La valoración del talento

La valoración del talento


Toda política empresarial que tenga como centro la valoración del talento empieza definitivamente por una valoración personal. La autovaloración y la valoración del otro como las dos caras coherentes de la misma moneda.

 

La conversación es profunda y tiene infinitas aristas: no pretendo abordarlas ni resumirlas a todas, sino expresar una visión.

 

Soy una convencida de que no existe desarrollo profesional sin antes un desarrollo personal responsable, comprometido y dinámico, que lleva tiempo (mucho tiempo). Creíamos que era al revés: cuando te vaya bien con el trabajo se van a acomodar los demás aspectos de tu vida y eso va a pasar relativamente rápido. En mi opinión, nada más errado y ajeno a la realidad de las cosas.

 

Somos testigos de la velocidad de los cambios y con esto vemos cómo innumerables industrias están cambiando criterios, actualizando posiciones y repensando la forma del ejercicio. No solamente por incluir avances tecnológicos y adaptarse a las nuevas tendencias. Nada de eso.

 

Vemos cómo se están resignificando conceptos. Y eso incluye los conceptos personales.

 

Quizás nadie pensaba hace 50 años cómo se ejercía una profesión, porque la forma venía dada por lo que se venía haciendo, lo que funcionaba y lo que aprendíamos. Luego, cada quien tendría su estilo, pero había un denominador común estandarizado.

 

Algo similar sucedía hace 17 años, cuando empecé el ejercicio de mi profesión y se mantuvo bastante constante hasta no hace tanto. De hecho, seguimos con resistencias a pesar de que cada vez se ve con más frecuencia.

 

Celebro que hoy nos atrevamos a cuestionar si nos funciona, nos complace o nos identifica y no sólo por la adaptación cultural, sino por la propia autenticidad personal.

 

Eso nos lleva a auto cuestionarnos y a analizar con responsabilidad si los criterios de industria, de profesión, de comunicación y de valores transmitidos nos representan o no, según nuestro esquema de valores personales.


Para poder valorar lo que es de otro, primero tenemos que valorar lo propio. Para poder ser buenos profesionales, primero tenemos que ser buenas personas. Para lograr conectar y transmitir el respeto del talento ajeno, primero tenemos que honrar el talento propio.

 

Creo que no hace falta hurgar muy profundo para ver que se trata de volver a pensar los conceptos generales sobre los que se apoya la tarea. Nuestros modelos de mundo y de realidad van a definir qué modelo de empresa vamos a tener, por lo que si no te valorás, no vas a valorar a nadie y como contrapartida, tarde o temprano, nadie te va a valorar.

 

No se trata de pagar mejores salarios, de dar viernes flex o sacarnos una foto en un evento de team bulding.

 

Se trata de conectar realmente con el propósito, el legado y la huella que queremos dejar, mientras, por supuesto, llevamos adelante un aporte de valor desde un negocio organizado, protegido, rentable y sostenible.

 

Ya nadie nos va a contratar por más eminencia que seamos, si no estamos alineados al nivel de los valores, la esencia y el propósito.

 

La tarea de crear cultura sobre estas bases es compleja, ardua, cambiante e infinitamente desafiante, pero se puede, porque empieza por uno.

 

Cuando te sientes junto a tu equipo y aun en silencio tu presencia transmita lo que representás, sea lo que sea, ahí está el indicio del poder de los criterios personales.

 

Hagamos entre todos, cada uno desde su lugar, que sean lo más elevados posibles, porque eso no sólo nos mejora como personas: también tiene un impacto en la comunidad, la familia y las empresas.

 

 

 

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