Internet ya es la vida real
Hola de nuevo! Aquí está una nueva entrega de la newsletter de EL PAÍS Tecnología. Soy Jordi Pérez Colomé, periodista de la sección, y hablo de tecnología y sus consecuencias sociales. Como casi siempre, nada de aparatitos. Esta semana haré trocitos más breves. Han ocurrido cosas, pero no tan impactantes.
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La semana pasada, sin exagerar, fue movida. Antes de empezar debo recurrir un momento a mi experiencia. En 2008 y 2012, cuando ganó Obama, lo viví en EE UU. Aquella “esperanza” llevó a tertulianos a grandes aspavientos: una era postracial, el fin de los republicanos. Era irreal, exagerado, mentira. Hoy nuevos tertulianos (ahora les llamamos también influencers) bautizarán esta “era” como la era de la libertad de expresión o de lo que sea. También será humo.
En estas elecciones se hizo célebre un criptomillonario francés que apostó mucho dinero a la victoria de Trump. El miércoles el Wall Street Journal fue a preguntarle cómo estaba tan seguro de acertar. Muy sencillo, dijo: miró (e incluso encargó) encuestas llamadas “de vecinos”. Consisten en preguntar no a quién votarás sino a quién crees que votarán tus vecinos. Así son más sinceros. Suele ganar quien crees que es mejor candidato, aunque tú no le vayas a votar pero el “vecino” sí.
2. Internet ya es la vida real
No solo me refiero a EE UU. Con la dana hay muchos españoles creyendo que todo el trabajo de ayuda lo están haciendo influencers, solo porque lo dicen en sus redes. La policía, el ejército, la Cruz Roja y otras organizaciones no se ponen tanto un móvil en la cara para explicar cómo han logrado mover otro cargamento con comida o herramientas.
En los comentarios a los vídeos de esos influencers mucha gente les dice: “Deberías ser presidente”. Creen que arreglarían los problemas como si fuera magia. Trump ha sido el famoso más célebre en llegar a una gran poltrona. En España los partidos siguen aún siendo una herramienta demasiado poderosa: es difícil llegar a cargos públicos sin un aparato (Alvise es de momento un ejemplo más). Pero igual alguien el modo de hackear el sistema.
El gran hackeador del sistema este año ha sido, claro, Elon Musk. Antes de hablar de él (una “nueva estrella” y un “supergenio”, según Trump), debo traer aquí esta cita en la noche electoral de Dana White, presidente de la UFC (Ultimate Fighting Championship), la mayor organización de artes marciales mixtas del mundo: “Quiero agradecer a algunas personas. Muy rápido. A los NELK Boys, Adin Ross, Theo Von, Bussin’ With The Boys. Y por último, pero no menos importante, al grandioso y poderoso Joe Rogan", dijo.
Una adaptación española de esto sería como si el luchador Ilia Topuria saliera en una noche electoral española y dijera: “Quiero agradecer a algunas personas. Muy rápido. Quiero agradecer a Míster Jagger, elXokas, Juan Dávila, Iñaki Angulo. Y por último, pero no menos importante, al grandioso y poderoso Jordi Wild”.
Es posible que algunos de esos nombres no te suenen. El mercado español es mucho menor que el estadounidense. Uno de los directos en Youtube de la noche electoral más seguidos en EE UU fue el del podcaster Patrick Bet-David, por encima de CNN u otras cadenas. Por allí iban pasando famosos raperos, deportistas, influencers. En un momento determinado, viendo su éxito, Bet-David se hizo una pregunta importante: “¿Por qué Estados Unidos está cambiando hacia esto que hacemos?”
Esa pregunta queda para otro día (tengo teorías), porque hoy toca Musk.
3. Elon, ahora eres político
Después de Donald Trump estas elecciones llevan el nombre de Elon Musk. En su discurso de la victoria, Trump lo elogió como figura clave. Se ha implicado tanto en la campaña y ahora flirtea con entrar en la administración (como presunto “secretario de eficiencia gubernamental”), que roza convertirse en político.
