La primera vez que visité a un médico
La primera vez que visité a un médico, quise salir corriendo desde el minuto uno. Me costó un tiempito bajar del auto y caminar hacia esa clínica en Tigre.
Sólo dos cosas me hicieron sentir menos insegura: Que mi líder confiaba más en mí que yo misma (gracias por eso Flor), y que mis compañeros me habían estado mentoreando sin saber durante al menos los dos años previos, que había recorrido las calles con ellos infinidad de veces como Trabajadora Social del Programa de Pacientes, y como su as bajo la manga.
Sin embargo, era distinto. Yo ahora estaba sola, tenía que lograr que una persona que esta repleta de trabajo y cuestiones personales me prestara atención, y no sólo eso, si no que quiera saber más sobre un producto que encima era de Especialidad. O sea que muy pocos pacientes iban a necesitarlo, y de ese porcentaje que lo necesitara, menos iban a acceder.
La suerte es que yo el producto me lo sabía de memoria, y que sé escuchar.
Qué difícil es promocionar un producto sólo con la palabra, pensaba. Y, entonces, utilicé mis recursos sobre sistema de salud para aportarles algún valor extra en la visita a esos profesionales que me daban su tiempo, y que ya tenían el cajón repleto de folletos, que por muy hermosos que sean, y bien citados que estén, no son más que una excusa para no caer con las manos vacías.
Con el tiempo, aprendí, aprendí muchísimo, gané confianza y aporté todo el valor que pude.
Pero con total sinceridad, qué difícil es ser visitador médico de especialidad.
Si tu empresa no adhiere a la entrega de casi nada, no tenés más que ofrecer que tu empatía, tu escucha, y lo que sepas que pueda ayudar, que a veces son recursos que inventas, que a veces es estar ahí, que a veces es el entendimiento. Pero eso con el tiempo ya lo invertiste, así que llega un momento en el que es bastante incómodo pedir tiempo que tenes que rellenar con información que ya venís dando una y otra vez.
La segunda dificultad y para mí, la que los enaltece aún más, es el trabajo en solitario.
Cuando estas en la oficina charlas con alguien, tenés reuniones, ida y vuelta, si te hacen una consulta que no sabes como contestar te das vuelta y hay un compañero que te dice su opinión.
Cuando estas en la calle estas solo.
Tu oficina es el auto, en el que estas horas, la mayor parte de las veces almorzás sólo, y si sucede algo en la oficina sos el último eslabón en enterarse lo cual te quita capacidad de negociación y también credibilidad, que son las dos cartas principales de un visitador.
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Por eso los visitadores hablan mucho por teléfono, así que si trabajas en la oficina, atendelos. Porque necesitan feedback, opinión, información y sobre todo, compañía.
La tercera dificultad es la gestión del tiempo, a veces tenes que adaptarte a visitas express, otras esperas durante horas para que no puedan dedicarte ni un minuto, porque obviamente que la prioridad es la atención, y eso esta claro.
Pareciera, por momentos, que los nunca hicieron visita médica creen que ser visitador es ir a saludar amigos. Pero no, es pelear por la atención de los profesionales de la salud, es construir estrategias para que ese tiempo invertido valga la pena, es hacer malabares porque no podes ayudar directamente a los pacientes por cuestiones de compliance, es poner la cara todos los días, para lo bueno y para lo malo.
Es ser la cara.
Ser visitador es ser la cara, de todo un equipo de trabajo.
Es la cara que recibe la sonrisa cuando las cosas salen bien, y la primera que recibe la cachetada cuando no tanto. Y para eso hay que tener valor. Un valor que sólo pocos tienen.
Founder & General Manager at Blue Consultants
2 añosMe encantó! 👏 👏 👏 (seguí escribiendo plis). Besooo