Las cuatro leyes de la culpa - © 2006 by Adrian Kertesz

Las cuatro leyes de la culpa - © 2006 by Adrian Kertesz

Las cuatro leyes de la culpa - © 2006 by Adrian Kertesz

            La culpa es la emoción de control por excelencia. La evolución de los grupos humanos que dieron origen a las sociedades, necesitaron mecanismos de control. La culpa es la consecuencia de la internalización de las figuras externas de autoridad. Representa los límites que tales figuras de autoridad inculcaron en los individuos. Distinguimos la culpa positiva que es la expresión emocional de los valores positivos de vida, de la culpa negativa que es la expresión de normas y mandatos desactualizados. De aquí en más, al utilizar este término nos estaremos refiriendo exclusivamente a la culpa negativa (a excepción que aclaremos lo contrario).

 

           Consideramos la culpa desde una perspectiva operativa. Poder comprender el rol que tiene esta emoción en nuestra vida para así poder elegir, con un grado de libertad mucho mayor que el que poseemos actualmente, sin que la culpa nos condicione ciegamente. Habiendo distinguido entre dos formas de la culpa, no proponemos la pérdida de los valores o de los principios morales. Ni siquiera abandonar prejuicios que, aunque un tanto rígidos (como el pudor) no le quitan calidad a nuestra vida ni limitan negativamente nuestra interacción con los demás, la capacidad de disfrutar o la posibilidad de lograr objetivos importantes. Veremos entonces:

 

¿De qué modo la culpa influye en nosotros?

¿Cuáles son sus raíces?

¿Para qué nos sirve?

¿Cómo superarla?

 

Son las preguntas que este taller invita a responder, no de un modo convencional sino a través de un proceso continuo de autodescubrimiento.

 

           La culpa influye sobre la conducta estrechando nuestro repertorio de respuestas. Dejando de lado, por las razones antes expuestas, las conductas que no respetan nuestros valores (por ejemplo conductas psicopáticas), en general la limitación neurótica del comportamiento que la culpa induce, polariza las respuestas hacia fuera de lo que denominamos una conducta asertiva.

 

           Asertividad es la actitud equilibrada, de respuesta frente a un conflicto o de consecución de una necesidad o deseo, entre dos polos

  • Sumisión (falta de empuje, excesiva obediencia, incapacidad de disentir)
  • Agresión (mal manejo de los impulsos y la ira, incapacidad de cuidar al otro).

 

Las conductas no asertivas mencionadas, no son simplemente respuestas aisladas. Están incluidas dentro de un circuito de comportamiento, que es previsible en sus manifestaciones y consecuencias.

           El circuito de las conductas no asertivas (sumisas o agresivas) incluye la culpa, que limita la capacidad de respuesta hacia el polo sumiso. Esto hace que la persona acumule ansiedad. Luego de un período de duración variable de “acumulación”, sigue el momento del cambio (cambio siempre dentro del circuito) hacia el polo agresivo. La respuesta es explosiva, potente y efectiva en expresar la energía acumulada, pero es ineficiente o aun perjudicial ya que genera efectos secundarios indeseables, como el daño a la autoimagen, los vínculos interpersonales o aun a los bienes materiales o la salud.

 Sigue a este momento, la reflexión culposa debido a los efectos indeseables producidos durante la explosión agresiva. El próximo eslabón de la cadena es el reforzamiento de los motivos de sostén de la culpa. Se redefine la situación dentro de los términos de la culpa y se fortalece la posición sumisa, en un intento de conjurar los demonios de la agresión y sus consecuencias nefastas, olvidando su utilidad al disipar el exceso de ansiedad generada anteriormente con la sumisión. Así, se cierra el círculo de las conductas no asertivas. Sin embargo, este cierre no sucede sin otras consideraciones. Cada vuelta del circuito no es inocua, la energía que lo alimenta es la misma que el psiquismo requiere para la capacidad de crecimiento y para la autoestima. No es de extrañar entonces que este circuito librado a sí mismo aprisione a la persona y la conduzca hacia un desenlace más o menos estereotipado y previsible.

           Por otra parte, el proceso de aprendizaje no puede hacerse fuera de la vida. Es imposible superar la culpa si primero no se sufre sus efectos. Por ello el circuito de conductas no asertivas no es sólo negativo. Es el lugar en donde el ser aprende a interactuar con los demás y asimismo descubre los mensajes internos que lo condicionan. La angustia, como el deseo son los motores del crecimiento. En este circuito se puede perecer, pero también se puede aprender y renacer. Entonces, se va adquiriendo paulatinamente un repertorio cada vez mayor de conductas asertivas. Al final, como se gradúa un alumno de la escuela, se abandona el circuito, habiendo logrado adquirir un dominio aceptable de la propia vida. El circuito estará allí, acechando, como recordatorio de que la vida es un proceso de renovación constante, impidiéndonos volver a dormirnos y caer presa de la culpa.

