LA ALARMA DEBE TERMINAR
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El confinamiento decretado por el Gobierno de España el 14 de marzo se produjo para frenar la espiral de contagios de covid-19 y evitar la saturación del sistema sanitario, que se encontraba al borde del colapso.
Ahora, mes y medio después, la situación está bastante controlada. Sigue habiendo contagios, naturalmente, pero ya se puede atender con dignidad a los enfermos, hay respiradores para todos aquellos que los necesitan y estamos en condiciones de convivir con la pandemia, sin que el sistema se vaya a la quiebra. Sigue habiendo riesgo de contagio, pero la mortalidad se ha reducido drásticamente. Lo peor ha pasado.
Pero el Gobierno, a la vez que ha puesto en marcha la vuelta paulatina a la normalidad, pretende seguir manteniendo el Estado de Alarma, como ya dijimos, cuasi “sine die”, tal como el propio Sánchez nos recuerda una y otra vez, cuando nos dice que "esta guerra sólo se habrá terminado cuando llegue la vacuna". Solo que, como ya hemos comentado más de una vez, esto no es una guerra, es una pandemia. Si acaso, la única guerra que vivimos es la que el Gobierno mantiene contra toda la población, a la que mantiene encerrada.
Lo que toca es aprender a convivir con esta enfermedad, hasta tanto podamos erradicarla, sin que por ello dejemos de hacer nuestras actividades y quehaceres habituales.
No es esta la primera epidemia, pandemia o crisis sanitaria, esto ya lo hemos visto antes, y aprendimos a convivir con las enfermedades y a combatirlas eficazmente, sin perturbar vidas y haciendas; por ejemplo, hace 30 años surgió con enorme fortaleza el virus del SIDA, el VIH; cierto que no afectaba a toda la población, pero no es menos cierto que a nadie se le ocurrió prohibir las relaciones sexuales, sino que se adoptaron medidas de prevención y protección, como el reparto de preservativos; la responsabilidad de cada uno, junto con la ciencia y la investigación, hicieron el resto.
En el caso del coronavirus, las autoridades, en un alarde de imprevisión, ineficacia y negligencia cómo no se recuerda, no encontraron mejor solución que someter a la población a un arresto domiciliario preventivo, quitarnos la libertad incluso para trabajar, e incluso ahora se han atrevido a decirnos cuántos podemos viajar en nuestro propio coche o con cuantos amigos o parientes podemos reunirnos y con cuantos no. Increíble. Pero no tan increíble como la constatación de que la sociedad lo ha asumido. Hubiera bastado con tres instrucciones sencillas para aprender a convivir con el virus: extremar la higiene, respetar una cierta distancia de seguridad con otras personas y, en caso de no poder hacerlo, usar una mascarilla. Y por supuesto, la realización de test masivos, para tener un mapa de la enfermedad y poder actuar en consecuencia. Siguiendo esas reglas, no debería haber ningún impedimento para hacer nuestra vida normal.
El gobierno utiliza el chantaje y el miedo legítimo para someter a la población a un atropello de sus derechos y libertades. Esta costumbre de quitarnos las libertades de golpe y luego ir poco a poco, ahora te devuelvo una parte, ahora sí, mañana no, luego ya veremos, es muy propio de la ideología populista y de regímenes que, con esta manera de actuar, han garantizado la pobreza permanente de las poblaciones bajo su mando, lo que se traduce en sumisión, cuando no esclavitud. La gente termina por olvidar cuando eran libres y lo que significaba, y solo piensan en sobrevivir. A ello nos lleva esta deriva totalitaria del gobierno de España, dirigido por las hordas comunistas del Marqués de la Coleta y Concubinas varias.
Da pavor escuchar al jefe del gobierno cada sábado, repartiendo limosnas de libertad, olvidando que nuestra libertad es nuestra, no suya; nada tenemos que agradecerle y sí exigirle que nos la devuelta de una vez, el 100%; queremos recuperar todos nuestros derechos y libertades, y que nunca más nos los arrebaten.
Es la ideología comunistoide-totalitaria la que frena la obligación inexcusable de levantar cuanto antes el confinamiento para poner en marcha la economía, asunto de vital importancia para mitigar en lo posible la profundidad de esta recesión económica que tenemos ya encima.
No queremos una nueva normalidad, queremos nuestra normalidad, vivir como siempre hemos vivido, con libertad total. Y el gobierno que se dedique a lo suyo. Existen en nuestra legislación herramientas más que suficientes para luchar contra la pandemia del coronavirus, sin necesidad de alarmas ni supresión de derechos y libertades; solo tienen que hacer bien las cosas, y si no saben o son capaces, rodearse de quien sepa o irse y dejar que otro lo haga. No más chantajes, no más miedo. No más mentiras. Los ciudadanos no podemos seguir siendo rehenes de un gobierno calamitoso. La alarma debe terminar ya, del todo.
A Coruña, 5 de mayo de 2.020.
FRANCISCO JAVIER PÉREZ BELLO