“Hasta que la dignidad se haga costumbre"​

“Hasta que la dignidad se haga costumbre"

Hoy en día, a 70 años de la adopción de La Declaración Universal de los Derechos Humanos, ¿Qué queda por decir? Podríamos celebrar el camino recorrido, podríamos ver a nuestro alrededor y observar instituciones especializadas en velar por el buen vivir de la población, podríamos reconocer que se ha hecho una diferencia en el mundo. Aunque, por el contrario, tenemos que aceptar que aún falta demasiado, que aun el camino es largo y cuesta arriba, pero no se puede detener debido a la progresividad misma de los Derechos Humanos. 

¿Qué queda por hacer? Hay un mundo de cosas por hacer. Queda el educar, para que todo mundo pueda conocer sus derechos, empoderarlos para que puedan defenderlos y concientizarlos para que defiendan los de los demás. Queda el despolitizar los derechos humanos, para que en la actualidad no pasen a ser lo que antes era la religión, una fast pass para obtener la aprobación del pueblo y con ello su confianza para no ser objeto de vigilancia y auditoria. Ya que tristemente, muchas veces los Derechos Humanos son usados como una bandera, un Miguel Hidalgo con su estandarte en alto portando a la virgen de Guadalupe. Porque aún hay gente sentada frente un escritorio de la defensoría del pueblo sin vocación al mismo, buscando el birrete o el diploma que lo avale como derecho humanista pero falto de ímpetu y furia interna por la defensa de los mismos. 

 ¿Qué queda por rescatar? Queda por rescatar un mundo entero y liberarlo de la opresión, queda rescatar niños muriendo en Siria, refugiándose en lanchas en mar abierto, niños atorados en estaciones migratorias en México cambiando favores sexuales por comida, mujeres a manos de los Mara, ultrajadas y reducidas a ser un simple objeto sexual, hombres viendo como pierden poco a poco sus hogares en Tuvalu, pagando la cuenta de aquellos que decidieron voltear hacia otro lado cuando se hablaba de calentamiento global y formas de evitarlo, familias Rohingyas siendo perseguidas y masacradas con la total fuerza de dos Estados que los rechazan, hondureños siendo incriminados y escoltados por el narcotráfico en México, niñas inocentes siendo objetos de matrimonios forzados en África, periodistas en China, condenados a pena de muerte porque decidieron levantar la voz ante la injusticia. 

Y es que si reflexionamos por un momento ¿Derechos Humanos? Suena raro, ¿no? Suenan ajenos a nosotros o nosotros a ellos. Pensamos, qué elegante conjunción para tan problemático mundo, qué sutil binomio para los recurrentes tropiezos humanos, qué fuerza implícita en su composición para intentar sostenernos como especie. Suena como un accesorio que a veces deseamos vestir olvidando la inherencia de ellos en nuestra naturaleza humana, ignorando la forma correcta de defenderlos y sobre todo la importancia de los mismo en nuestro día a día. 

Hoy, a 70 años del reconocimiento oficial de los Derechos Humanos, puedo decir que tenemos una tarea enorme, en la que cada uno de nosotros habrá que ayudar desde su trinchera, una labor que debemos llevar a cabo, como lo dijo alguna vez una víctima del estado mexicano, “Hasta que la dignidad se haga costumbre".

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