Fiel a uno mismo
Cuando hablamos de branding y empezamos con la creación de una marca, siempre tratamos de ser claros en la definición de:
- La propuesta de valor.
- La personalidad de la marca.
- La forma de hablar, de mostrarse.
- Nuestro cliente y sus características.
- Valores, propósitos, metas y objetivos.
Pero lo que resulta obvio puede cambiar, y a lo largo del tiempo, de la coyuntura de los negocios, del público o bien de la oportunidad, las marcas suelen separarse de aquellas definiciones que debieran quedar grabadas como las leyes en las tablas de Moisés.
Honestidad y autenticidad.
La base de la honestidad y de la autenticidad es uno mismo. Es ser honesto y auténtico con sí mismo, con su manera de ser, con sus valores, ideas, definiciones y máximas. Ser honestos con nosotros mismos nos hace creíbles, a largo plazo. Y es ese “largo plazo” el que debemos explotar como marca, esa relación duradera con nuestros clientes, fuerte, franca, noble y sincera. Porque no podemos medir la relación en función de lo que ellos hacen por nosotros (comprar) sino lo que nuestra marca hace por ellos. No nos concentremos solo en lo que nos dan, sino en lo que nosotros hacemos; porque marcas y clientes tienen roles tácitos:
- La marca comunica y vende,
- y los clientes nos creen y compran.
Y cuanto más nos creen, más nos compran. Y nuestros clientes fieles, siempre van a estar atentos a nuestras palabras que, hasta el desengaño, serán verdades.
La confianza como base de la relación:
Así como son nuestros principales creyentes, nuestros clientes son nuestros principales críticos también. Exigentes y evolutivos nos pedirán estar a la par. El mundo progresa, nuestros clientes cambian y debemos estar a la altura, no solo de las generaciones actuales sino de las que están por venir, y adaptarnos al negocio, a los medios, a la tecnología, pero sin dejar de ser quiénes somos. Sin perder nuestra esencia.
Cualquier quiebre a nuestra identidad va a ser tenido en cuenta por estos importantes críticos, y no hay nada peor que el desengaño, porque se van a manifestar, pasando de fiel crítico a incipiente e intenso detractor. Y en épocas de redes sociales, esta detracción es muy peligrosa y exponencialmente multiplicable. Que un cliente apóstol pase a ser un intenso detractor puede generar pequeños cismas, que si lo masificamos se convertirá en una gran crisis de marca. La gente le va a creer más a la gente que a las marcas, y si en algún momento nos sirvió para “estar arriba”, podemos caer de un día para el otro, solo por perder credibilidad.
“Te quiero, pero no te creo” es una frase lapidaria. El componente racional del vínculo es determinante y mucho más en términos comerciales. El perder la credibilidad nos deja remando contra la corriente, donde avanzar un metro a veces implica retroceder dos, porque nuestros clientes no abandonan la categoría de consumo, y si no nos compran a nosotros, le van a comprar a nuestra competencia. Son policías de nuestras propias políticas.
Entonces, lo más sabio es ser honestos y auténticos con nosotros, porque por ello nos elijen, por cómo somos, por cómo hacemos negocio, por cómo nos vinculamos con nuestros clientes. Si no somos leales a nosotros, no lo somos a los demás y el cliente se da cuenta antes que nosotros sepamos que estamos perdiendo el rumbo, creyéndonos nuestras propias mentiras.
Y para cerrar, una sabia frase de David Ogilvy en 1955
"The customer is not a moron. She's your wife" (El consumidor no es tonto. Es tu esposa)
Si reconoces valor en ésta u otra de mis publicaciones, no dudes en contactarme para intercambiar visiones y enriquecernos.
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