Generación ofendida
Generación ofendida, de Carolin Fourest trata sobre la libertad y la democracia. Escrito periodísticamente (es cineasta y periodista), apela a ejemplos locales y globales para hacernos reflexionar sobre la imposición de actitudes y juicios que ejercen las minorías progresistas de la izquierda identitaria mediante la competencia victimista, antagonismos sin fin y los conflictos que encasillan. Esta minoría son los “autoelegidos representantes de una causa que exige, amenaza y somete”.
No son temas que desconocemos. Lo vemos a diario en las noticias, a veces los hemos sufrido mediante el corte de nuestra libertad de transitar o con improperios en las redes sociales y otras nos indignamos frente a la violencia de tales grupos a inocentes que solo eligieron ser libres pensantes. ¿A dónde nos dirigimos si las mayorías siguen callando incentivadas por la corrección política?
La izquierda identitaria, grupo separatistas de los movimientos más grandes de defensa de los derechos de las minorías, busca cierta “pureza” en los derechos que dicen defender.
La apropiación cultural, el racismo, el feminismo, el movimiento LGTB, entre otras identidades que se expresan para tener visibilidad y obtener igualdad social mediante la política del reconocimiento, que se focaliza en la raza, el sexo y el género, cultiva “grupúsculos” en formato de gueto o sectarismo cultural.
Dominique Wolton en su libro Pensar la Comunicación del 2007 ponía en relieve el problema del multiculturalismo, de la comunicación y la identidad/ la información y la identidad. “La identidad es el objeto de una contradicción insuperable entre la escala individual y la colectiva”; entre libertad y odio, afirmaba. En este sentido Fourest llega a la conclusión que si se sigue en este camino se llegará al monoculturalismo donde solo podrán usar "trenzas las africanas" por ejemplificar.
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Esto ocurre en las redes sociales con mucha virulencia y en las grandes urbes. En la Argentina, provincias como Misiones, Santa Fe o Corrientes, la hibridación cultural y la relación pacífica entre diferentes culturas es una constante, solo sacudida por algún hecho muy puntual que va más allá de la identidad cultural.
La política de la cancelación está íntimamente ligada a las opiniones sobre estos temas y los linchamientos públicos por parte de estos guetos que buscan “según el origen geográfico, el género, el color de piel, la historia personal, confiscar la palabra. Ellos son los únicos autorizados a decir u obrar el tema que defienden.
La autora no termina de ofrecer una solución clara, ensaya un camino amplio de respuestas, desdibujado y en esa generalidad peca de ponerse en el lugar que critica al cancelar a determinados espacios políticos que dice son funcionales a la derecha conservadora y burguesa. Será la izquierda republicana y francesa quien ofrezca soluciones, termina.
Desde la comunicación organizacional el tema es candente. Pero en la sociedad en general urge una imperiosa necesidad de ser tratado, como dice la autora, está sofocando los movimientos y digo yo, la democracia es herida, matando la libre expresión y la opinión pública