(Re)definiendo la idea del dinero: La ilusión compartida del dinero.
El tiempo es oro
Es una frase que apuesto que la mayoría ha escuchado antes. Y probablemente sea una frase que hayas aceptado como verdad.
Hace unos meses, empecé a preguntarme: ¿Es el tiempo realmente dinero? Y si no lo es, ¿cómo cambia eso la forma en que pienso sobre mi tiempo y mi dinero?
Hoy comienza una serie que explora estas preguntas. Las abordaré desde diferentes ángulos y aspectos para que podamos tomar decisiones más intencionadas sobre cómo utilizar nuestro tiempo y nuestro dinero.
Primero un poco de contexto
Cuando leí por primera vez el libro “Less is more” de Jason Hickel, tuve un despertar profundo en relación con las creencias colectivas que he adoptado durante la mayor parte de mi vida sobre el tiempo, el dinero y mi valor como persona.
Aquí un poco de historia:
“El tiempo es dinero” es una frase encontrada en el ensayo de Benjamin Franklin de 1748, “Consejos para un joven comerciante”. Este extracto anima al lector a considerar el dinero que podría llegar a gastar si se toma un día libre, así como el dinero que perdería por no trabajar.
No sé tú, pero yo tengo la impresión de haber hecho ese cálculo repetidamente desde muy joven, cuado trabajaba con mi papá. Parece que nacemos con esta idea ya codificada en el cerebro.
Max Weber cita repetidamente esto en su libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”. Lo ve como una especie de punto de inflexión entre el paso de la ética divina o espiritual de la vocación a la ética secular del capitalismo.
Y recuerda que esta frase se remonta al menos a 1748. Son 274 años de adoctrinamiento cultural de esta idea.
Ahora bien, si todo esto suena como si estuviera completamente en contra de considerar el tiempo como dinero (o el dinero como tiempo), no lo estoy. Pero creo que es un tema increíblemente complicado que merece la pena cuestionar en lugar de aceptarlo simplemente como un hecho en nuestras vidas.
Para empezar esta inmersión en la idea de si el tiempo es realmente dinero, quería hablar del dinero. De lo que es el dinero en realidad, de cómo pensamos en él y de por qué es importante la forma en que pensamos sobre el dinero.
Comencemos por lo básico.
¿Qué es el dinero?
“El dinero es una ilusión compartida”.
El dinero es valioso porque creemos que lo es, no porque tenga un valor inherente. El dinero se basa en un acuerdo colectivo y no en un valor intrínseco.
El dinero adquiere valor porque tú y yo (y millones de personas más) creemos en su valor. Lo creemos lo suficientemente como para utilizar el dinero como medio de intercambio y pagar impuestos y salarios. El gobierno nos incentiva a producirlo, pero en última instancia, sin la confianza de nosotros, los consumidores, las divisas no tendrían tanto valor.
El dinero también existe para facilitar el intercambio de bienes, compra y venta. En lugar de que cada intercambio sea una negociación sobre cuántos huevos valen un kilo de trigo, podemos asignar un valor monetario a cada producto y luego decidir de forma independiente si queremos cambiar nuestro dinero por los huevos, el trigo o un teléfono nuevo.
Ahora volviendo al tipo de dinero sobre el que tenemos un acuerdo colectivo estable. Puede ser difícil integrar la idea de que el dinero es una ilusión compartida, porque es una parte “importante” para nuestras vidas.
Nuestra supervivencia moderna, en muchos sentidos, depende de cómo ganamos y gastamos el dinero.
Y esta es una dualidad interesante; el dinero es a la vez una ilusión y la clave para nuestra existencia contemporánea. Una vez que empezamos a examinar lo que es el dinero en su esencia, podemos empezar a preguntarnos a nosotros mismos: ‘Si el dinero se basa en una creencia colectiva, entonces, ¿de qué otras formas interactúo con el dinero basado en estas creencias?”
Lo que creemos sobre el dinero influye en la forma en que interactuamos con él.
Es la razón por la que tú y yo podemos tomar decisiones monetarias drásticamente diferentes, y seguir siendo las decisiones correctas para nosotros.
El dinero no es una verdad fija, universal, sino que es más una representación fluida y relativa del valor, que siempre es personal. Lo que yo valoro no es lo que tú valoras. Lo que tú valoras no es lo que yo valoro. Lo que cada uno de nosotros valora es debido a nuestras circunstancias, valores, preferencias personales y prioridades. E incluso dentro de esa relatividad, también está la idea de cómo se relaciona el valor con los recursos disponibles.
