Implicaciones sociales de la inteligencia artificial

Con motivo de un evento al que he asistido recientemente, he estado reflexionando sobre la inteligencia artificial y sus implicaciones sociales. No cabe duda, y muchos estudios así lo indican, que la IA tendrá –ya está teniendo, de hecho- un extraordinario impacto en el mundo empresarial. Los efectos sobre la rentabilidad son innegables: procesos más eficientes, ahorro de costes, posibilidad de desarrollar nuevos productos y servicios… Hasta aquí todo positivo, pero ¿cómo afectará a las personas?

Por un lado, tenemos que asegurarnos que la automatización, la utilización de la automatización en las relaciones y en la toma de decisiones, no implique despersonalización: que tenga en cuenta cuestiones éticas, además de la eficiencia y la rentabilidad; que no reproduzcan automáticamente sesgos en la toma de decisiones; que no actúen de una manera mecánica, de forma que la creatividad humana se pierda; que sean capaces de tener en cuenta las emociones…

Por otro lado, ¿qué va a ocurrir con el empleo? Pues depende. ¿De qué? De las decisiones que tomen gobiernos, empresas y todos los actores implicados en ello. Es muy importante que la decisión que se adopte implique una reducción de los horarios de los humanos, y no una eliminación de puestos de trabajo. Pero no sólo es importante desde el punto de vista ético, sino también del económico.

Tenemos que asegurarnos que la automatización no implique despersonalización

Más tiempo libre para las personas implicará una mejor calidad de vida, en primer lugar, pero también más horas disponibles para el ocio, lo que a su vez generará negocio en las industrias relacionadas y, por lo tanto, empleo. Además, la realización de tareas automatizadas por parte de máquinas permitirá un mayor desarrollo de la creatividad de las personas, lo que redundará a la vez, en su satisfacción laboral, y en la puesta en marcha de productos y servicios innovadores. Y por supuesto, aparecerán nuevos puestos de trabajo, ligados con esta nueva realidad. 

Para que todo esto ocurra, insisto, es necesario que apostemos por una estrategia que a futuro se dirija a acortar las jornadas laborales, no a destruir empleo. La opción contraria implicaría que la fuerza laboral que pasa a situación de desempleo tendría que percibir una renta pública que, por su cuantía, no sería sostenible sin la contribución del entorno empresarial. Esto es, las empresas acabaríamos dedicando nuestros recursos a pagar impuestos con el fin de contribuir, de forma indirecta, al mantenimiento de esta “clase pasiva”, en vez de dedicarlos directamente a retribuir a empleados satisfechos, creativos y libres de tareas automatizadas y repetitivas. 

Está en nuestras manos conseguir que la IA contribuya realmente a construir una sociedad mejor

Como veis, le he dado muchas vueltas a este asunto. Y creo que está en nuestras manos conseguir que la IA contribuya realmente a construir una sociedad mejor. Y no es una cosa de máquinas. Dependerá, una vez más, de las decisiones que tomemos nosotros, los humanos. Todo un reto.