Gala del Festival Internacional de Cine Transfeminista
Querido amigo Casio:*
Te voy a contar un poco del documental que ví el 26 de octubre en el Segundo Festival Internacional de Cine Transfeminista haciendo honor a tu recuerdo en estos días de Muertos, tal como el director de cine chileno Wincy Oyarce lo hizo en el memorial de su amiga con su cinta Hija de perra, tan inmunda y tan feliz, desde esa tribuna que recoge de muchas horas de grabación y filmación de esta mujer artista, transgénero, activista y académica, para mostrarnos en una edición muy acuciosa quién es el ser humano que está detrás del personaje, pero no como desnudando su identidad de varón, que es de lo que ella siempre renegó, como el único afán de una prensa morbosa que no sabe de aceptar lo “otro”, lo diferente en los términos en los que el propio Michel Foucault lo planteaba, sino con una especie de curiosidad mal sana que juzga desde lo heteronormado y sus hegemonías de doble moral y siempre subrayando como ‘anómalo’ todo aquello que no cabe en el cartabón de lo social (y políticamente) aceptado por la mayoría.
Wincy nos compartió pues su más sentida visión de su amiga, Víctor Hugo Pérez Peñaloza, una activista que se le conoció por su nombre artístico: Hija de Perra, y que tras su muerte en 2014 se convirtió en un ícono aún más de lo que ya era, pues trascendió como todo un fenómeno social, porque no solo hizo ‘desfiguros’ como algunas personas creen, vía sus performance del post-porno sino que en verdad se erigió como una figura que trans-gredió las buenas “costumbres” de la sexualidad y de la identidad de las mujeres transgénero en su país, Chile, y luego trascendió a muchas otras partes de Latinoamérica, entre éstas México.
Por eso, para el director, fue la función de gala de su obra en la sala 10 de la Cineteca Nacional, un sueño convertido en realidad, porque significaba haber logrado llegar a un ‘templo’ del cine que es punta de lanza en el Continente desde una conversación propia con su realización que da voz a Hija de Perra, pero también a muchas mujeres que incluso después de muerta la siguen como una líder en la lucha por los derechos de las mujeres trans, pero no solo de ellas, sino de muchas mujeres y hombres de la comunidad gay y de otras tantas personas cuyas preferencias sexuales o identidades de género no encajan en los rubros binarios más conocidos, para extender y hacer visible, que se quiera o no, se acepte o no, la diversidad humana es amplia, que hay todavía mucho qué decir y descubrir de los seres humanos en general, pero también mucho que hacer visible para también ‘normalizar’ en cierto sentido su integración plena en una sociedad fundamentalmente discriminatoria.
Lo anterior sigue siendo vigente en el discurso de fondo del documental, a pesar de que en los últimos cinco minutos antes de terminar, irrumpieran en la sala y a golpes de puerta y con todo lujo de violencia, un grupo de mujeres transgénero lideradas por Laura Grove, quien causó confusión en la sala, puesto que muchas personas, entre ellas yo, creímos que era parte del ‘show’, una especie de paráfrasis performática en homenaje a Hija de Perra, por lo que, a pesar de incomodarnos porque no se dejó terminar la proyección, supusimos que era una suerte de ‘descoordinación’ temporal, pero en la medida en que las luces de los celulares se prendían y las organizadoras gritaban: “¡luuuzz, luuzz!”, para indicarle a los técnicos de la cabina que prendieran las luces de la sala, comprendimos que no se trataba de una actuación sino de una intervención real donde este grupo, no solo ya había amenazado a la diputada Ana Francis Mor, con “arrastrarla”, y otras cosas, incluso de tiempo atrás, pues es la misma persona que se quejó amargamente de que la sacaran con violencia (según su testimonio) de un baño de mujeres de la Cineteca Nacional, aproximadamente un mes antes.
La situación se tornó confusa, es claro que todos estábamos ya sensibilizados por lo que habíamos experimentado y en este sentido Laura y su comitiva, sabía perfectamente lo que hacía, de hecho, me atrevo a decir que esto no fue algo aislado sino muy calculado y con ayuda, muy probablemente, de algunas personas invitadas de la comunidad, porque justo al revés de lo que se creyó, la irrupción parece hecho, por decirlo de algún modo, como si se hubiera dado “el pitazo” desde la sala, y esto ha marcado con mucho la situación interna que da como resultado que sus arengas y disgustos, se revelen más como un sabotaje (un balazo en el pie diría yo, porque en vez de abonar al discurso de la inclusión) se desmarcan y se imponen en vez de sumarse a las exigencias y logros de quienes llevan años, no solo intentando llegar de forma presencial a las salas de cine, sino tratando de hacer valer su visión del mundo y sus propios lenguajes estéticos, artísticos, de denuncia y con fines de visibilidad social.
