Dos sujetos de la vil emigración: el rico y el "pobre" (el pobre no cuenta)
Es sabido que emigra el “pobre”. El rico que emigra, huye. El rico empresario emigra porque ve coartada su fuente de riqueza o porque alguien la amenaza. El político “progresista” emigra antes de que la ley le toque los talones. El narcotraficante, el estafador, el coyote, evade la justicia. Pero el “pobre” que abandona su tierra, solo emigra.
Y el pobre sin comillas está ahí, inmovilizado por las amarras de la pobreza. Tanto para el rico que huye como para el “pobre” que emigra, como para el pobre que vive en su tierra, la única condición para la emigración, condición única e irrevocable, es el dinero.
El pobre limpio, sin comillas, no puede soñar con un futuro que supone la emigración como materia de sueño. Y no hablo de pobres extremos. Hablo de una nueva clase emergente: hablo de los que en la guerra civil y en las bombas hostiles se construyeron un exilio bajo los escombros. De los sobrevivientes. Hablo de los que tuvieron que aguantar la violencia, los conflictos raciales, los secuestros. Hablo de ellos: estudiantes, intelectuales, veteranos de guerra, del que sufre en activo.
El mexicano que compraba a créditos el sueño de emigrar, a veces sin capacidad de pago, tiene a un paso el sueño y la muerte. El sirio que emigra hacia zonas seguras la guerra fue “benévola” al dejarle algo para emigrar. El italiano, el español, el chino que pide prestado tiene el valor de empeñar su vida al peor de los garroteros. El que no tiene, o tiene la nada, es el pobre, que escucha y se lamenta en pasivo de las cruentas historias de los dos sujetos emigrantes: del rico que huye, del “pobre” que emigra. Porque él no cuenta.
¡Embajadas! Leyes de emigración. Cuyas prescripciones son cada día más antagónicas: propiedades, cuentas bancarias, trabajos seguros, abogados experimentados en la causa, maestrías y doctorados. ¿Programa de refugiados, de atracción de magnates o de robo de cerebros? Burdas burlas al “pobre” que emigra, y al pobre que solo escucha.
En fin. Todo parece indicar que los requisitos de los programas de emigración en este siglo no son más que una estratagema de los gobiernos, las embajadas y las leyes de emigración para frenar la movilidad internacional y atraer a los ricos, evitar a los “pobres” y desclasificar a los pobres.