El problema de la política para Musk es doble: uno, tendrá un jefe y, dos, será en parte responsable de todo lo que haga el resto del Gobierno. En Tesla o SpaceX las crisis eran graves pero limitadas y podía gestionarlas con mano de hierro. Pero qué pasará si hay tiroteos, huracanes, guerras o crisis económicas. Musk tiene opinión de todo: ¿cómo se comportará en hipotéticas reuniones en la Casa Blanca? ¿Cuánto le aguantarán sus colegas? ¿Cuántas veces él mismo querrá ir? ¿Qué le dirá a Trump cuando no estén de acuerdo?
Este jueves el New York Times publicó que Musk intentaba colocar a empleados de SpaceX en la administración, incluso en el Departamento de Defensa, cliente de esa empresa. Este tipo de dirección colegiada le conviene más. También es más probable que acabe siendo un asesor externo y temporal que un secretario al uso, con dedicación plena. Eso le permitiría mantener un cierto espacio con la administración Trump, sobre todo si quiere pedir muchos favores.
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Todo esto me lleva a esta pregunta rara: ¿Musk ganaría las elecciones de 2028? Es improbable que prefiera ser un presidente más en lugar de ser quien llevó la humanidad a Marte. Presidentes hay muchos y cohetes tripulados a Marte no hay ninguno. Musk es una de las pocas personas en el mundo a quien ser presidente de EE UU le quedaría pequeño.
Pero, en suma, ¿por qué se ha metido Musk en todo esto? He estado mirando su cuenta en X, su podcast con Joe Rogan el día antes de las elecciones y hay nuevas pistas que se añaden a las que ya sabíamos. Hay al menos tres motivos gordos por los que su influencia ha sido enorme: es un converso a la causa republicana, es la persona más rica del mundo y sabe arriesgar para ganar:
a/ era demócrata pero no se ha movido. "Los republicanos son el partido de centro que quiere devolver la libertad a la gente, una sociedad basada en el mérito, asegurar la frontera y meter a criminales peligrosos en prisión. Esto era lo que defendían los demócratas no hace tanto", escribió Musk en X.
Más allá de los detalles de esa lista, hay dos cosas personales que ha admitido en entrevistas que le cayeron mal: cómo en California trataron el caso de su hija trans, a quien le dieron un tratamiento por presunto temor a un suicidio y Musk cree que le engañaron (ahora no tiene trato con ella y ella dice que fue un padre ausente), y dos, la no invitación de Biden a una cumbre en la Casa Blanca sobre coches eléctricos.
Ninguna de estas cosas tiene pinta de ser definitiva, pero todo ayuda.
b/ ser tan rico no es fácil. Musk compró Twitter en octubre de 2022. Su argumento es que lo hizo por salvar la libertad de expresión en EE UU. Los anteriores dueños permitían al Gobierno censurar demasiado y controlar el discurso, decía. Musk admite también que pagó mucho más de lo que Twitter valía. Debido a su cruzada por la libertad de expresión perdió anunciantes y los mandó a la mierda en público.
El relato de héroe está ahí. La pregunta es si todo fue idealismo o influyó también la capacidad de despedir o amedrentar a los funcionarios que limitan la expansión de sus empresas. No es lo mismo pagar 44.000 millones por un ideal que pagarlos por un ideal pero también para liberarte de regulaciones y posibles denuncias.
c/ saber arriesgar para ganar. La vida de Musk está llena de apuestas locas. Como comprar Twitter por tanto dinero, los inicios de Tesla y SpaceX estuvieron llenos de semi fracasos. Pero durmiendo en las plantas o haciendo experimentos inimaginables salía adelante.
Con Trump hizo algo parecido: contribuyó con más de 100 millones de dólares a un grupo electoral prorrepublicano, participó en varios mítines en Pensilvania o regaló un millón de dólares al día a votantes que firmaran su petición a favor de la libertad de expresión. Incluso llevó a amish (que no usan máquinas) en bus a votar.
"Mi filosofía es que, si juegas, juegas para ganar. No juegas a medias”, dijo en un podcast reciente. Lo ha cumplido otra vez.
Ahora a ver qué pasa.
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Para ganar también hay que saber perder