Imagina que estás en una tienda exclusiva de ropa con una amiga y que la oferta del día sea de “lleva cualquiera de las prendas con el tiquete rojo por solo 1 dólar”. Si conoces la marca de la tienda, sabes que ese precio es una ganga. Le dices a tu amiga: “¡Me encanta esta marca! Compremos un par de prendas, es un precio muy bueno”.
Pero tu amiga tiene dudas. “¿Prendas de esta marca a 1 dólar?”, “Es un poco sospechoso”. Tal vez sean viejas. Tal vez tengan algún defecto. Tú y tu amiga tienen la misma información financiera en ese momento. Es el día de oferta y las prendas con el tiquete rojo solo cuestan 1 dólar. Pero cada una de ustedes trae sus creencias sobre el dinero y el valor de este ante aquella circunstancia. El resultado son dos enfoques drásticamente diferentes sobre la posible compra.
Nuestros valores, nuestra historia personal, nuestra educación, nuestra ubicación geográfica, nuestra cultura, nuestra clase social… todo esto y mucho más influye en la forma en que nos acercamos a esa oferta.
También lo hacen las creencias que tenemos sobre nosotros mismos. Muchas de nuestras creencias personales sobre el dinero son basadas en nuestra creencia de que “no somos lo suficientemente buenos”.
Podría ser fácil considerar esto como un “asunto de mentalidad de dinero”. Sin embargo, nuestra ansiedad por no ser lo suficientemente buenos se basa en experiencias reales.
Debido a que pensamos que no somos lo suficientemente buenos, tomamos los empleos que se nos dan, aun cuando estos no sean los mejores, y sentimos una obligación de estar agradecidos por ello, agradecidos por ser incluidos, por pertenecer, por la oportunidad.
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Pero con el tiempo, muchos despertamos y comenzamos a cambiar esta historia y decimos emprender por nuestra propia cuenta para poder regular el valor de nuestro trabajo de forma más eficaz. Y… aun así, seguimos cobrando poco por los servicios que ofrecemos.
Nuestro trabajo con la relación del dinero es un trabajo más profundo en el cual tenemos que aprender a procesar nuestras creencias y experiencias para entender por qué nos causa tanto dolor el tema del dinero.
A esto me refiero cuando hablo de entender tu mentalidad de dinero. No se trata de “cobrar lo que vales” ni de invertir en ti mismo. En realidad, se trata de un proceso que consiste en traer a la luz historias inconscientes, entender que nuestro condicionamiento cultural tiene mucho que ver con ellas y encontrar formas de obtener recursos para cambiar nuestra forma de pensar.
“Pensar en grande” no es más que un parche que cubre un problema mucho mayor. Si intentas cubrir tus heridas del dinero con la idea del “cobra lo que vales”, no llegarás muy lejos sin desangrarte. Por eso muchos de los consejos sobre la mentalidad del dinero son poco eficaces.
Antes de poder escribir una nueva historia de una relación más saludable con el dinero, tenemos que decondicionar y procesar historia poco eficaz que ya tenemos.
“La calidad de tu pensamiento influye en las decisiones que tomas”
Por eso tenemos que enfocarnos por llegar realmente al corazón de la forma en que pensamos sobre el dinero, en lugar de tratar de cubrirlo con afirmaciones y consejos financieros. Cuando dices algo como “cobra lo que vales” para disimular tus sentimientos de insuficiencia, la insuficiencia se va a filtrar de todas maneras. Esos sentimientos no examinados y procesados influyen en tu toma de decisiones. Encontramos maneras de racionalizar una decisión impulsada por nuestra historia original y negativa sobre el dinero, en lugar de la que creemos que nos estamos contando.
“¡Simplemente, siente tus sentimientos por adelantado! Reconoce que eres una criatura emocional. A veces tus sentimientos se interpondrán en tu camino. Siéntelos y gestiónalos y regula tu sistema nervioso.
La calidad moral del dinero
Cuando empezamos a hablar de cómo nuestras creencias influyen en nuestras decisiones con el dinero, inevitablemente caemos en suposiciones sobre la calidad moral del dinero. El dinero y lo que hacemos con él parecen indicar si somos buenas o malas personas, buenos o malos ciudadanos.
Y los mensajes en torno a esto están por todos lados. “Tener dinero es bueno y, si no lo tienes, será mejor que te esfuerces por conseguir más para poder sertir que vales”.
