La emigración ¿será una ventaja futura para Venezuela?

En 1972, teniendo solo seis años, recuerdo haber atendido una llamada telefónica y escuchar una voz de hombre con un fuerte acento gallego que me dijo “neno, ponme con tu madre”. Oír el llanto inmediato y profundo que no conocíamos de mi madre, nos debió dejar con cara de espanto, por lo que papá nos susurró a mi hermano mayor y a mí, mientras nos sacaba de la habitación: “murió la abuela”. Aquel día nos quedamos sin chance de conocer al menos a uno de los abuelos. Ser hijo de inmigrantes tiene estas cosas.

Mis padres apostaron todo a Venezuela (ambos están enterrados en un cementerio de Caracas) y nunca nos forzaron a amar a España, aunque si nos exponían a su cultura y costumbres. En casa se combinaba el turrón con los torontos, las panquecas con las arepas o las hallacas con las castañas y las nueces. Beisbol y futbol. En las fiestas, whisky, tequeños, aceitunas y jamón serrano y para bailar, salsa, merengue y paso doble.

En los últimos treinta años antes del 2000, después de los europeos y los proximorientales, Venezuela recibió millones de latinoamericanos: colombianos, argentinos, chilenos, peruanos, ecuatorianos y haitianos. El mundo había cambiado, estaba terminando el siglo y las emigraciones ya no eran tan remotas y no parecían tan definitivas como las de los cincuentas.

Llegó el nuevo siglo y con él una nueva etapa política para el país que invirtió su flujo de migrantes. A medida que avanzó la década pasada, creció el número de habitantes que se marchaban. Desde 2012, la emigración empezó a transformarse en éxodo que alcanzó el clímax entre 2017 y 2018. Los que intentan llevar la cuenta hablan de entre 5 y 6 millones de personas, casi el 20% del país.

La mayor parte de mis familiares y amigos se han marchado, igual que muchos compañeros de mi entorno de trabajo. Desde hace algunos pocos años, la mitad de mi lista de contactos vive en otro país. Mi situación creo que debe ser similar a la de cualquier venezolano que esté leyendo en este momento. Al principio, se fueron tanto familias completas de inmigrantes como petroleros, médicos, artistas y profesionales criollos. En los últimos cinco años, el perfil de los emigrados se amplió para incluir a cualquier persona capaz de reunir el dinero y el valor para irse.

Que una sociedad pierda esta capa de recursos es una respuesta natural a la escasez y la precariedad y podría ser una desventaja cuando comience la reconstrucción (cuando sea). Con esto en mente, tengo rato queriendo profundizar con una investigación que, aunque informal, me ayude a entender mejor al menos a una muestra de los que han emigrado y así poder comprender mejor a esta Venezuela de 2020. Si a la venezolanidad le sumamos los 2 de cada 10 que viven afuera, el país actual debe ser más extenso y universal que nunca y también más parecido a sus vecinos.

Con la ayuda de varios generosos amigos, valga la redundancia, estamos repartiendo un cuestionario digital que está siendo respondido por cientos de venezolanos que andan por el mundo. Si eres venezolano, vives en otro país y quieres participar de forma anónima, déjame un comentario o u mensaje para compartirte el link al cuestionario que se responde en 3 o 4 minutos.

En el próximo artículo dentro de unos días, compartiré las mejores conclusiones que pueda sacar a partir de la foto tomada para estar un poco más cerca de entender este nuevo país, distribuido y global que también puede convertirse en una ventaja en el mediano plazo. Hasta entonces.