La importancia de llamarse Marta

Marta. En principio un nombre más que común que a todos nos llevará seguramente a pensar en algún familiar o pariente cercano.

Cuando, sin embargo, ponemos apellido y trayectoria, ahí es cuando la cosa cambia.

No vengo a hablar de mí ("ni de mi libro"). Sin embargo, sí vengo a contar un episodio lamentable que viví hace ahora algo más de un año y en el que llamarse Marta pasaba a ser cuanto menos molesto o desechable.

Nadie en este planeta debería pasar por la experiencia de ser ignorado. Sin embargo, sucede constantemente. Es uno de los maltratos psicológicos más habituales y socialmente aceptados en los entornos laborales y asociativos. Pura comunicación agresivo-pasiva. Y creedme. De todo ello se aprende y mucho.

 Lejos de vivirlo desde la ofensa, es preferible situarse en el territorio de la creatividad, tomar aire y perspectiva para ampliar información y, así, desde ahí, sentir las emociones en su dimensión real y adecuada.

Pura gestión emocional.

Después de años trabajando y representando a una asociación en la que creía por contenido y sobre todo por propósito, supe a través de la eliminación de mi perfil en un grupo de whatsapp que ya no seguía en la misma.

Y es ahí donde entra la importancia de llamarse Marta:

Marta quizás incomodaba.

Marta quizás aportaba opiniones propias.

Marta quizás "ya no respondía al perfil” por contradecir las preferencias de una minoría que había decidido imponerse. Unilateralmente.

Os estaréis preguntado porqué ocurrió. Es una pena, no puedo responderos. Nunca lo sabré. No hubo ni tan solo un comunicado expresando las intenciones y aún menos las razones.

Eso sí, tuve que excusarme en varios de mis círculos con personas a las que ya había comprometido con la mencionada asociación.

Lo que parecía terminar en un acto ilegal de acuerdo a las bases estatutarias, traía cola… unos meses más tarde, otras personas de mi misma condición dentro de la asociación, terminaban relegadas de la misma forma. Y es entonces, en el transcurso de esa brecha abierta que vino lo esperable: otras comunicaciones de otras personas que habían recibido el mismo trato.

"Pito-pito-colorito...

... ¿Dónde vas tu tan bonit@? / A la acera verdadera / Pim, Pam, ¡Fuera!"

Todavía hoy, seguimos topando con políticas “a dedo”, desde una posición autocrática, en la que seguimos econtrando recónditos espacios donde aún impera el machismo más naftalinoso disfrazado de "liderazgo en femenino".

Nota aclaratoria: no menciono el nombre de la asociación por un respeto a sus valores fundacionales y a muchos de los socios que históricamente así los edificaron.

Compromiso, ética y generosidad

Cierro el año respirando hondo, contenta por lo que representa mi nombre dentro de mí y sobre todo por la universalidad que propone:

Mi nombre es el de cualquier persona que vive y trabaja desde el compromiso, la ética y la generosidad intelectual pero que también se expresa rotunda ante los radicalismos, las hipocresías y los egos improductivos.

Sigo pues hermanada a la cultura de la paz, asociándome a cuantas personas y entidades que nacen para generar un paradigma de constructividad, conectividad y conocimiento a fin de evolucionar como seres intelectuales, sociales y emocionales.

Este 2024 habrá capítulo 2. Y seguiré llamándome Marta. ;)

¡Feliz año nuevo!