La cultura del fracaso…está vigente hoy?
Vivimos en un mundo y en un entorno en donde más que nunca se hace sentir la tan conocida frase “lo único constante hoy, es el cambio”. Es que al paso de las distintas generaciones, y de la mano con los avances tecnológicos, los usos y costumbres, y así también la forma de relacionarnos, van migrando a pasos agigantados. Hoy, el impacto de los millennials en el mundo del trabajo, puso en jaque a las organizaciones: como comprender estos nuevos valores y formas de ver la vida de esta generación a efectos de poder retener los talentos y también aprovechar su potencial de la mano con la irrupción de la tecnología en todos los ámbitos, y que le resulta tan familiar, cotidiana, a tal punto de ser clave en la vida de todos los días.
Y resultan ser justamente estos cambios tan vertiginosos, los que poco a poco obligan a las organizaciones a replantearse de forma profunda como lidiar y enfrentar de cara al futuro este nuevo desafío que implica liderar recursos y equipos de trabajo. En este orden de ideas, no sería malo repensar una vez más, en dónde ha quedado la cultura del fracaso. Parece extraño, pensar hoy en día de replantear esta forma de cultura…no obstante, hoy ya tenemos algunos ejemplos concretos que nos vuelven a recordar la importancia del fracaso en nuestras vidas, y sus implicancias.
En la costa oeste de los Estados Unidos, en la región del Silicon Valley, concretamente en la Universidad de la Singularidad (Singularity University), y sus alrededores, el mundo emprendedor intenta interpretar y modelar el mundo del mañana con gran diversidad de proyectos y puesta en marcha de empresas donde la innovación es la palabra directriz. Mucho se ha hablado acerca del éxito de las empresas que han surgido dentro de este ámbito o región, de la talla de Google o similares. Pero…no muchos conocen las historias de fracasos tras esta puesta en escena que vemos todos los días.
Y esto tiene sentido, para el mundo en que vivimos hoy: somos lo que hacemos y aparentamos para otros…pero es mucho más difícil mostrarnos como realmente somos. No obstante, en este pequeño entorno de innovación dentro del Sillicon Valley, es donde la cultura al fracaso se ha vuelto el fundamento para asegurar el camino del éxito. Me animaría a decir, que hasta incluso no es bien visto por allí, intentar convencer a un inversor de arriesgar en un emprendimiento, si en los antecedentes del emprendedor no se puede demostrar que han atravesado el abismo del fracaso, incluso, más de una vez!...un contraste interesante frente al pensamiento del otro lado, la costa este, ciudades como New York, en donde el modelo a seguir es el del éxito permanente, donde el fracaso podría interpretarse como un sinónimo de debilidad.
Por esto, parece interesante prestar atención a lo que esta nueva generación de millennials tiene para enseñarnos hoy, y que se trata que la cultura del fracaso, por más dura que sea, tiene hoy plena vigencia. Por ello, como líderes, deberíamos siempre prestar atención a generar el espacio necesario de forma responsable, para que nuestros recursos puedan percibir que el error está permitido en su entorno. Deben saber que equivocarse de forma responsable, no debería ser motivo de castigo, o de rechazo en sus habilidades de ahora en más.
Por el contrario, esta cultura del error, libera a nuestros equipos de sus ataduras que restringen su capacidad creativa para aportar soluciones, genera en ellos la confianza de sentirse valorados como personas que es mucho más que ser valorados por lo que hacen o aparentan ser. Hoy, en un ambiente tan competitivo, es indudable que la innovación y la creatividad en los procesos y en los distintos niveles organizacionales, serán claves para el éxito. Pero también es verdad, que para ello debemos ser más flexibles que antes a la cultura del fracaso como parte de esta nueva realidad, dado que tanto innovación como creatividad, tiene su contracara posible, que es la del fracaso. De nosotros depende en que pensamos que podemos basar el éxito del mañana: si avanzamos generando un clima en nuestros equipos donde solamente hay espacio para el éxito, y por tanto no esperemos mucha predisposición a ideas que puedan cambiar el status quo, o bien, generamos un espacio de aprendizaje continuo, en donde podamos aprender del error, y por tanto apostar a organizaciones mucho más innovadoras y capaces de adaptarse a los cambios. El juego ya comenzó.