“LA ALEGORÍA DEL FUEGO” DE ARCIMBOLDO; UNA REPRESENTACIÓN MANIERISTA DEL TOISÓN DE ORO.
"La alegoría del fuego" de Giuseppe Arcimboldo

“LA ALEGORÍA DEL FUEGO” DE ARCIMBOLDO; UNA REPRESENTACIÓN MANIERISTA DEL TOISÓN DE ORO.

Definido por el periodista Robert Fulford como “El mayor comediante visual del Renacimiento italiano”, es Giuseppe Arcimboldo (1527-1593) un artista milanés de la corte de Viena, pintor de cámara en los tiempos del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Maximiliano II y en los de su hijo Rodolfo II, autor que trascendió por sus peculiares representaciones a partir de flores, frutas, objetos, plantas o animales cuya composición y conjunto evocan al rostro humano a partir de una ilusión óptica muy cercana al trampantojo.

Esta técnica del pintor italiano fue conocida como la de  “las cabezas compuestas” y podríamos acomodarla dentro de un subjetivo manierismo renacentista caracterizado por el abandono de la perspectiva espacial a favor de la irrealidad y de la abstracción.

Claro ejemplo de ella es la serie denominada “Las estaciones”, de la que hizo varias versiones sin apenas variación entre ellas, o la posterior conocida como “Los elementos”.

En ambas series compone el rostro humano con aquello que las define y caracteriza, tal es el caso de “La alegoría del fuego” (1566), una de las cuatro obras pertenecientes a la serie “Los elementos” junto con “La alegoría del aire”, “La alegoría del agua” y “La alegoría de la tierra”.

En esta obra, expuesta actualmente en el Museo de Historia del Arte de Viena y única de la serie no conformada por animales, el rostro mira hacia la izquierda, de la misma manera que lo hace el de “La alegoría del agua” en contraposición con los de las otras dos alegorías de la serie que lo hacen hacia la derecha.

Está compuesto el rostro de esta oda al fuego por numerosos elementos flamígeros desde brasas que hacen las veces de cabellera, una mecha representando la frente, una gran lámpara de aceite dando forma al cuello y mentón, boca y lengua o velas encendidas representando uno de los ojos y la parte lateral del cuello.

El cuerpo está montado a partir de varias armas de fuego entre las que destacan los cañones del torso, y al frente de todas ellas, la imagen del vellocino de oro, efigie de la Orden del Toisón, suspendida del eslabón o “fusil” que la une al collar emblemático de esta Orden de caballería, y debajo de este el águila bicéfala alusiva a la Casa de los Habsburgo.   

Fundamenta su autor esta alegoría en las llamas lanzadas por los dragones guardianes del vellocino de la leyenda de "Jasón y los argonautas" en la que se inspiró Philippe le Bon, duque de Borgoña, para fundar tan insigne Orden. Así los pómulos representan una piedra de pedernal y  la oreja y la nariz son eslabones configurada la primera en forma de C.

El sentido de esta obra no puede ser otro que la evocación de la dignidad imperial de Maximiliano II en su condición de miembro y gran maestre de la Orden representando la rama austríaca de la Casa de Habsburgo, fundada por su padre Fernando I, y la importancia del poder militar de esta Casa patente en sus innumerables hazañas bélicas, y poderosamente representado en esta alegoría mediante armas y bocas de fuego.

Pintó ambas series para Maximiliano II y volvería a pintar estas “cabezas compuestas” formando parte de otras series para su hijo y mecenas Rodolfo II, con las que este emperador agasajó a numerosos monarcas, entre ellos a su tío Felipe II rey de España, al que envió una colección de la que actualmente sólo se conserva “La Primavera”.

Impactó y agradó al monarca español la obra de Arcimboldo y por ello mandó colgar las ocho pinturas recibidas en sus aposentos del desaparecido Real Alcázar de Madrid con el consiguiente disgusto de Tiziano.

Posteriormente realizó el artista un retrato del excéntrico emperador Rodolfo II caracterizado como el dios etrusco y romano Vertumno, también con esta técnica. Esta obra fue considerada una de las más ambiciosas del pintor lo que estimuló la atención de la intelectualidad milanesa y propició la vuelta de este a su ciudad natal con la venia del emperador, después de actuar como director de los festejos de la boda del archiduque Carlos II de Austria hermano de Maximiliano II, montando en ella su estudio lo que lo mantuvo en activo hasta su muerte el 11 de julio de 1593.  

Cayó en el olvido su pintura con el tiempo, volviendo a ser revaluada siglos después por copistas e imitadores que no llegaron nunca a alcanzar su calidad. Actualmente se reconocen como auténticas veinticinco obras del pintor

La meticulosidad de las miniaturas detallistas de Arcimboldo, sólo comparable a la de su coetáneo Jheronimus Bosch, conocido como “El Bosco”, hacen de él uno de los más originales e imaginativos pintores del Renacimiento italiano además de un genial y extravagante precursor del Arte Moderno.

Llevaba sus alegorías en sus venas de Arte.

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