El despropósito de Laura y su grupo, queda en entredicho y más luego cuando se sabe que no solo se hizo una disculpa pública sobre lo ocurrido en el baño de la Cineteca, sino porque la propia Ana Francis, fue muy clara al hacer notar que se había acordado que las empresas de seguridad de los recintos culturales, que son contratadas y no forman parte de las instituciones del Gobierno de la Ciudad de México, estaban recibiendo ya capacitación para evitar confrontaciones estériles, dado que esos vigilantes están preparados para determinadas contingencias, pero no están capacitados para actuar conforme a las nuevas disposiciones de la ley de la inclusión y otros acentos en el comportamiento de la custodia en los recintos oficiales.
Además, la propia diputada por Morena, ya se había acercado con Laura para brindarle apoyo desde su Comisión de Igualdad de Género que encabeza en la Cámara y hasta, por lo que se sabe, se le ofreció trabajo y otras formas de beneficios para intentar crear puentes de comunicación, pero es claro que a Laura se le hizo ‘poco’, y arremetió hasta lograr un protagonismo fuera de lugar, incoherente desde una narrativa donde se deja traslucir quizá intereses más de tipo partidarios en plena época de campañas, lo que no sería nada extraño tal y como está la situación actual de la política mexicana; al parecer se trata de querer presionar para gestionar otras posiciones que beneficien a Laura y su grupo, y no tanto para mejorar la vida de toda la comunidad.
Esta irrupción bajó los ánimos de todo el público, algunas personas aceleraron su salida, otras intentaron estar en la mejor disposición de empatía posible, de hecho fue muy natural, porque vaya que nos había sensibilizado con el tema del documental. Acto seguido a los alegatos de las de pronto se organizó una colecta para que donáramos dinero a “su causa”, que a esas alturas era un discurso que se volvió difuso y divagaba entre la exigencia por la renuncia del director de la Cineteca, Alejandro Pelayo y, por otra parte, de restituir el agravio moral con algún tipo de pago económico, además de que se alegaba que Laura había “perdido su trabajo como trabajadora sexual en la avenida Tlalpan”, lo que resultaba aún más confuso, puesto que no se entiende cómo un gremio tan solidario habría empujado al abismo laboral a una de sus compañeras. Y así el tema, en sus demandas no atinaron bien a definirse ante las y los asistentes, y después simplemente se amenazó con orinar toda la sala, amén de que empezaron a romper la pantalla. Aquella irrupción, lejos de buscar un puente de comunicación para aclarar, digamos, su “pliego de peticiones gremiales” (por decirlo de algún modo) o de lanzar un solicitud expresa para la comunidad trans, se convirtió en una sola meta a cumplir: destruir la pantalla de proyección, negarse al diálogo, buscar la confrontación y sabotear el evento, lo que desde luego lograron; tanto, que no solo se retiró el coctel, sino que al final de la jornada se decidió que se suspendía el Festival en esa sede para trasladarlo únicamente a los espacios presenciales de Guadalajara y seguir como desde hace años en la plataforma digital. Al menos mientras estuve allí eso fue lo que yo registré.
Pero para no abundar en todo lo que este acto provocó, realmente muy nefasto para la comunidad y el público asistente, además de para las personas de la organización que sí estaban muy entusiasmadas de que la Cineteca fuera una sede en la CDMX, retomaré el sentido de compartir las bondades del documento fílmico, no sólo desde lo que denuncia, sino también como aportación cinematográfica, que la tiene, porque ya ha recibido varios premios como el Premio del Público Largometraje 2022, FICValdivia 2022; el Premio Especial del Jurado Largometraje 2022, FIC Valdivia 2022 y una Mención especial del jurado en la competencia nacional, FIDOCS 2022.
Narrativa in crescendo
Este documental, que comienza incierto con escenas que bien nos recuerdan innumerables performance de distinta índole en la que explícitamente se alude al post-porno, y que no deja de ser molesto para uno y muy sugerentemente erótico y excitante para muchas personas más, va creciendo en intensidad por las imágenes de cierta obscenidad, y también como recurso narrativo para irnos introduciendo (con y sin albur) al submundo de la protagonista cuya personalidad se expresa abiertamente a partir de diferentes pasajes de su vida y hacia la esfera del espectáculo y el arte, donde denuncia la doble moral de la sociedad y el aspecto más brutal de la censura.
