#Entrevista #TodoPersonal: Historias y Rayuelas de Raposo
Con una puntualidad “no muy habitual”, según sus propias palabras, Leandro Raposo llega a la cita virtual desde su casa en las afueras de Barcelona para participar del #TodoPersonal de la Escuela de Creativos Publicitarios.
“Como toda memoria, es selectiva; asíque no voy a contar la realidad sino mi realidad, lo que me acuerdo de cada momento”, advierte.
Pasó su niñez en San Cristóbal, un barrio porteño entre Boedo, Balvanera y San Telmo. “Un barrio medio indefinido -describe Raposo-. En esa época, hace bastantes años, era un barrio típico de Buenos Aires de clase media. Muy cocolichero arquitectónicamente hablando, pero con un aspecto social muy lindo. Te encontrabas casas diferentes, desde un chalet con dos Leones en la puerta del vecino al que le iba bien hasta el conventillo que cobraba atrasado a la gente”.
Sin embargo, los primeros años no fueron fáciles. “Al comienzo de mi vida me cagaron un poco a patadas y fui, digamos, un sobreviviente. Apenas nací me operaron del corazón, fue la primera operación de ese tipo en Latinoamérica que se hizo en un niño de tres años. Una patología congénita”, cuenta en la nota.
Hace poco más de un año, en uno de sus hilos en Twitter, el creativo hacía referencia a aquello y decía: “Mi viejo siempre me dijo que yo había nacido dos veces. Una el 19 de octubre de 1972. Otra, tres años más tarde, cuando operaron a ese pibe que fui a corazón abierto”. Sin embargo, en ese mismo hilo reconocía un tercer nacimiento: aquel que le enseñó que existe el amor a primera vista y que le permitió confirmar aquello que ya sospechaba: la riqueza de la experiencia de ser padre. “Yo creía que iba a estar ayudándote a despeinarte y llegaste vos a despeinarme completamente a mí”, decía Raposo, hace un año, en alusión a una carta que escribió varios años atrás, pensando en una futura hija, que hoy ya tiene 6 años, y dándole instrucciones para ser mujer en el siglo XXI.
-¿Cómo fue tu infancia?
-Fue una infancia feliz. De ir a colegio público, jugar a la pelota en la vereda y el barrio. Mi núcleo central de amigos sigue siendo el que conocí a los 4 años. Teníamos un club que se llamaba Los Leones de San Cristóbal, yo era el arquero. Una época feliz, pero a la vez bastante jodida para estudiar. Soy del ’72. Empecé la primaria en la época de los milicos.
-¿Cómo era tu familia por entonces?
-Mis viejos ya estaban separados en esa época. Mi vieja estudiaba psicología, carrera que fue prohibida por los milicos, quienes estudiaban eso eran perseguidos, entraban a las casas, revisaban los libros.
-¿Tu mamá fue una gran influencia para vos?
-Mi vieja ya falleció, pero la amo con locura. Era la mina más brillante que conocí. Vida Alba, hija de anarquistas, además de psicóloga, era una persona muy intuitiva, que tenía la capacidad de sacar a la luz lo oculto de la gente en términos cualitativos, de una manera como no vi jamás en mi carrera.
Pero en ese momento yo estaba en otra. Me interesaba la música, la militancia estudiantil. Muchas cosas que no tenían que ver con la investigación de mercado con la que convivía en mi casa. Sin embargo, mi vieja tenía también un grupo de amigos que era muy liberador, con mucha apertura mental. Me acuerdo reuniones en casa, asados, y salir a las 2 de la mañana a buscar fogatas de San Pedro y San Pablo en Mataderos, de donde era ella. Fue una infancia liberadora mientras militaba.
-Algo de toda esa influencia quedó demostrado en tus inicios en la publicidad…
-En medio de ese contexto, había una revista que, si no recuerdo mal, se llamaba “El Publicitario”, que hacía Juan Gujis, creador del programa de televisión “El show creativo”, que durante mucho tiempo se emitió los sábados a medianoche. No sé cómo me crucé con eso, pero había un concurso que organizaban junto con Greenpeace y la propuesta era hacer un aviso de gráfica (yo no tenía ni idea de qué era eso) sobre la tala de árboles en Argentina. Pero me enganchó la consigna y mandé tres ideas que hice con ayuda de conocidos y amigos. Gané el primer y el tercer premio (se ve que mucha gente no participó). Era la beca para cursar la carrera completa en la Escuela de Creativos.
