la otra parte. Ambos, en una necesidad inconfesable, dedicamos muy poco espacio en esa entrevista a la cadencia y a la forma de ejercer el mando y luego, desgraciadamente, surgen los desengaños.
Saber por qué se manda no es tan importante. Importa saber quién y cómo se manda.
MARCIAL BELLIDO
P.D. Analizaremos en un próximo post cómo actuar en esa entrevista de trabajo: preguntas claves.