La vida es como el surf

Finalmente soy un surfista.

Varios años atrás decidí hacer un deporte que me atraía mucho: el surf. Me gusta el mar, me gusta deslizarme en el agua, me gusta el deporte, me gusta la naturaleza. Cuando veía a alguien hacer surf sentía un impulso muy grande para intentarlo.

Entonces tomé un par de clases. Como casi todas las clases de iniciación de surf, los profesores no solamente me dieron instrucciones teóricas sino que me ayudaron físicamente a realizar casi todo: Desde acomodarme en la tabla, pasando por posicionarme en el lugar donde las olas rompen, hasta impulsarme para que la tabla comience a deslizarse.

Fue una experiencia grandiosa. Probé una pizca de lo que era surfear. Y ni que hablar cuando logré pararme por primera vez!

En mis subsiguientes vacaciones en la costa continué tomando clases. Así fue que un día decidí comprarme una tabla para seguir practicando.

Empece con una tabla de tamaño intermedio, lo cual resultó un error, porque era demasiado avanzada para mi nivel.

Después de aceptarlo conseguí una tabla grande más acorde a mis habilidades.

Así fue que cada verano llevé mi tabla a la costa para seguir practicando. A veces lo hacía durante unos pocos días, a veces surfeaba 15 o 20 veces.

Y paso a paso logré avanzar. Primero dominé la capacidad para atravesar la rompiente, para llegar al lugar donde todavía las olas son simples ondas. En ese lugar uno puede descansar para después intentar agarrar una ola.

Luego empecé a deslizarme con la fuerza de la espuma de las olas que rompían. Eso era más fácil que tomar una ola cuando se está formando ya que lo "único" que había que hacer era esperar a que la espuma me alcanzara. Al principio me paraba una de cada diez veces. Y de a poco fui surfeando más y más espumas.

El avance durante estos años fue lento. Supuse que la falta de estado físico y práctica durante el año hacía que me costara retomar en el verano.

Pero este año sucedió algo grandioso. Acompañé en un curso de iniciación de surf a unos amigos que querían probarlo. En vez de intentar tomar olas más grandes decidí ir por las olitas más pequeñas, que el instructor estaba usando con mis amigos. Y después de un par de intentos logré subirme a una ola real, antes de que rompa, sin la asistencia del instructor.

Y unas semanas más tarde, cuando nuevamente me fui de vacaciones, logré tomar olas más grandes.

Experimenté por primera vez hacer equilibrio sobre una superficie inclinada en movimiento. Es como esquiar sobre una montaña de agua que va cambiando su ubicación e inclinación permanentemente.

Me di cuenta que para lograr ese equilibrio necesitaba distribuir el peso de mi cuerpo en distintos lugares de la tabla, más adelante, más atrás, a cada costado. Y ese proceso hacerlo de forma constante, casi imperceptible, haciendo micro-correcciones permanentemente.

A veces pienso que la vida tiene muchas similitudes con el surf.

1. Primero creo que los cambios más efectivos son los que se realizan con desafíos más pequeños y constantes. Es más fácil dar 50 pasos que un salto de 50 metros.
2. También veo que la vida es un equilibrio de distintas prioridades. La familia es importante, el trabajo es importante, la salud es importante. El secreto es cómo distribuimos nuestros esfuerzos, de forma constante, en todas estas prioridades.

Si solamente priorizamos una de estas áreas de nuestra vida, las otras seguramente se verán afectadas. De la misma forma que si en una tabla de surf ponemos demasiado peso sobre uno de los extremos de la tabla, seguramente perderemos el equilibrio y caeremos al agua.

Si manejamos un equilibrio en nuestra vida y somos constantes con el esfuerzo que le dedicamos creo que vamos a surfearla de la mejor manera posible. Y si no lo logramos, por lo menos habremos disfrutado del trabajo de intentarlo.

¿Qué opinas?