La celda de los miedos
Recibir un positivo de COVID y el fallecimiento de seres queridos son impactos psicológicamente muy duros a los que nos enfrentamos en esta pandemia porque provocan no sólo un sufrimiento que hay que saber gestionar si no también el surgimiento de miedos y terrores inherentes a la condición del ser humano: la propia muerte.
Ver aflorar nuestros propios miedos personales es inevitable puesto que hay siempre un lugar para ellos donde habitan nuestras emociones. Se trata de una celda oscura, donde los tenemos encerrados a cal y canto, a la que apenas nos atrevemos a entrar. Cual carceleros, vamos dejando su bandeja de alimentos ante la puerta mohosa tras la que residen, sin atrevernos a entrar, vaya a ser que se apoderen de nosotros. Pero cuando ellos, empoderados y dueños de la situación revientan la puerta y se apoderan de nosotros nos ofrecen una gran oportunidad: la de vencerlos.
No hay ejercicio más duro pero a la vez con mayores resultados que observarlos de frente, sin pudor alguno, para ser conscientes de que conviven con nuestras emociones y son tan poderosos como nosotros les permitamos. Sólo así podemos identificarlos, analizarlos, dimensionarlos en su justa medida y crecerse ante la adversidad. Alguien me dijo una vez que el miedo es como un fantasma: si les quitas la sábana bajo la que se oculta, desaparece.
Has vencido cuando entiendes que tenían poder porque los has alimentado sin ser consciente. Has vencido cuando ves que conviven contigo -al igual que todas tus emociones- y sólo van a tener la importancia y el poder que tú les quieras dar. No hay más que aprender de la adversidad porque cuando nos enfrentamos a nuestros miedos crecemos emocionalmente.