-¿Sabías de qué se trataba?
-No había cruzado la avenida Juan B. Justo para el norte en mi vida. Ir a Belgrano era toda una experiencia; para mí era como ir a África. Además, todavía estaba en la secundaria. Tenía 16, 17 años. ¿Qué hago con esa beca, no? Asíque empecé a ir a la noche. Y descubrí que era una manera amena de contar historias que me interesaban contar. Me atrajo el enfoque, era muy holístico, muy completo. Tenía profesores de redacción a los que les debo todo. Me hacían leer literatura y me enseñaban a escribir imitando o copiando, en el buen sentido, a determinados escritores. No sé en qué escuela de creativos en el mundo hispano leen a François Rabelais.
¿Ahí empezó a enamorarte un poco la publicidad?
-No solo me terminé enganchando con la publicidad, sino que ideológicamente también encontré muchas cosas posibles e interesantes que desde afuera tampoco había visto. Una herramienta para comunicar. Entonces tuve esa sensación maravillosa -que poca gente en el mundo tiene- y que me duró mucho tiempo de que, si me pagaban por hacer eso, básicamente, no lo podía creer. Supongo que es lo más parecido a la vocación. Algo que harías gratis y encima te pagan.
-Sin embargo, contabas que antes de llegar a eso te interesaba la música. ¿Tocabas algún instrumento?
-Toqué la batería durante un tiempo con mucho ritmo y pasión, pero poco talento. Seguía mucho a los Redondos a todos los lugares y antros. Me encantaban los Stones. De hecho, cuando tuve algo más de guita me hice varias giras. Me iba quince días a Estados Unidos y por ahí me veía ocho conciertos en distintos lugares.
-“Lujos” de la publicidad… Más allá de poder dedicarte a algo que harías gratis y que encima te pagaran, como decías antes, ¿qué cosas te permitió hacer la profesión, que de otra cosa no sabés si hubieras podido?
-De lo caprichosa que es la publicidad, también es maravillosa. Conocí gran parte del mundo gracias a ella. Cumplí un montón de sueños personales. Desde conocer el mundo y tener la posibilidad de vivir en otro país hasta laburar para (Diego) Maradona, Cristina (Fernández), Fidel Castro, y no solo dentro de la política, sino para escritores, junto a directores que son mis ídolos. La posibilidad de aprender de mucha gente. Como este es un laburo tan generalista hay mucho loco suelto que termina aca y eso te cruza con personas muy talentosas que vienen de otros lados. Estoy muy agradecido de lo que me hizo conocer y de lo que pude contar a través de ella, con la excusa de que estaba haciendo publicidad. Ese es un gran valor agregado. Porque yo hubiese pagado por hacer un corto de muchas de las cosas que tuve la posibilidad de hacer y que me paguen por eso.
-¿Por ejemplo?
-Un proyecto que me permitió conocer a la viuda de Cortázar y todo lo que eso significa, Julio Cortázar es uno de mis ídolos. Estoy muy agradecido. Este es un gran laburo. No sé cómo será ahora postpandemia, pero yo conocí los lugares más insólitos. No se trata solo de viajar a filmar a Vietnam, sino de ir a un pueblo que jamás en la vida hubieras conocido, porque ahí están unas trincheras particulares y justo había que filmar eso. En eso, la publicidad es parecida al cine, es caprichosa. Todo está en la cabeza. Me acuerdo, en la época de A&B, estábamos en Córdoba filmando la publicidad del diablo (para Renault Clio), en el medio de la sierra, con un quilombo infernal de fuego, señoras haciendo pasteles de membrillo para el rodaje, coches que venían de Alemania. Yo miraba a mi alrededor y pensaba que todo esto salía de una cabeza. Es fantástico cómo se crea una historia de la nada misma y eso genera algo en la realidad.
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-La militancia es algo que te acompañó desde chico. ¿De dónde vino esa influencia?
