La metáfora de Las Grutas y las olas en el contexto social
El 31 de diciembre decidí pasarlo en Las Grutas, una imperdible playa en la provincia de Rio Negro, de mi querida Argentina.
Allí fui con la familia, buscando conocer un destino que te sorprende porque es impensable encontrar aguas tan cálidas, transparentes y playas paradisíacas ubicadas tan al sur del planeta, que según Google se encuentra en 40°48′30″ latitud Sur.
Una particularidad que la hace más insólita aún es el fenómeno de la bajamar y la pleamar. Para los turistas que no estamos acostumbrados a esto, es muy común que, en cualquier balneario, local comercial, gastronómico o el vecino de esa ciudad te alerten sobre el hecho que para ir a la playa tienes que “seguir la tablita” y en ese momento todos amablemente te extienden un jeroglífico inentendible de días, horarios y altura del mar.
No les voy a mentir, en el momento que me lo dieron, puse cara de porteño canchero y buen entendedor, sonreí, tomé la tablita y me la puse en el bolsillo. Para luego, en la soledad del apart mirarla y tratar de comprenderla; tarea que, luego de un rato de concentración, finalmente pude lograr.
Ahí entonces la rareza de que cuando la pleamar sube, llega hasta los asombrosos acantilados, pero cuando baja se retira unos 800 a 1.000 metros, dejando una extensa playa que desnuda “piletones” en las rocas y permite que todos bajemos a disfrutar lo que minutos antes era el espacio ocupado por las olas. Todo esto ocurre en 6 horas, por ende 4 veces al día.
Con este esquema en la cabeza, armamos la bajada a la playa en el momento de la “bajamar” de la tarde. Reposeras, equipo de mate, algo dulce, un libro y los actualmente imprescindibles anteojos para poder leer. Con esto me propuse disfrutar del rato de playa que la bajamar me regalaba.
En el momento del disfrute me pasó observar cómo empezaba a subir la marea. ¡Claro! La bajamar te muestra el punto más bajo y todo lo que va a ocurrir en las siguientes seis horas es ir viendo como la playa sube y empieza a inundar, primero a los más osados que bajaron caminando hasta ese lugar, luego comienza a avanzar a los avezados que colocaron sus reposeras al lado de los piletones, luego a los distraídos que se relajaron charlando en la playa de arena y finalmente el mar invade a los precavidos como yo, que había organizado mi estadía cerca del acantilado.
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Entonces observé la metáfora corporativa de esta realidad social y la crisis que nos está impactando a todos.
La inflación nos llega a todos como el agua del mar en Las Grutas. Los ejecutivos vemos como esta vez nos moja los pies, porque estamos cerca del acantilado. Los jefes y supervisores están con el agua a la cintura y tienen que resignar cosas que antes hacían naturalmente; pero los trabajadores están literalmente con “el agua hasta el cuello” y haciendo malabares para salir a flote.
¿Cuál es nuestro rol como RH en las organizaciones?
Debemos replantearnos todos los instrumentos que podamos revisar en nuestros escurridizos presupuestos, en los esquemas de compensaciones y tratar de buscar herramientas que puedan trabajarse en las organizaciones.
Alternativas como financiar compras comunitarias de alimentos, medicamentos, utilizar el poder de negociación para las compras o renegociar beneficios con las entidades bancarias son algunos de los instrumentos que sin usar el tan negado presupuesto podemos incentivar desde nuestras organizaciones para poder ayudar al equipo de trabajo.
Es momento de que los Humanos que manejamos Recursos agudicemos la mirada social y nos pongamos al frente de la Responsabilidad que significa gestionar Personas en las Organizaciones.
Contadora Pública-Licenciada en Administración-Asesor Financiero- Posgrado en Precios de Transferencia
10 mesesClaro y concreto como siempre. Gracias por compartir, mi ex profe!
Responsable de RRHH
10 mesesExcelente reflexión Elio!! Ojalá muchos puedan ver estas cosas ya que, como bien comentaste, el agua sube para todos, lo que nos diferencia es donde y como estamos parados.