¡Encontré la cura a la corrupción!
Una noche cualquiera, conversando con un grupo de amigos con una cerveza en mano, uno de ellos comenzó a narrar la historia más emocionante que había tenido. Todos estábamos expectantes, pues sus historias nunca decepcionaban; así que, comenzamos a escuchar. “Locos, no saben; el otro día, después de una chupa, me regresé tomado en el carro de mi viejo a toda velocidad por la perimetral. Como a la mitad del camino, unos pacos me comenzaron a seguir. Yo, ni loco me iba a dejar atrapar; aparte, no había llevado licencia. Le metí al carro, no sé si 150 o 180 Km/hora; pero, volaba. Estaba a punto de llegar a mi ciudadela privada, luego de 10 minutos de persecución, y me paró el infeliz. Yo le dije al pana que le daba uno de $100 - que el papá siempre le dejaba en la guantera por cualquier eventualidad -; pero que no moleste. El policía se fue con una sonrisa en la cara, pues había hecho su noche”. Sorprendidos por la aventura, todos comenzamos a celebrar lo acontecido.
Todos conocemos, por lo menos, a un amigo o familiar que celebra cuando irrumpe la ley y se sale con la suya. Pero, al mismo tiempo, criticamos los casos de corrupción tan execrables como utilizar el carné de discapacidad para beneficios no merecidos, robar millones de nuestros impuestos y repartir hospitales por amistades o, peor aún, por favores políticos. Al mismo tiempo, muchos dicen: “estoy cansado de este país, quisiera irme a otro”.
Hace un par de años, recuerdo haber visto una entrevista a Fabricio Correa, en que él decía que había encontrado la cura a los casos de corrupción y que tomaba 4 horas resolver el problema: el tiempo que toma volar de Ecuador a Miami. Sorprende cómo, estas mismas personas que quebrantan la ley, festejan o son permisivas ante estas violaciones, se van a Miami y no se les pasa por la cabeza manejar borrachos o, peor aún, sobornar a un policía. Es como si todos fuéramos géminis y, de repente, pisamos suelo americano y somos otros. ¿Acaso los personajes públicos que han huido de la justicia se les hubiera ocurrido sobornar a un policía en Miami? ¡Por supuesto que no! Otra historia hubiera sido en Ecuador donde, probablemente, hubieran usado una frase tan común por muchos como: “¿Es que acaso no sabes quien soy?”. La diferencia, por supuesto, no es el aire ni el agua de Miami. Es la sólida institucionalidad que tiene, no sólo Estados Unidos, sino muchos países que nosotros admiramos, donde tus actos tienen consecuencias y la probabilidad de que “si la haces, la pagues” es muy alta.
En Ecuador, si los policías estuvieran conscientes que aceptar sobornos tendrá penalizaciones; si la fiscalía tuviera un departamento de investigación capaz, sigiloso y proactivo, que no funcione solamente en reacción a las denuncias que hacen los periodistas; si la autoridad tributaria fuese lo suficientemente sofisticada como para detectar fraudes fiscales, y las penas hacia los ladrones fueran severas, el comportamiento de los individuos sería muy distinto. El trabajo del gobierno no consiste en ser nuestro papá, darnos un empleo -usualmente improductivo- en el sector público o cuidar nuestra salud, sino en proporcionar instituciones sólidas que funcionen de manera eficiente y que nos permitan crecer económicamente y como sociedad. Para que este cambio se comience a generar, debemos empezar poniendo el ejemplo desde el hogar, obrando siempre con honestidad y seriedad, con el convencimiento de que hacer lo correcto es lo normal y hacer lo incorrecto, pasarnos de “vivos” sobornando, engañando o robando, es execrable. Es mejor siempre aprender a las buenas; sin embargo, si eso no fuese suficiente, en una sociedad civilizada, serán las instituciones sólidas las que permitirán que se aprenda, lamentablemente, a las malas. Solamente así no necesitaremos un viaje de 4 horas en avión para curar la corrupción que tanto daño hace y tanta desesperanza nos ocasiona.
Equity Research
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4 años👌👌👌