La dieta gula

Detesto estar gordo. El espejo no miente, la balanza reafirma cualquier duda.

El lunes pasado empecé la dieta de la sopa de cebolla que prometía ayudarme a bajar ocho kilos en siete días. Ha pasado una semana y a simple vista es claro que no he perdido ni un maldito gramo.  Me enfrento nuevamente al espejo, el rollete sigue en mi cintura, pero a diferencia de otras veces, hoy me está hablando.

A ti no te molesta estar gordo, me revela, te molesta convertirte en un glotón, convertirte en uno de esos que comen por comer, en uno de esos insaciables que comen para que otros no coman, en uno de esos que pecan, uno de tantos que sufren de gula.

La gula es un pecado capital históricamente asociado al exceso de comida y bebida. En realidad es un trastorno marcado por el consumo desproporcionado en general visible a través de esas ganas incontrolables de querer más y más.  

¿Cuantos pares de medias tienes sin usar? Me pregunta. 

Agradece ser parte de un pequeño grupo de privilegiados que tuvo la suerte de nacer con bastante más que muchos, algo de lo cual no tienes culpa alguna, recalca. Te toca vivir en un mundo cargado de codicia y abundante carencia a la vez, un mundo que sabes puede ser mucho mejor para todos si compartes un poquito más con los que menos tienen. 

Te reto a hacer la dieta gula y a compartir lo que dejes de consumir con alguien que realmente lo necesite.  El resultado es fácil de pronosticar: un mundo más sano en todo sentido.  

¿Empiezas el lunes?