¿Estás pensando demasiado?

¿Estás pensando demasiado?

Nuestros pensamientos se convierten en una tormenta constante cuando no somos conscientes de ellos.

Día a día tenemos diferentes pensamientos en nuestra cabeza sobre el trabajo, las cosas que hemos estado leyendo, las tareas del hogar, las finanzas, las preocupaciones sobre la gente cercana a nosotros, el mundo, los proyectos, etc. etc. etc.

Descansa tu cabeza cansada

Por “cabeza” me refiero a los aspectos cognitivos de la experiencia, como planificar, analizar, obsesionarse, considerar, preocuparse, hacer pequeños discursos mentales, repasar situaciones o conversaciones y tratar de entender las cosas.

“Cansada” significa estar fatigada debido a un esfuerzo o resistencia continua, a veces también con una sensación de estar consternado, incluso deprimido.

Cuando tus procesos de pensamiento están agotados, no te sientes bien.

No estás relajada/o, y probablemente estés estresada/o, lo que irá desgastando tu cuerpo y tu estado de ánimo. Y es más probable que cometas un error o una mala decisión.

Cuando la mente está rumiando, el contenido emocional suele ser negativo, molestias, amenazas, asuntos, problemas y conflictos, y eso no es bueno para ti. Tampoco es bueno para los demás que estés preocupada/o, tensa/o o agotada/o todo el tiempo.

Por otro lado, cuando descansas tu mente ocupada, dejas de desgastarla y empiezas a sanarla y repararla.

¿Cómo evitar el agotamiento mental?

  1. Evalúa rutinariamente tu estado de ánimo y pregúntate: ¿En qué estoy pensando? ¿Es un pensamiento eficaz? ¿Quiero seguir pensando en esto?
  2. Dale a tu mente pequeños descansos. Exhala; esto hace que la área parasimpática del sistema nervioso, que es calmante y reparador, reduzca tu ritmo cardíaco; cuanto más larga sea la exhalación, mayor será la activación parasimpática, calmante y reparadora.
  3. Lleva tu conciencia a tu cuerpo, ya sea sintiendo tu respiración o prestando atención a tus movimientos al caminar o al coger una taza.
  4. Da un paso atrás y obsérvate con una perspectiva más distante, como si te estuvieras viéndote desde las alturas. Intenta verte a ti mismo de una forma más impersonal, sin tomarte las cosas de forma tan personal, desapegada/o de las circunstancias y acontecimientos que ocurren en tu vida. Esto tenderá a activar los circuitos de los lados de tu cerebro que están asociados con la conciencia espacial, la conexión con el presente, la liberación de los diálogos internos y un sentido menos agobiante del yo.

Muchas de las cosas a las cuales le damos vueltas en la mente constantemente son, francamente, una pérdida de tiempo.

No resuelven ningún problema, ni evitan que ocurra algo malo, ni nos llevan a la paz con los demás ni con nosotros mismos. Y es profundamente antinatural.

A medida que evolucionamos, nuestros antepasados probablemente experimentaron más agotamiento físico que mental en comparación a la mayoría de las personas que viven hoy en la era moderna. En consecuencia, nuestros cuerpos están adaptados al cansancio, pero nuestras mentes no.

Puede ser que durante un breve periodo de tiempo, la semana de los exámenes finales, un mes intenso en el trabajo, un año exigente con un nuevo bebé, o una enfermedad imprevista, a veces tenemos que poner la mente a tope y resistir. Pero como forma de vida, esto es inhumano.

Tenemos que oponernos a la ajetreada actividad mental que se ha convertido en la nueva normalidad en la vida humana moderna.

Nos bombardean con cosas por todos lados en las que pensamos durante todo el día, nos inundan con palabras e imágenes que tenemos que procesar y nos obligan a hacer malabares con complejidades sin precedentes.

Nuestras mentes están siendo arrastradas por una cultura sin límite de ajetreo, impaciencia, logros y metas, pero el cuerpo y el cerebro humano tienen un límite, una capacidad natural de carga, y cuando la superamos siempre hay un precio alto que pagar.

Recuerda, cada vez que te apartas del ajetreo mental, es un acto de libertad, bondad y sabiduría. Es un acto de amor propio.

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