La credibilidad no se regala, se gana.

La credibilidad no se regala, se gana.

Cuando hablamos de credibilidad, se hace referencia directa a lo “creíble”. La RAE define creíble como “aquello que puede o merece ser creído”. Es interesante observar que la defición incluye la posibilidad de ser creído, es decir, algo puede parecer seguro pero no necesariamente merece ser creído, no necesariamente es creíble.

En el ámbito profesional es frecuente impresionarnos ante personalidades que transmiten tener mucha seguridad. Sí, es un valor muy importante y hay que cultivarlo, pero siempre desde la recta intención porque la apariencia en un corto o mediano plazo se siente. Me explico: todos hemos estado expuestos a lo largo de nuestras vidas con personas que no nos dan “buena espina” o que tienen una “energía pesada”. Tiempo después sale a la luz que existía apariencia, había mentira y la esencia de esa persona no era lo que proyectaba. De esta manera, no existe una relación de causa-efecto entre transmitir seguridad y ser creíble o merecer credibilidad. Podemos ser engañados por lo aparente.

Para que la credibilidad se sostenga en el tiempo reclama en su base o en su fundamento la autenticidad. Cuando se es auténtico, se siente. Esto nos lleva a que, como líderes, nos cuestionemos a nosotros mismo, porque en el rol que desempeñemos tenemos una gran responsabilidad frente al entorno, seres humanos que nos observan. Si la credibilidad se vincula a la capacidad de ser creído, puede que el mensaje no sea veraz y si el entorno (esencial para el líder porque sin él no puede serlo) se decepciona a corto o mediano plazo por la falta de autenticidad, el efecto “rebote” es destructivo. Mark Twain dijo que “la credibilidad es como la virginidad. Una vez que se pierde, ya no se recupera”. Por eso mismo hay que cuidarla desde la autenticidad y no solo con la proyección de una imagen. 

Con todo esto, si la credibilidad no se regala sino que se gana, ¿qué hacer para desarrollarla? Mi reflexión (completamente cuestionable) me lleva a pensar en tres etapas:

Primero, creo que tener momentos de introspección, de silencio, de mirada interior para identificar nuestras motivaciones, corregir comportamientos, así como, rectificar la intención, es recomendable en miras a la autenticidad.  

Segundo, tener gestos con los que tu entorno sepa y confirme que los valoras por lo que son y no por lo que hacen. Es desagradable sentir que nos valoran cuando nos necesitan.

Tercero, sostener en el tiempo valores relacionados a la credibilidad: honestidad, prudencia, humildad, compromiso y aprendizaje contínuo. Concretamente: cumplir lo que se promete, actuar con buenas intenciones, asumir errores, ser justo, mantener el equilibrio emocional y comunicarse de forma fácil y correcta. 

He venido dándole vueltas en mi mente a estas ideas y confirmar que volver a lo esencial como líderes, vivir un proceso personal de Back to Basics, tiene que tener como piedra angular la credibilidad. En una frase: “para parecer un hombre honrado, lo que hace falta es serlo” (Nicolas Boileau)

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