La hora de la justicia

La hora de la justicia

El presidente Martín Vizcarra dio el paso que gran parte de la población pedía: exigir la remoción de todos los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM). No era para menos. Los audios que se han ido filtrando, mostraban un compadrazgo anormal entre consejeros y jueces supremos, pidiendo y confirmando favores con precio en dólares, adornado de un vocabulario im­propio de la investidura. Quien haya escu­chado los ‘’Audios de la Vergüenza’’ se habrá preguntado, ¿son esos los jueces a quienes pedimos justicia? Y también, ¿son esos los consejeros que los eligen? Entonces se com­prende por qué nuestra justicia no funciona.

Esta situación no es nueva, las razones tampoco. El sistema judicial peruano des­de hace tres décadas es víctima de intromi­siones, injerencias y ataques de todo tipo. Un primer ataque es del Poder Legislativo. Tiempo atrás el propio Vladimiro Montesinos se ufanaba de “tener el poder judicial”. Hoy, no sorprende entonces que un congresista haya pedido a algunos consejeros que vo­ten a favor del favorito de su bancada como presidente del CNM.

Un segundo ataque lo ejerce también el Poder Ejecutivo, que trata de inmiscuirse poniendo, cual peones, a sus amigos como consejeros en el CNM. La razón en ambos casos es simple: tener apoyos en caso de in­vestigaciones que se les inicien, durante o una vez acabada su gestión. Se comprenderá aquí por qué grandes casos de corrupción, tráfico de influencias o lavado de activos rara vez prosperaban y terminaban, casi siempre, solo en la fase de investigación fiscal. Alguna mano amiga lograba que el caso se quedara trunco y siguiera el camino de los archivos. La reunión que se organizaba entre el exjuez César Hinostroza Pariachi con la Sra. K de la Fuerza número 1 habría tenido esa finalidad. No por nada el juez Richard Concepción Car­huancho se convirtió en un paladín de la justicia al haber detenido preventivamente a algunos peces gordos, en casos emblemá­ticos.

Sin embargo, el ataque más certero vino del seno mismo de la CNM. Cada con­sejero tenía su propia agenda, manejando sus propios intereses y amistades. Apoyaban a sus “hermanos”, como suelen llamarse, y funcionaban de manera ajena a los intereses del Perú. Una situación así solo podía ser co­nocida gracias a la pequeñez moral de estos consejeros, quienes se creían por encima de la ley, reinando en un mundo paralelo del cual hoy deberán bajar para rendir cuentas a la justicia y a todos los peruanos.


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