Los temas, independientemente de los ejercicios performativos de sexo explícito (entre la desnudez real, el disfraz de caricatura y el porno) busca insultar el prejuicio de la ‘gente bonita’ que no soporta el mal gusto, al confrontarla con una suerte de estética paria e ínfima, que se delata en los vestuarios, como parte sustantiva para mostrar la realidad ‘sociomarginal’ de estos grupos de activismo cultural. La realidad de las vidas en su quehacer diario se mezcla con la del impulso por hacerse ver, gritar el dolor de lo que se vive como una expulsión social, mucho más allá del resentimiento, como una impostura que poco a poco va adquiriendo un mayor estatuto argumental, sobre todo porque se cuestionan temas no únicamente de las imposiciones heternormativas de la sexualidad, sino también de la educación sexual en general, de las posiciones maniqueas sobre ésta desde la infancia, hasta llegar a la denuncia en sus últimas composiciones teatrales, que son mucho más fuertes y explícitas política y escénicamente hablando, donde se desnuda la dinámica de las dictaduras de Derecha, y como sus representantes han sido piezas claves en la denigración del ser humano en todas sus formas, lo que supone usar la sodomía como recurso del poder que esclaviza y tortura a las personas.
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La historia se va desarrollando cada vez más alambicada, puesto que si bien hay un aura de comicidad, de farsa y de incansable ludismo que anima a sacudir al espectador, también se interesa en retar el recinto de la Academia como lo hace Hija de Perra, vía la docencia y en la intervención en coloquios y seminarios dentro de la Universidad de Chile.
Hija de Perra elige una dinámica que cuestiona cómo los ‘diferentes’ de una sociedad son vividos por los ‘asimilados’ como ‘calamidades sociales”, una especie de esperpentos de los que las ciudades, los grupos, las comunidades dominantes y coloniales se quieren deshacer como si fueran una clase infrahumana, infrasexual, infraestética, infratodo.
El director no pierde nunca el modo de hablarle a su amiga, Hija de Perra,en un tono confesional, que también da la idea de que nos asomamos a esa realidad por el orificio de una cerradura, es decir, aunque todo es mayormente exhibido sin atenuar ni lo porno, ni lo que también tiene de trágico o dramático, se sostiene la narración en un punto en el que de a poco vamos tomando el lugar del director puesto que nos unimos a esa memoria donde hemos de asistir a su recuerdo, por medio de la entrevista a los padres de la protagonista, donde vemos personas sencillas, de clase modesta, viviendo en un sitio humilde, con escasos recursos económicos, que bajo ninguna circunstancia pretenden pasar por ‘intelectuales’ o hacerse notar por la fama de su hija. He aquí que el filme se vuelve enteramente estremecedor, más allá de toda impostura, porque allí está expresamente subrayado cómo seres tan ‘normales’ pudieron entrar en la convención sociodramática y performativa de Hija de Perra, sin juzgarla, aceptándola plenamente y siendo hasta asistentes en las producciones de bajísimo presupuesto de su hija, lo que nos lleva hacia un terreno eminentemente sensible y hasta sentimental, pero sin llegar a la sensiblería.
El director nos va proponiendo una evolución de cómo la actriz además de haber creado un personaje con el que se mimetiza, no se queda en la autocomplacencia, sino que éste se transforma en ascenso y pasa de la denuncia más contestaría y primaria, con toda esa gama de glamour de los bajos fondos y sus tetas de plástico expuestas que tanta conmoción y agrado causan entre la banda que los va a ver, para ir barajando apuestas más fuertes en su discurso al jugar con el cuerpo real y el metasimbólico donde los espectadores y las espectadoras pasan de la risa nerviosa a la carcajada franca porque es innegable que esta mujer se burla de toda convención, incluida las de las llamadas ‘vestidas’. Su ironía siempre impulsa las acciones hacia la irreverencia y la ridiculez, pero rumbo a la reflexión del pensamiento que trasciende la sola rebeldía para tornarse en crítica y movilización al cambio.
Se burla con conocimiento de causa sobre lo que las esferas intelectuales llaman “alta cultura” y “cultura popular,” a partir de señuelos que son gestos del guiñol y así elabora su propio grotesco teatral, ese que sabemos de sobra que si no hubiera sido por el mismísimo Federico Fellini, quien lo puso a nuestra disposición en su cine, con casi igual propósito desde los años 70, ninguna de esta propuestas del fetichismo trans y de la iconología de la fealdad elevada a categoría de ‘culto’ contemporánea, no podría ni siquiera haber podido ser grabada y llevada a una cinta con carácter documental en pleno siglo 21.