Estamos demasiado centrados en nuestros propios defectos personales. Hiciste algo mal. Eres malo. No eres disciplinado. Pero lo que realmente pienso es que debemos centrarnos en estos sentimientos negativos de vergüenza y culpabilidad, y explorar y entender de dónde provienen. ¿Quién te ha enseñado que debes avergonzarte de esto? ¿De dónde sacaste eso? ¿Fue un el colegio? ¿Fue tu religión? ¿Fue tu familia?”.
Recogemos muchas expectativas de la familia, los amigos y la sociedad y cuando no vivimos de acuerdo a esas expectativas, nos sentimos mal. ¿La respuesta?
Necesitamos una mejor educación financiera, una educación que no solamente nos enseña a ahorrar y a invertir nuestro dinero, sino que una educación que nos ayude a sanar nuestra relación más profunda con el dinero.
En ningún lugar es más frecuente la moralización del dinero que en el debate sobre el endeudamiento.
¿Qué pasa con la deuda?
La deuda es como el fuego. El fuego tiene beneficios: nos permite cocinar la comida, por ejemplo. ¿Pero si ese fuego se descontrola? Bueno, entonces hay un problema. La deuda tiene importantes beneficios. Sin la invención de la hipoteca, muchos de nosotros no podríamos ser propietarios de un inmueble.
Sin un préstamo o una tarjeta de crédito comercial, no podríamos realizar inversiones para el crecimiento de nuestras empresas. Pero la deuda puede descontrolarse rápidamente. Y es entonces cuando se convierte en un problema. Pero no debemos mirar las cosas con una visión de túnel de “la deuda es mala”. El pensamiento en blanco y negro rara vez (¿tal vez nunca?) nos beneficia. Pero si tenemos el derecho a cuestionar todos los aspectos de la vida moderna que pueden tener un gran impacto en nuestras vidas.
¿Es el tiempo dinero?
¿En qué sentido es cierto? ¿En qué sentido no es cierto? ¿Y cómo puede beneficiarnos o perjudicarnos a nosotros y a nuestro trabajo la creencia fundamental y no examinada de que el tiempo es dinero?
Por mucho tiempo yo viví bajo esta filosofía. Hacía cálculos sobre lo que quería comprar y si el precio valía la cantidad de tiempo que me llevaría ganar esa cantidad.
El peligro de creer que “el tiempo es dinero” es que a menudo refuerza el condicionamiento en torno a la productividad y la utilidad.
Aprendemos a una edad temprana que el objetivo es hacer lo máximo posible en un determinado periodo de tiempo: la idea de que cuantas más formas tengamos para hackear nuestro tiempo podremos producir más, y más se nos recompensará.
También se nos enseña a evaluar nuestro valor como persona desde la perspectiva de la productividad. Por lo tanto, si nos damos un tiempo libre, corremos el riesgo de que nos tache de perezosos. Y eso nos lleva de nuevo a la creencia central con la que hemos tenido que luchar: ¿Soy suficiente? ¿Estoy haciendo lo suficiente? ¿Me merezco el tiempo para ser simplemente un humano que se da el tiempo para descansar? Normalicemos el deseo de relajarse y descansar, el deseo de simplemnete hacer nada sin culpa.
El dinero es libertad y es poder. Nos permite vivir una vida digna.
Quiero realmente que la gente pueda vivir una vida digna. Y sí, tenemos que preocuparnos por nuestras propias finanzas personales. Pero también debemos preocuparnos por las políticas públicas que permitan a todas las personas vivir dignamente. Resolvamos primero ese problema.
¿A quién se le niega la dignidad? ¿Cuáles son los mecanismos que imponen esa negación? ¿Cómo es una vida digna y cuánto cuesta?
Son muchas las cosas que podemos gestionar sobre el dinero. Pero también hay muchas cosas que están fuera de nuestro control. Y esto es cierto cuando se trata de la dignidad.
Hay muchas formas y podemos hacer mucho por nosotros mismos para vivir una vida digna. Pero para muchos, debido a los factores que están fuera de su control esto se hace muy difícil. Entonces, ¿qué cambios podríamos defender para que todas las personas pudieran tener acceso a una vida digna? ¿Qué proyectos comunitarios podríamos crear para ayudar a más personas a vivir con dignidad?
Todos tenemos el tiempo para trabajar en nuestras creencias sobre el dinero, y muchos de nosotros tenemos el tiempo suficiente para influenciar y comenzar a cambiar la conversación más amplia de la dignidad, también.