La emigración venezolana: Recoger los frutos
No voy a escribir sobre cifras estadísticas, ya el amigo y sociólogo Tomás Páez ha hecho un trabajo extraordinario. La cuestión surge a raíz del regreso de un grupo de emigrantes venezolanos de países como Colombia, Perú y Ecuador. Me asalta la preocupación sobre si este “éxodo en reversa” nos trae algo positivo como país o como sociedad. La realidad que vemos por televisión nos dice que no. Buena parte de ellos regresan con el mismo estatus de pobreza con el que se fueron. Los abandonados por la democracia de la mal llamada “4ta. República” no avanzaron nada ni económica ni socialmente en los meses de exilio forzado. Los individuos parecen ser no sólo soporte de estructuras sino transportes de ellas.
La pobreza es algo que llevan en la cabeza y dondequiera que vayan seguirán siendo pobres. Esa mentalidad es una herencia de la vieja democracia populista que el país tiene que enfrentar en los años por venir.
De otro lado, a pesar del Coronavirus y de la paralización económica, cantidad de venezolanos soportan - en diferentes países - los efectos de la crisis estoicamente. Son aquellos profesionales, tanto de formación universitaria como técnicos medios, que son parte de la” emigración ilustrada” quienes han desarrollado modestas capacidades de ahorro ( manejan instrumentos bancarios limitados) y se hacen “nultitasking” frente al empleo. Un día maneja complejos programas de computación y otro día pueden limpiar pisos en un McDonald si las circunstancias se lo imponen. Tienen plena conciencia de la temporalidad de sus limitaciones económicas.
Esa capa de venezolanas emigrantes cuyo mayor porcentaje regresará cuando la “tragedia histórica” haya terminado, tendremos que observarla con atención porque ellos, no vendrán a pedir una bolsa de comida o las limosnas del Estado populista, vendrán a reclamar un espacio de liderazgo en la Venezuela que renacerá como el Ave Fénix. Nuevas ideas, costumbres y enfoques sobre la vida social. Institucionalizarán sobre todo la “competitividad” en todos los ámbitos del quehacer nacional. Será, uno de los legados de ésta generación de emigrantes venezolanos.
El progreso se absorbe. Las “malas costumbres” se reducen con los valores que se hayan adquirido en el extranjero: la honestidad, el cumplimiento de las responsabilidades, la puntualidad, el respeto a los mayores y sobre todo, asumir la educación como el bien supremo para superar la pobreza.
La emigración ha sido una forma de destruir la unidad de la nación. A pesar de ello, veamos un lado positivo, para recoger los frutos. Cuando esa generación regrese nos ayudará a cambiar la mentalidad del venezolano y se creará una nueva élite de dirección del país. Se extinguirá el liderazgo que no supo “ sembrar el petróleo”. Así será.
David Chávez O.
/ Abril 2020