           Aunque la relación entre la culpa y la asertividad no sea aparente, a través de lo que denominamos “las 4 leyes de la culpa” y su desarrollo a lo largo del resto de este artículo, se hará evidente el porqué, desde una perspectiva puramente pragmática, de la utilidad de utilizar ambos conceptos (culpa y asertividad) para poder transformar no sólo nuestro patrón de respuestas, sino asimismo el modo que tenemos de comprender las cosas (lo que se denomina el marco de referencia)

 

           Veremos las cuatro leyes de la culpa, y en cada caso, la posición sumisa, agresiva y por ultimo asertiva frente a la culpa. Estas posiciones van delimitando un modo de comprensión y acción frente a esta emoción.

 

1. La Culpa es la emoción del No-Cambio

 

           Existen muchas definiciones de cambio. No nos adentraremos en el concepto del cambio, sino en su importancia dentro del proceso de crecimiento personal, y aun así sólo operativamente. La definición general es “el pasaje de un estado a otro”. Si bien el pasaje de un estado a otro incluye la caída en estados regresivos (no deliberados, como en un ejercicio de trabajo con los sueños, o de psicodrama, sino propio de la pérdida de funciones superiores, como autocrítica, creatividad, resiliencia o estabilidad emocional), o sea, un cambio negativo, tomamos de aquí en más el concepto de cambio como sinónimo de cambio evolutivo, positivo, favorable a largo plazo, que incluye el pasaje de un estado de organización psíquica a otro más maduro e integrado.

           Una definición más específica, referida al ámbito de la psicoterapia, y más específicamente dentro de la corriente humanística es “la pérdida del equilibrio (homeostasis) logrado, en busca de un grado de equilibrio superior”.

           El concepto de homeostasis implica que las variables de funcionamiento se mantengan dentro de un rango preestablecido de antemano, considerado óptimo, o, si lo llevamos al terreno de la salud, “sano”. Entonces, dos fuerzas complementarias actúan sobre los sistemas, permanentemente. Estas son las fuerzas del cambio y las del equilibrio. En principio, libradas a sí mismas, terminan por ser antagónicas. Es necesario la presencia de otros factores para transformar la relación antagónica entre las fuerzas del cambio y las del equilibrio (homeostáticas) en un proceso constructivo. La dialéctica del cambio es la interacción evolutiva entre estos dos tipos de fuerzas. La integración de ambas resulta en la obtención de niveles de maduración más sofisticados y complejos y al mismo tiempo más eficientes.

           Al decir que la culpa es la emoción del no-cambio, nos referimos al efecto homeostático de esta emoción. Su propósito es sujetar las conductas del individuo dentro de un rango preestablecido de valores, mandatos y prohibiciones, referidas a un statu quo particular del entorno de pertenencia del sujeto.

           Frente a cualquier estímulo que amenace la homeostasis del sistema, la culpa es efectiva para transformar la fuerza potencialmente disruptiva de tal estímulo en algo inofensivo (siempre dentro del marco de referencia que la culpa sostiene). Por ello, vemos que, condicionado por la culpa, todas las conductas que se generen apuntan, en última instancia, al retorno de la condición inicial. El gatopardismo, “cambiemos algo para que nada cambie”, es un ejemplo del concepto mencionado.

 

           El primer paso en el camino de la transformación de la culpa, es la comprensión íntima de su esencia. La culpa es un guardián, no ciego, pero falto de autorreflexión. Obedece a sus amos, a quienes no cuestiona y no vacila en inmolarse con tal de agradarlos. Mientras nos seduzca con promesas, nos amedrente con amenazas o nos intranquilice con el miedo de hacernos responsables de daños propios o ajenos, no podremos ver más allá y despojarla de la fuerza con la que nos domina tan íntimamente. Esta fuerza es de naturaleza hipnótica, o sea, influye a través del mecanismo de la sugestión. Es por ello que se nutre del reservorio de energía emocional. Al hacerlo adquiere un poder extraordinario, que explica porqué es imposible superarla sólo a través de la reflexión intelectual. 

           Dentro del espectro de la asertividad, la posición sumisa es la de creer. Aceptar la realidad de la culpa como verdadera. La posición polar, correspondiente a la agresividad, es negar. Negar es adoptar una actitud defensiva, combativa frente a la culpa. En realidad, si acepta o si niega, sigue sujeto a la influencia sugestiva de la culpa. La posición asertiva es la de perder la fe. En vez de combatir la culpa, con lo que la ubica en el lugar de un enemigo, simplemente se deja de creer en ella. La energía de la culpa no es externa al individuo; es él quien elige si da energía o no a algo. La similitud con la electricidad será de utilidad aquí. Mientras crea o niegue, es como si estuviera suministrándole energía a esa emoción, energía que proviene de mis propias reservas. Al creer le suministro energía y de ese modo, la culpa se activa, dominando al individuo que adopta frente a ella una actitud pasiva. Al negarla, el proceso es más complejo. La culpa también recibe energía, contra la cual el sujeto erige sus defensas y se embarca en una guerra, que está destinado a perder ya que ambos bandos se nutren de una sola fuente: la propia! Perderle la fe, en cambio, equivale a retirar el “plug” del enchufe y desconectar la fuente de energía de la emoción.

