¡Eres justo lo que estamos buscando...!
Si, eso fue lo que me dijo el Director General en la entrevista final que me realizó, previo a ofrecerme un cargo Directivo en su empresa. Yo estaba entusiasmado porque al fin regresaría a laborar en un giro que amo, además de tratarse de una posición que significaba un avance en mi carrera profesional. Era tanta mi felicidad, que hasta opté por aceptar un paquete de compensación menor al que tenía en mi empleo previo, pero en fin... No todo se trata de dinero, me dije.
Bastaron solo tres meses para darme cuenta que me habían engañado brutalmente (incluyendo al Head Hunter que había liderado mi proceso con esta nueva empresa). Yo no era lo que necesitaban, si no lo que pensaban necesitar orillados por la mejora de los resultados y una "evolución" en la forma en que se realizan algunos procesos. La necesidad existía y era evidente, no así el deseo de romper paradigmas y dejar de lado prácticas añejas que no solo impactaban de manera negativa algunos de los resultados del negocio, sino que formaban parte de una Cultura empresarial y de toma de decisiones que provocaba un alto índice de rotación en la estructura administrativa de la empresa.
No había una lienzo en blanco para la generación de ideas y propuestas como se me vendió, por el contrario, era una cultura en donde todo se centralizaba (hasta la decisión más mínima debía tener la "Bendición Papal" antes de ejecutarse); lo que provocaba una parálisis en la gestión, aún para aquellos más talentosos e innovadores. Por cierto, los mismos que poco tiempo después terminaban saliendo de la empresa...
Lo anterior es el resumen de una charla que tuve con un candidato que entregue a uno de mis clientes (si, yo fui el HH que mi candidato sintió que lo había engañado), cuando después de los primeros tres meses en su nuevo empleo, le di seguimiento. Esto me invitó a reflexionar acerca de la verdadera necesidad de alinear las expectativas "soft" entre empresa y candidato, durante el proceso de selección. Y ojo, no estoy diciendo que no se deba hacer, de hecho sigo firme en que no solo es necesario, sino fundamental hacerlo; sin embargo, ¿qué tanta valía tiene cuando la empresa no es coherente con lo que piensa y lo que hace?, ¿cuándo el miedo da paso a la resistencia al cambio?. Creo que ambos se quedan girando en torno a un circulo viciosos en dónde la empresa puede mejorar, pero no quiere, y en empleado quiere mejorar, pero no puede (o mejor dicho, no lo dejan). Así como los candidatos deberían tener claras sus expectativas para tomar un empleo, las empresas también deberían tener claras las propias para que realmente se de una alineación de ambas partes.
En este caso mi candidato está tomando la decisión de dejar la empresa (ni hablar, a cumplir con la garantía), y tendrá que buscar un nuevo trabajo, después de haber dejado uno con casi 8 años de antiguedad, para tomar este "reto" al que lo invité. Mi cliente, por su parte y dicho sea con modestia de la mía, creo que esta perdiendo uno de los mejores talentos que se pudo haber encontrado en el mercado, para lograr su tan "necesaria mejora".
Como dijo alguna vez Jim Rohn, "Si no estás dispuesto a arriesgar lo habitual, tendrás que conformarte con lo ordinario"... Nos seguimos leyendo.