A imagen y semejanza
En una sesión con un grupo de coaches (en formación), surgió el tema de si venimos al mundo para descubrir nuestro propósito de vida, o para construirlo. Por el historial del grupo, la mayoría opinaba que ya está escrito, que venimos a descubrirlo, y en esa línea, comentaban que lo que nos sucede son “señales” divinas para que nos “demos cuenta”, y que nada es coincidencia, sino “diosidencias”.
Por mi parte, me resisto a entender la vida así, y me cuesta aceptar que Dios nos pensó -a cada uno- con todo detalle, y que estamos condenados a un destino, que si lo encontramos -tan fácil como dar con una aguja en un pajar- podremos ser felices, y si no lo hacemos, moriremos frustrados.
Me imagino a Dios ocupado en cosas más importantes que en los detalles de nuestras vidas, y cuando en esa reunión mencionaron que estamos hechos a su imagen y semejanza, me vino a la cabeza que, desde esta perspectiva, es cierto que estoy predestinado porque no puedo cambiar mi posición -mi rol- en el mundo, pero al mismo tiempo, lo que pasa mientras vivo, no son necesariamente señales o mensajes de lo que se espera de mí.
Buscando explicar mi punto con una metáfora, le conté al grupo que unas semanas atrás, noté que la uña de un dedo de mi pie izquierdo estaba negra. Al revisarla, concluí que se debía al roce de los dedos con el tenis mientras hacía ejercicio, y al ver que no había mayor daño, me olvidé del asunto, sabiendo que volvería a la normalidad en un par de semanas.
Pero si en ese momento -les dije- una de las células sobrevivientes al desastre, me viera a través de la sangre coagulada y el tejido muerto, y me reconociera como el amo del universo (o sea del cuerpo), tal vez -esperanzada- me hubiera preguntado: “Gran señor”, dime, ¿Para qué me mandaste tanta destrucción y muerte? ¿Qué debo aprender de esto? ¿Qué hago para que acabe lo negro y todo vuelva a ser transparente?
Me parece que -sorprendido- le hubiera respondido: Querida célula, no sé de qué me hablas, me temo que estás confundida. Lo que pasó es que estaba yo dándole mantenimiento al universo (ejercitando mi cuerpo) para evitar que se ensanche el Cinturón de Orión (que crezca la panza) y no sé cómo te lastimaste; pero te juro que tu daño no fue intencional, fue colateral.
- ¿Y qué hago para que todo vuelva a estar bien?, me preguntaría la célula.
- Nada. -respondería yo. -Dale tiempo, se arreglará solo.
Algo así debe ser el “a imagen y semejanza”: No puedo ser más que lo que soy (humano), pero la altura de mi propósito de vida depende del nivel de conciencia que alcance; y lo demás que pasa, es Dios divirtiéndose con el universo, no conmigo.
Freelance HR
8 añosmuy buena tu metáfora para reflexionar, saludos
Flex Benefits Deputy Director at Marsh & McLennan Companies
8 añosLa metáfora me pareció fabulosa!!!! abrazo!!!
Director at Idhea Coaching, Coach, Writer, Key Note Speaker
8 añosGracias Chema, saludos
Director Recursos Humanos | Desarrollo Organizacional | Gestión Talento | Conferencista | Relaciones Públicas -Marketing
8 añosExcelente reflexión estimado Jaime
Director at Idhea Coaching, Coach, Writer, Key Note Speaker
8 añosGracias Pedro, saludos