-Creo que hay algo en los genes, mi abuelo era anarquista, vivía en Mataderos, era radioaficionado, poeta y tenía una biblioteca con radio en su casa para el barrio. Mataderos en ese momento era un barrio muy pobre. Él era un pensador y estaba muy involucrado con lo que pasaba. Fue antiperonista cuando vino Perón. Después, cuando Perón se volcó más hacia lo social, se hizo profundamente peronista. Su casa era como un centro cultural. Hay gente de Mataderos que tiene poemas de mi abuelo enmarcados en la pared.
Pienso que, por ejemplo, mi viejo y mi vieja son muy diferentes, pero en su viaje de boda fueron a Chile a ver a Salvador Allende, en carpa.
-¿Qué significa para vos esa militancia, la política en sí?
-Me parece que el sujeto político y eso de lo que huimos tanto, los publicistas y la gente en general (porque la política no es cool), es fundamental para la vida. Siento que cuando hago algo en política hablo de temas que modifican a la gente. Para un lado o para el otro. No digo que sea importante lo que yo digo o mi postura, sino la temática en sí. Es algo muy importante para mí. Trillé mucho la provincia de Buenos Aires militando. Argentina tiene una base impresionante de muchas cosas, pero también tiene muchas desigualdades. Está bueno canalizar desde la política. Creo que es una preocupación sana.
-¿Cuántos años hace que estás en España?
-Vine por un año y llevo catorce en España, ocho en Barcelona.
-¿Por qué España? ¿Sentís que encontraste tu lugar en Barcelona, o simplemente es tu presente?
-Bueno, creo que no hay que hablar de cosas tan permanentes, sobre todo de un tipo que no conozco, que soy yo dentro de unos años.
Siempre me atrajo la posibilidad de vivir en otro país. España siempre me gustó. Vine siendo muy joven en esos arranques de tener un billete en el bolsillo y gastarlo en viajes, que es lo que hice mayormente. Me acuerdo estar en la Plaza Mayor de Madrid y decir “yo voy a vivir ahí”. Y es lo que hice. No en ese departamento, pero cerca.
-¿Cómo es para vos esa experiencia de vivir en otro país? ¿Por qué te atraía?
-Si bien es difícil, porque no sos de ningún lado, ni del lugar al que te fuiste ni de donde venís, pero hay algo de cercanía con España. Me parece el mejor lugar con sol para hacer publicidad. Y la idiosincrasia, todo. Ahora tengo mi vida hecha acá, tengo una hija catalana, dos agencias en España. Vivo en las afueras de Barcelona, en un terreno que linda con una reserva natural. Estoy a 400 metros de un bosque. Me siento de acá. Pero no gallego. Soy una mezcla. Sí me parece útil para cualquier ser humano, y creo que tendría que ser obligatorio como derecho humano, vivir en otro lugar que no sea el que naciste, porque te enriquece, te hace valorar cosas que tenías y dejas de tener y te hace más humilde.
-En su momento, en Argentina, eras parte de la elite de creativos que eran los más hot del momento. ¿Sentís que en algún momento se te subió la fama a la cabeza?
-Creerme mil, no, porque soy de San Cristóbal y, en el fondo, no te lo crees. Creo que en la época de A&B nos fuimos al carajo. Pero también fue lo divertido de ese momento. Éramos un grupo de pendejos que no teníamos otra cosa que hacer u otra responsabilidad más que la publicidad, en un lugar donde estábamos todos locos, y estábamos con dos tipos brillantes, que estaban en su momento más loco; éramos como un dream team, no había diferencia entre el trabajo y la vida. Eso te genera omnipotencia. Todo el talento que había ahí. Me acuerdo, por ejemplo, que en esa época íbamos a dar clases a La Escuelita con Santi Lucero y Santi Chaumont. Alguna vez, con el sueldo que cobrábamos como profesores, fuimos directo a Ezeiza el viernes a la noche después de la clase y nos sacamos un pasaje a Miami. A la mañana siguiente nos despertamos ahí. Teníamos una frase en ese entonces que era: “Total paga Vidal” (risas). Eso ahora sería imposible. El uno a uno hizo muy mal. Volviendo a la pregunta, no sé si se te sube a la cabeza en el sentido de creerte Gardel, pero sí es verdad que estábamos en un microclima muy fuera de la realidad.
