La Nostalgia

La Nostalgia

Quizá nos sorprenda que ningún autor griego o romano escribiera nunca la palabra nostalgia y que tampoco ningún bardo la cantara. El término es de reciente acuñación y lo utilizó por primera vez Johannes Hofer, un médico suizo, en 1688 para referirse a los males que sufrían algunos soldados suizos combatiendo en las planicies de Francia. Hofer situaba el origen de estos males en la añoranza de las montañas de sus lugares de origen, por eso la denominó en griego como dolor del regreso.

La nostalgia, sin embargo, desarrolla un papel central en la regulación de nuestra relación con el pasado y el recuerdo, en la construcción de nuestra narrativa vital.

La consolidación del recuerdo en la memoria viene fuertemente condicionada por la carga emocional asociada, que determina su fijación y persistencia. Los grandes recuerdos son intensos en la evocación, huelen a madalena de un tiempo perdido. Se recuerda con el cuerpo: reviviendo y sintiendo. La gran memoria no es el archivo de un juzgado sino el laboratorio de un perfumista, o una bodega. Antes es un álbum de fotos que una colección de sellos o monedas. Pero la carga emocional de cada recuerdo no puede ser estática o inmutable: no sobreviviríamos cuerdos a la culpa por nuestros errores, a la humillación de los castigos sufridos, al dolor de tantas pérdidas a lo largo del camino. El recuerdo sería entonces como el hígado de Prometeo, comido por el águila durante el día y regenerado por la noche. Es preciso, que exista un mecanismo que espolvoree azúcar sobre los pomelos de la memoria, que haga llover sobre sus flores mustias. La construcción de una identidad capaz de seguir caminando y  proyectarse hacia el futuro requiere la aceptación de nuestra historia personal, aún llena de pérdida, dolor y culpa. La nostalgia reescribe emocionalmente esta historia, permitiéndonos establecer con nuestro pasado una relación de afecto, comprensión y perdón.

No se trata de mitificar, falsear u olvidar el pasado, lo que nos despojaría de nuestro principal bagaje vital: el conocimiento adquirido. La nostalgia no cambia el recuerdo de lo acontecido, cambia sólo cómo lo revivimos emocionalmente. La nostalgia convierte el pasado en una Ítaca a la que deseamos regresar reconociéndola perdida para siempre en el tiempo, impulsándonos a construir nuevas Ítacas, nuevas ciudades que recordar con afecto.

Porque la nostalgia sólo opera en lo que sentimos perdido. No sentimos nostalgia por lo todavía accesible o visitable. Si Ítaca está a un corto viaje de avión y podemos volver a ella cualquier fin de semana y encontrarla tal cual la recordamos, entonces no hay lugar para la nostalgia. Pero si al volver a ella encontramos cortada la acacia de la que nos caímos de pequeños, probablemente entonces deje de dolernos aquel brazo partido y sintamos cierta tristeza por las tardes de niñez jugando a su sombra, ahora sí, perdidas irremediablemente.

En la cultura galaico-portuguesa, existe el término saudade para referirse a este sentimiento de pérdida, de incompletitud, ante la pérdida de un lugar o un ser querido. Sin embargo, en mi opinión, la saudade es antes un estado expansivo de lo incompleto dentro del espíritu. La falta del lugar o el ser nos sitúa enfrente de la soledad existencial imposible de llenar, de la inevitable incompletitud. El gallego lo sabe bien asumiendo nuestra insignificancia transcendental en un “...y ¿para qué?”. La nostalgia opera como proceso, no como estado, respondiéndonos: “para construir nuevos recuerdos, para seguir adelante”. Es el sehnsucht alemán: la búsqueda de algo que desear en el futuro que nos impulsa hacia adelante sin saber hacia dónde o por qué. En este sentido, dentro de la cultura galaico-portuguesa, la nostalgia tendría más que ver con el consuelo mientras que la saudade sería el inconsolable transcendente.

En estas fechas asistiremos una vez más a una incómoda mercantilización del pasado. El gozo del regreso –a Ítaca, a las montañas suizas, a los seres queridos- será de nuevo la excusa para la adquisición de bienes que no acabarán nunca de llenar el hueco emocional que dejaron los seres queridos y los lugares que mudaron. La publicidad intentará llevarnos a lugares que no existen ni en su recuerdo ni en el mío, a devolvernos con artículos que no necesitamos a un pasado que nunca vivimos.

En estas fiestas déjenme desearles que la nostalgia les traiga bellos recuerdos que puedan disfrutar y que el año próximo venga a colmar nuestras incompletitudes.

Javier Jurado González

Business Development, Strategic Alliances & Marketing. | Cibersecurity | Generative AI | Ingeniero de Letras | PhD

5 años

Hola José Carlos. Casualmente me he encontrado esta entrada tuya que no conocía. Sobre ese mismo tema estaba yo reflexionando por entonces cuando hace un par de años escribí también sobre ello esta entrada que te dejo aquí: https://arjai.es/2017/06/01/el-poder-de-la-nostalgia/ Un abrazo.

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