 

2. La Culpa se nutre de la Oscuridad

 

           La culpa se apoya en un conjunto de nociones que, para tener máximo poder sugestivo, deben permanecer fuera de nuestra comprensión conciente. Por ello, el segundo paso requiere arrojar la luz de la comprensión sobre las ideas, recuerdos o mandatos que se encuentran en la raíz de la culpa.

           La posición sumisa corresponde a temer. Del mismo modo en que un niño teme las fantasías horrorosas del tren fantasma del parque de diversiones, al no conocer las raíces, o sea, el conjunto de nociones que justifican la culpa, ésta adquiere un poder inmenso frente al individuo, que a su vez se empequeñece frente a lo que es, en realidad, su propia creación. Dicho de otro modo, se sobreadapta, o sea que en vez de actuar en base a lo que propia comprensión libre de prejuicios le indica, lo hace sometido a lo que supone se espera de él.

           La posición agresiva se basa en la improvisación. Habiendo negado la culpa, luego intenta actuar como si ella no estuviera presente. Como la influencia de la culpa se hace notar de todos modos, el sujeto se ve forzado a improvisar. Esto es, actuar como si supiera, sin tener en cuenta los signos de la presencia de la culpa en su propia conducta.

           La posición asertiva es la de esclarecer. Antes de actuar, es preciso saber. El corolario del método científico, que también corresponde al funcionamiento del Yo Adulto del Análisis Transaccional, se ejemplifica en tres pasos

1. Alto (tomar distancia de la situación sin juzgarla)

2. No sé (reconocer el carácter de nuevo y desconocido del evento, evitar “hacer como si supiera”)

3. Voy a ver (observar imparcialmente, postergar la acción hasta no comprender la situación)

 

3. La Culpa es una deuda impaga

 

           Podemos entenderla también de este modo. Esto se debe al carácter invasivo, avasallante de la culpa. En algún lugar, existe una deuda. Por ello no se la puede soslayar. La culpa va a regresar, una y otra vez, hasta que, de algún modo u otro, la deuda sea saldada. La posición sumisa es la de pagar. Es como si frente a un reclamo, se lo satisficiera sin antes constatar qué es lo que realmente se debe y qué no. La posición agresiva, en cambio, es desconocer la deuda y no aceptar nada de sus demandas. Esto no es útil ya que a la larga la deuda va a prevalecer y las defensas van a costar tan caro, que resulta casi más conveniente la posición sumisa. Por algo se dice que “es mejor una mala negociación que un buen juicio”. La actitud asertiva es la de negociar. En vez de ser una deuda terrible, un pecado capital, se la desmitifica y reduce a una deuda real. Entonces se negocia que es lo que realmente se debe y qué no. La idea detrás de esto es la de perder algo para no perderlo todo.

 

4. La Culpa se trasciende con gratitud

 

           Al final, la emoción que debe prevalecer es la de la gratitud. La posición sumisa hace que la culpa omnipotente sea imposible de evitar, sumiendo al individuo en la desesperación al saber que jamás se librará de ella. La posición agresiva, al estar igualmente atada a la culpa, genera resentimiento, el equivalente rebelde de la desesperación del sumiso.

           La razón por la cual el asertivo sale de la culpa gracias a la gratitud, es que en realidad, el escenario de las conductas no asertivas es una escuela. Como tal, nos brinda la oportunidad de aprender aspectos importantes de la vida y ser más sabios. Por ello, la gratitud es el último pago necesario, fruto de la comprensión de haberse transformado a través de la culpa. 

 

Las siguientes preguntas sirven como guía en el proceso de aplicar las 4 leyes de la culpa:

 

1. Escriba motivos para sentirse culpable

 

2. Descubra las razones que sostiene detrás de la emoción

 

3. Entienda los aspectos + y – detrás de las razones, y los motivos que lo originaron

 

4. Comprenda las necesidades insatisfechas (Maslow) detrás de los motivos y negocie con ellos

 

5. Perdone las consecuencias detrás de las necesidades insatisfechas.

   Agradezca la enseñanza recibida y los aspectos positivos de ella.

 

De este modo se comprende la diferencia entre culpa y arrepentimiento. Arrepentimiento es una palabra que proviene del vocablo griego metanoia, que significa pensar de un modo diferente. El arrepentimiento está implícito en el cambio, el aprendizaje y la transformación madurativa.

Raquel Santos Clemente

Secretaria, Gestora, AdministratiVa on line

2 años

      La culpa es la emoción de control por excelencia. La evolución de los grupos humanos que dieron origen a las sociedades, necesitaron mecanismos de control. La culpa es la consecuencia de la internalización de las figuras externas de autoridad. Representa los límites que tales figuras de autoridad inculcaron en los individuos.

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