A pesar de toda esa iconografía cinematográfica y de los íconos del punk como Nina Hagen, la cantante y actriz alemana en quien en gran medida Hija de Perra se inspira, sigue habiendo un total desprecio y censura hacia este tipo de personalidades y hasta artistas, más cuando se les percibe como “anormales o “freaks”. Como lo explica la protagonista en algunas entrevistas, como “si la gente no cojiera, como si las señoras a cierta edad no se volvieran bigotonas que parecen hombres, y como si los hombres tampoco vean que hasta les crecen las tetas junto con la panza que parecen mujeres, haciéndolos casi inconfundibles entre sí”. Hija de Perra cuestiona que esas entrevistas que le hacen nunca salen en los canales abiertos de televisión o en los programas de los medios convencionales de comunicación. En esa honestidad siempre directa, es como la actriz va a desnudar verdades a medias, y esa forma de ser sin filtro es lo que más apanicó y fascinó a la gente que pudo ver sus performances, algunos se sintieron burlados, otros, identificados e identificadas con la idea de terminar con la simulación como un acto de conveniencia y corrección política, por cierto, muchas de las veces fingida justo en épocas de campañas de los partidos.
Es claro que Wincy Oyarce logró su cometido, y curiosamente tuvo un tacto especial en no mostrar a su amiga en los momentos en que ella se enferma de la terrorífica enfermedad del VIH, más bien, nos la deja ver como una persona que se sumó a los grupos que pusieron en tela de juicio la enfermedad y se cuidó muy bien de no caer en excesos; de procurar su cuerpo y sus defensas a fin de no caer tampoco en la desesperación y la desesperanza, es decir, nos muestra a una mujer pletórica de vida que luchó hasta el final y no se rindió, pero que fatalmente no pudo con una enfermedad que se ramifica hacia otras vulnerabilidades corporales de las que ya no pudo salir ilesa hasta llegar a la fatal cita con la muerte.
Wincy no se siente tocado por esa sí morbosa tentación de mostrar a Hija de Perra en sus peores momentos hacia el final de su vida, aunque es claro que nos presenta secuencias impactantes de otras ‘decadencias o caídas’ simbólicas que son, en su metalenguaje, las metáforas de su extinción paulatina, y esa es la genialidad del director, que va del realismo explícito a la poesía visual, y nos lleva de la crudeza de lo abyecto, de los más visiblemente brutal, hacia la belleza sublime de lo que está mucho más allá del maquillaje y de las máscara teatral, para devolvernos a un ser frágil, íntegro, vivo, fuerte y dispuesto a dejar en las aceras hasta la última gota de su talento e ingenio en medio de secuencias en blanco y negro que están llenas de amor, de una cita retro con el cine ‘noir’ en su hiperrealismo contemporáneo, y nos envuelve en una sensación muy profunda de dolor. Para entonces, ya todos estamos enamorados del personaje, pero más aún, de la persona (no del varón travestido) sino del ser y de toda su humanidad; fundidos en su extravío y en su exotismo, pero sin atrevernos tampoco a juzgarla o siquiera ha entenderla a fondo, simplemente la tomamos tal como el director nos brinda su recuerdo; y de pronto, sin darnos cuenta al final, Hija de Perra ya forma parte de nosotras y nosotros, de una manera amorosa y nos hemos rendido a sus “esperpénticos” encantos.
Misión cumplida Wincy.
Con estas palabras querido amigo Casio te he contado esta vivencia e inspirada en este documental te prometo escribirte una carta en tu memoria enviada al otro lado del mundo, para compartirles a otros lo que fue tu partida, cuando me dijiste que si yo me atrevería a dirigir a un actor condenado a muerte. Te referías, hasta entonces lo supe, ha que tenías VIH y me contaste muchas cosas de tu vida los últimos seis meses antes de dejarnos justo cuando iniciaba la convulsa década de los años 90 y cada inyección que te aplicaban costaba entonces 10 mil pesos, y tú necesitabas una semanal. Aquella noticia y momento transformaría mi vida para siempre en la forma en que yo comprendía la terrible realidad que vive la comunidad gay.
El Proyecto de cine comunitario Al Borde Producciones se lleva a cabo gracias a la organización colombiana Mujeres Al Borde, con el apoyo de la Comisión de Igualdad de Género de la Ciudad de México y la Secretaría de Cultura; así como también con el apoyo de las sedes participantes en la ciudad de Guadalajara, en Jalisco, en colaboración con el Laboratorio de Narrativas Divergentes - Proyecto Intersex, y el apoyo del Gobierno de Jalisco, su Subsecretaría de Derechos Humanos y la Dirección de Diversidad Sexual.
*Casio fue un actor poblano de teatro fallecido en la década de los años 90, amigo a quien le dedico este texto.