-¿Cómo te llevás con las frustraciones?
-Los años te dan la capacidad de no creerte tanto los éxitos, y tampoco las derrotas. Sin embargo, siempre fui de la idea de que si esto no lo hacés divirtiéndote o disfrutando, se nota en el trabajo final. Todo lo que sea someterte a una presión innecesaria, contamina la receta.
No digo que no tuve rabietas, frustraciones o situaciones donde creía que tenía la única verdad o estaba muy ilusionado con algo y de repente no iba. Pero, a la distancia, tengo una teoría para evaluar ideas en general.
-¿A ver?
-Creo que hay que mirar quién pone los huevos para hacerlas. Hay ideas que creemos geniales, pero le estamos pidiendo al cliente que ponga mucho de su parte. Ya sea porque es algo muy jugado o porque requiere mucha inversión y no tiene esa guita. Hay un segundo tipo de idea, en la que la exigencia se la ponemos al consumidor. Son esas ideas geniales pero que le pedís a la persona que está en su casa que se baje una app, complete un formulario y se vaya vestido de Pocahontas a la plaza mayor de Madrid. Claro, te sale bien pero porque el consumidor le puso unos huevos terribles para llevarla a cabo. Y hay un tercer tipo de idea en la que los huevos los pone el creativo. Estas son las que mejor salen. Porque los otros dos no te pueden decir que no. Y el resto simplemente piensa en cómo no se le ocurrió, si era algo que estaba a la vista.
-¿Te cambió la paternidad?
-Siempre fui sensible… Ahora tengo una excusa. Estoy muy agradecido y en un aprendizaje diario. Mi hija se llama Sofía, como la carta que escribí cuando hice el manifiesto de Sedal. Si en la publicidad creía que tenía algo para enseñarle a una hija por nacer, en la realidad me supera en todo sentido. Me enseña todo el tiempo. Te cambia. (Espero que no vea ese video por nada del mundo, a ver si todavía hace todo lo que le dije que haga).
Yo tenía una “pelea interna” con un DGC de Thompson China, con quien nos veíamos en las reuniones regionales por el mundo. El debate era si una persona era más creativa con o sin hijos. Nos preparábamos para cada reunión, mirábamos los leones de Cannes y separábamos cuáles habían sido hechos por creativos con hijos y cuáles por creativos sin hijos.
-¿De qué lado estaba cada uno?
-Su teoría era que cuando uno tiene un hijo se vuelve más conservador y tiene más miedo de perder el trabajo; lo cual tiene su punto, porque se depende más del sueldo entonces no se es tan alocado. Pero mi teoría era que la gente con hijos es más creativa porque los hijos son una fuente de apertura emocional y de inspiración incomparable. No hay obra de teatro, película de cine ni nada que te abra emocional y sensorialmente más que un hijo.
Con el tiempo nos fuimos los dos de Thompson y esa guerra quedó inconclusa. Pero yo corroboré mi teoría con Sofia.
Socio fundador en Sioux meet Cyranos Madrid
3 añosAlgo muy especial y difícil de encontrar hoy en dia en ntra profesión y en el mundo que vivimos… Siempre llega un poco más lejos que cualquiera de nosotros..!! Como a todo genio.. a veces le mataría… pero me puede mi natural bondadoso..!! Gracias por encontrarnos… Socio..!!
Jefe de área proyectual / Carrera Lic en Diseño Gráfico en UFLO - Universidad de Flores
3 añosHermosa nota... hermosas historias... gracias!
Head of Agency | Director de Estrategia de Marca y Contenido | Data-Driven Creativity | B2B, B2C Marketing | Business Transformation | Telcos | Latam | 1 of 10 Most Effective Marketers in Colombia (2022)
3 añosMuy buena nota. Bien preguntada y bien respondida ;)
Coach in LIAisons /Lia Awards/ Jury at Global Effie, Young Lions Cannes/ Warc Awards, Luum, Ame Awards, Latam Effie, Webby Awards. Mentora. +20 years of experience loving creativity 🚀 Strategy obsessed
3 añosUno de los culpables de que yo ame la publicidad 🙌🏻 me gusta su manera de hacernos sentir, de acuerdo con Sebas, es un chamán