La perspectiva cuando caes del cielo

Emma Carey tenía 20 años cuando decidió saltar en paracaídas, pero ese paracaídas nunca se abrió. Ella se encontró cayendo, pensando en esa vida que quería y que no viviría, en todos los “más tarde lo haré” que no haría, en cómo sería morir.

Y, sin embargo, no murió. 11 años después, lo recuerda: “Cuando golpeé el suelo después de mi caída, aterricé boca abajo sobre mi vientre”. La caída le había roto la pelvis, el sacro, el esternón, muchos dientes y, lo peor de todo, su columna vertebral.

Durante su recuperación, los médicos le dijeron que nunca volvería a caminar y eso le quitó las ganas de vivir. “Pero luego, una mañana, recuerdo haber despertado y sentir que algo era diferente. Todavía estaba en mi cama de hospital, todavía tenía un catéter drenando y mis piernas definitivamente aún no podían moverse, así que físicamente nada había cambiado. Pero yo sí. Era como si la neblina del shock se hubiera disipado y de repente entendí que lo que había sucedido, había sucedido, y a pesar de cuánto lo deseara, no había nada que pudiera hacer para revertirlo. Y si no había nada que pudiera hacer, parecía bastante inútil pasar mi tiempo, tiempo que había anhelado desesperadamente solo días antes, deseando cosas imposibles. Así que supe que tenía dos opciones: podía estar paralizada y miserable, o podía estar paralizada e intentar crear una vida satisfactoria de todos modos. De cualquier manera, no podía cambiar mi lesión, pero había algo que sí podía cambiar: mi perspectiva.”

Perspectiva. Esa es la palabra que me robé de Emma y que te traje para invitarte a pensar en que una historia tan terrible y determinante como la de Emma pueden continuar desde la vida, desde aceptar la pérdida y abrir bien los ojos para mirar el regalo que te trae el cambio que se avecina.

Algo que me llamó la atención de su historia es el relato de la conversación con otro muchacho tetrapléjico como ella. Ella le contaba que pensaba tatuarse la fecha de su accidente, porque era una nueva oportunidad de vivir. Él por su parte, se tatuaría la fecha en que volviera a caminar, porque entonces sería feliz. ¿Y si no lo lograba? ¿Ya no habría vida y felicidad?

Emma es ahora una conferencista y escritora. Llegué a ella cuando encontré la historia de una niña que era sorda de un oído y tenía vergüenza de usar audífonos, y ella no tuvo reparos en contarle que la pila se le escapaba todos los días porque desde el accidente su vejiga solo puede retener 100 ml de orina. Frente a eso, ¿qué es un audífono?

Emma buscó reencontrar el valor de su vida en lo que tenía: sus manos, su mente, su corazón y el conocimiento de que había sobrevivido a algo insuperable. Ella, aunque no tiene sensaciones de la cintura para abajo, hoy puede caminar y se llama a sí misma “parapléjica ambulante”. Sin embargo, no habla de milagros. Es consciente de que el efecto del accidente en su cuerpo sigue en ella. Y aún con todo eso, ella sigue viviendo con lo que le regaló su condición: mirar que tiene.

“Y creo que a veces, cuando comparto mi historia, la gente espera que me pare aquí y diga que si crees en ti mismo lo suficiente y si pones tu mente en algo con certeza inquebrantable, entonces puedes hacer cualquier cosa. Y esa sería una historia encantadora, pero no es la verdad… sugerir que es una cuestión de autoconfianza o esfuerzo es sugerir que otros con lesiones semejantes no se esforzaron lo suficiente. Así que, para mí, lo atribuyo a nada más que la forma específica en que mi médula espinal debe haber sido dañada, bueno, eso y una cosa inexplicable y maravillosa llamada pura suerte.”

Y aquí te dejo sus palabras y su mirada de la vida. Perspectiva le llama. Esa posibilidad de aceptar lo que no hubiéramos querido que ocurra y de mirar lo que queda y lo que llega desde la esperanza y la gratitud de tener vida para poder hacer algo con ello.